La suma de voluntades diversas

La suma de voluntades diversas

Cierto es que la comunidad nacional y una abrumadora mayoría de los 3,656.859 millones de votantes que ejercieron su derecho a elegir se inclinaron con el proceso electoral recién concluido, y conocidos sus resultados, a los dictámenes de la razón.

El PLD y sus aliados ganaron las elecciones presidenciales en primera vuelta con 2,063.871 millones de votos, lo que significa un 57.11%. Porcentaje histórico nunca antes visto, irrepetible, en una democracia latinoamericana.

La sociedad civil ha vivido, el fin de semana del 16 de mayo, una instancia coherente, la plenitud o apoteosis de la institucionalidad, de la consciente necesidad de experimentar una realidad presente que como realidad histórica puede significar un reordenamiento del sistema político sobre la base de la eticidad del Estado producto de la legataria síntesis de la voluntad popular situada como centro particular de manifestación de la aspiración de cada individuo.

El proceso comicial dominicano concluyó sin imputaciones de mesas ni reacusaciones contra los Jueces Electorales por segunda vez en la historia electoral contemporánea del país.

Las elecciones que incidieron profundamente en nuestro conglomerado social traen como impronta la valoración de la conciencia popular, la reveladora convivencia humana y civilizada de los dominicanos, una noción absoluta de los preceptos y valores de la Nación que revelan, que hubo un esfuerzo especial por construir una naturaleza de cosas sobre la base de la constitucionalidad y a las concepciones jurídicas establecidas.

Las tensiones políticas internas como evidencia de los conflictos de ideas e intereses, han sido amortiguadas por el consensus de diversos sectores de la vida nacional de llevar a cabo acciones esenciales que produzcan soluciones concretas a los problemas socioeconómicos.

Sin lugar a dudas, debe de existir a partir de hoy, entre los distintos poderes del Estado y la sociedad civil, una vía estrecha para que satisfactoriamente se planteen las cuestiones esenciales que incluya la justicia social como eje fundamental, además de dar respuestas en lo inmediato a los problemas de la pobreza cuyo exceso de insanidad tiene como causas la falta de agua potable, de servicios de salud, y que aún en las zonas marginales y barriadas periféricas está a expensas de la acumulación de basura y los residuos inorgánicos contaminantes en las cañadas etc.

El gobierno que asuma las riendas del Estado en el venidero agosto tiene ante sí como problema dar el frente al fenómeno del «limbo» provisorio de la inversión extranjera, a la caída de los sectores nacionales productivos vitales, a la merma de la macroeconomía, al trauma energético, al costo de la vida, etc.

Desde hoy pocos hechos son tan significativos para el corazón de muchos dominicanos, que no sea el inicio del «compás de espera». Muchos se agitan en lograr las últimas prebendas del gobierno de turno, otros hacen sus «amarres» glorificándose como los escogidos para ser parten del proceso de la transición, otros aún permanecen ser tomados en cuenta; Otros sienten la tristeza moral, pues, son los perdedores, y otros observan circunspectamente las fabulaciones de los necios.

El contexto social está atravesando escenas inauditas que admiramos por la audacia del hombre común de cubrirse con la frágil esperanza del cambio, mientras las mayores connotaciones que se escuchan son las preocupaciones, sugerencias y peticiones a la clase política que será el nuevo huésped del Palacio Nacional y el tren administrativo.

Recordemos que no estamos en época de que las estrellas sean como rosas silvestres incólumes de belleza. Estamos en el momento presente ante los planteamientos de los distintos sectores de la vida nacional que, en apariencia, no aparecen yuxtapuestos. Por el contrario, coexisten dentro de un campo analítico estructural-funcional, ya que observamos desde ahora, en lo posible, un nivel de comunicación excepcional y una adhesión a la conciliación.

Ya lo expresó el presidente electo doctor Leonel Fernández Reyna, y presidente del Partido de la Liberación Dominicana, al felicitar al pueblo dominicano desde el local de la Casa Nacional de esa organización que: «terminó la lucha, la confrontación y el conflicto» tan pronto fue aceptados por la oposición su arrollado e incuestionable triunfo.

La imagen del Presidente Mejía ha adquirido una dimensión de ser político jerárquico, puesto que ha representado enraizadamente para la nación dominicana al reconocer con gran entereza, dignidad y humildad la derrota, el rol de un líder integrador situado por encima del egoísmo, la perversidad o la inmoralidad.

Tal parece que el país entendiera los imperativos del poder,la naturaleza y la ambigüedad de los propósitos de ciertos agentes de la esfera política que se manifestaban con un equilibrio difuso y una mueca enérgica de violencia.

Sabemos, no nos engañemos, que durante el recién finalizado proceso electoral actuó un frente de rechazo de mayoría hacia el proyecto releccionista del Presidente de la República y su PPH.

La realidad nacional hoy luce como una realidad supraejemplificada, ya que la misma no es identificable con una ilusión óptica. Cierto es, el Presidente electo, el doctor Leonel Fernández Reyna, representa un intelecto activo, provisto de voluntad. Sin embargo, hay sectores envilencidos que se irán al bosque, a la maleza para intentar destruir la emergencia nueva democratización que lega el actual Presidente a su sucesor.

Nada es nuevo bajo el sol, que no sea la combinada y reiterada acción de ciertos sectores de privar a los dominicanos de la tranquilidad intermedia que se respira.

Los ciudadanos dominicanos que ejercieron su derecho al voto, ya no desean un simple intento de definición de nación, ni mucho menos quieren la herencia e acciones divergentes paternalisas. Todos buscamos construir (espero no equivocarme en los próximo meses) la concepción de un interés nacional colectivo. Estos sentimientos de equilibrio pudieran ser vistos desde ahora por la población, por las clases paupérrimas, por los intelectuales, por los partidos, por las iglesias, etc., como una peculiar idealidad.

Se puede decir que la mayoría de los electores se ajustó ante las masas, haciendo converger la lógica de sus propósitos con el PLD, con su noción clave de que la agenda dominicana es una agenda socioeconómica que debe dar respuestas a los cambios internacionales.

La República Dominicana hoy luce como un mapa de felicidad, de excesiva paz, no obstante los incidentes de violencia ocurridos durante el proceso electoral. El país ciertamente se contempla ante las puertas irreversibles de un camino que se entiende trazado desde el ángulo adecuado. La institucionalidad ya no es una apariencia. Los fines supremos del Estado abolieron la discordancia, la irreverente terquedad de quienes creían en el caos como la única alternativa.

Es evidente la legítimidad y la legalidad que rodeará a los nuevos incumbentes del Palacio Nacional, y la particular armonía que tendrá el nuevo gobierno como coextensivo de la libertad que le lega satisfactoriamente el Presidente Mejía.

Las elecciones recién concluidas han exaltado y elevado al Presidente Mejía ante la comunidad internacional, en vista de que ha prevalecido el orden, la conformación de un contexto político-social normado por la seguridad.

El proceso electoral ha sido profundamente satisfactorio, evidencia de una maximización de la transparencia, y la eficiente y respetable labor de la JCE, la Comisión de Seguimiento Electoral, los observadores internacionales y de Participación Ciudadana.

Bien podría decirse con certeza que la República Dominicana, gracias a Dios, se encamina hacia una democracia realista, a cuyos gobernantes pedimos ser interpretes de los designios de la Nación, y no naufragar en las tormentas de la política.

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