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La supervivencia política es la máxima aspiración de los políticos y todos los líderes presumen de poseer esta característica, pero en la historia de estos siglos los únicos que realmente pueden en República Dominicana sentirse satisfechos de ese logro son Joaquín Balaguer, seguido del profesor Juan Bosch, porque supieron manejar el lenguaje, las artimañas y administrar el pueblo, que el precio que hay que pagar cuando se posee vocación política y se ha logrado alcanzar el poder, que es una enseñanza dramática y además, no se fían de nadie comprendiendo que los partidos son un lujo y que lo único importante son sus líderes, es decir Balaguer es más importante que el partido Reformista y lo mismo Bosch. Ello si saben que desarrollo, democracia, progreso, revolución, etc., son meras palabras, lucen bonitas en los diarios, las proclamas, la TV y la radio, pero que no tienen el significado que tenían en el siglo pasado, es decir que ese idealismo ya no ostenta el valor que le asignábamos antes. Además nuestro pueblo es fácil de envenenar por el narcotráfico político y los que mejor le conocen son los dos líderes de mayor arraigo que tenemos, Balaguer y Bosch y por eso no hacen alianzas precipitadas con otros dirigentes porque para ellos “alianzas para después y para lo que convenga y no antes”, porque “la única aspiración es el poder: solos o acompañados”. Es que un partido político no es un convento de clérigos o claustro de profesores de una universidad y el electorado no es un conglomerado de estudiantes, por eso fracasan los aspirantes a líderes, son demasiado impacientes y por su apresuramiento, desaparecen aprisionados por sus fantasías. El líder tiene que tener la cabeza fría, si lo consigue contemplará el desfile de los aspirantes maltrechos sin posibilidad de recuperación y podrá mirarse al espejo con el poder en su manos.