Si con la misma eficiencia que están aplicando los mecanismos para hacer que el dominicano pague impuestos hasta por aquello que nunca recibe, se proporcionaran los servicios básicos a la población, seríamos, sin temor a equívocos, la Suiza del Caribe.

Cuando un vendedor asalariado  ve que de “golpe” le descuentan veinte mil pesos a su cheque de comisión,  en tan solo un mes (multiplicado por 12 sería RD$240 mil  al año, sin contar los descuentos a su sueldo) y ese empleado sabe que cuando se le enferma un hijo o cuando tiene que matricularlo en la escuela tiene que endeudarse porque lo que le ofrece la seguridad social no cuenta, ese empleado siente que lo están asaltando. Sin contar que ese mismo empleado, pasa las de Caín antes de salir de su casa para  llegar a su centro de trabajo porque  tiene que enfrentarse a la falta de luz y a la falta de agua.  Y para completar el panorama, para lograr trasladarse a su trabajo enfrenta un mar de vicisitudes porque  el transporte público, con todo y Metro,  no es suficiente. 

Sería justo que caminemos a la par.  En la misma medida que se nos exige, se nos dé.  Si, al menos, viéramos retribuidos esos impuestos con calles, avenidas y autopistas en condiciones aceptables, con servicio energético y de agua garantizado, con servicios de salud y de educación de calidad, entonces pagar la caterva de impuestos que nos acosa sería más que reconfortante.   Tener la seguridad de que cuando arribemos a una edad no productiva la pensión que recibiremos nos dará para vivir si no holgadamente, al menos  con la seguridad de tener las necesidades básicas cubiertas.  Soñar no cuesta nada. Cacarearlo tampoco.