La Taberna de Tom Phips, aporte póetico de José Moya Pons

La Taberna de Tom Phips, aporte póetico de José Moya Pons

El 14 de diciembre de 2021 recibí una carta del eminente historiador Frank Moya Pons, en la que consignaba lo siguiente: “Junto con esta nota me da gusto enviarle un ejemplar del libro La taberna de Tom Phips contentivo de un largo y único poema acerca de un lugar mítico en el Caribe que bien pudo estar ubicado en la isla Tortuga, Port-Royal o Samaná, a donde los piratas que azotaban esta región iban a holgar y a disipar sus fatigas marineras en su época de mayor actividad en el siglo XVII.

Este poema fue escrito en 1985 por mi hermano José, quien reside en los Estados Unidos desde hace más de treinta años sin haber perdido su identidad caribeña.

José mantuvo esta obra guardada desde entonces y ha sido ahora cuando, por fin, se decidió a darla a conocer públicamente mediante esta primera edición privada y limitada.

José me ha pedido que le haga llegar su obra a usted y a un distinguido grupo de intelectuales, poetas, críticos y especialistas del lenguaje a quienes podría interesarles su contenido y forma. Me complace, pues, compartir con usted este pequeño libro con la esperanza de que sea de su agrado y goce de su benevolencia. Muy cordialmente le saluda, Frank Moya Pons.

Al día siguiente acusé recibo de la comunicación y el libro de José Moya Pons, con la siguiente nota para Frank: “Recibí con enorme agrado el valioso poemario de tu hermano José Moya Pons, que acabo de leer con la atención que merece una obra poética y, desde luego, con la satisfacción de recibirla por tu mediación, que te agradezco.

De su lectura te avanzo este breve comentario sobre los valores estéticos plasmados en esta creación, que muestra:-Una visión poética de la historia con una definida cosmovisión centrada en la naturaleza de lo viviente a la luz de los procesos vividos en nuestro pasado.

Aplicación de una técnica de composición poética afín al decurso expresivo de las intuiciones y vivencias del autor, canalizadas en una extensa versificación.

Uso de un lenguaje elegante y culto con voces peculiares de caudal patrimonial del castellano clásico (favila, sedeña, magaña, manes, zurrones, bocoyes, almenas, carenar, botijas, morralla, reales, cerrero, falucho, etc.), señal de su conciencia idiomática.

Este poemario muestra la elegancia y la originalidad del talento poético de tu hermano José, cuya obra estudiaré luego, tan pronto cumpla con algunos compromisos intelectuales. Su obra evidencia un valioso aporte al arte de la creación verbal”.

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En el exordio del poemario La taberna de Tom Phips, José Moya Pons anticipa el propósito de su creación:

De estos apuntes sacamos el inusual encuentro con un refugio y asilo de extraña gente de mar llegada de todas partes y aposentada aquí hasta el final de su tiempo.

Es sorpresa que inicia, recorre y termina el cuaderno.

Su publicación preserva estas notas de viaje como dicho de real testigo de vista en este rodeo.
(La taberna de Tom Phips, p. 7).

Esta creación poética, inspirada en hechos de la realidad natural, social, histórica, antropológica y cultural, aborda la huella afectiva de los hechos y circunstancias en la conciencia de los hombres. Todo lo que acontece, influye en la concepción de la vida y en la materialización de la conducta.

Y ya sabemos que lo que sucede, acontece para un fin. Porque nada sucede por azar, sino por necesidad, como sentenció Leucipo de Abdera en la antigua Grecia. Como un notario de su pueblo, el poeta sitúa, relata y describe la taberna de Tom:

Aquí
la taberna de Tom
se regaza en la selva.

Una niebla de ansias,
alcohol y tabaco,
colgada del juego
la envuelve y la cierra.

Al frente, el mar la bordea.
Arriba, un techo de ensueños
la cubre, encanta y vela.

Un reflejo de nácar
nos guía y nos lleva.
(La taberna de Tom Phips, p. 13).

Tres dimensiones conceptuales y estéticas perfilan el poemario de José Moya Pons:

1.El influjo natural, telúrico y celeste, en la conformación biológica, social y cultural de la naturaleza humana. Se trata del impacto de la tierra en la condición biológica en virtud de la relación entre la vida y la naturaleza, que la alimentación encauza y la dimensión física y espiritual asume y potencia, como se infiere del siguiente pasaje de La taberna de Tom Phips:

Caracola
de Tom
pegada a la selva,
nos oye y llama,
nos seduce y espera.
Fumarola de sueños,
reúne las brasas que llegan del asalto y azote,

de lejos.
Incendio de anhelos,
quema vigilias y recuerdos.
A lo perdido avienta canto
y a la entrega le sopla fuego.
Juega y canta.
(La taberna de Tom Phips, p. 15).

2.Influjo afectivo y espiritual entre la realidad natural y la conciencia humana mediante la relación entrañable del alma con las cosas, como se puede apreciar en el vínculo interior que se establece entre el alma humana y la naturaleza de las cosas, que también tiene alma, como lo siente nuestra sensibilidad y nuestra conciencia en cuya virtud compartimos vitalidad y aliento, afecto y empatía, alimento y cariño, como siente y lo expresa el agraciado autor de este valioso poemario inspirado en esa vivencia entrañable que establecemos con la naturaleza de lo viviente:

Brasero
de Tom
funde nostalgias

con oro en piezas y en pasta,
emblemas, piedras de engaste o afiladas,
escudos, espadas, brazales y cadenas,
disuelve ausencias
con alcohol de jugo o de hojas,
carne que se usa o se traga,
y tabaco que se gasta o se muerde.
(La taberna de Tom Phips, p. 17).

3. Coparticipación creadora inspirada en la relación de la naturaleza, la vida y la conciencia humana, que el desarrollo de la creatividad, el goce de la vida y el disfrute de lo viviente concitan y promueven entre los seres y las cosas, índice y cauce de la confluencia de influjos entre lo material y lo espiritual, entre la realidad natural y la condición humana, y entre lo que hacemos y disfrutamos con la mediación de lo viviente en el desarrollo de la vida y el fluir de nuestro quehacer en hechos y aventuras, como lo describe el poeta Moya Pons en este libro:

Con juego
recibe los cueros y la carne que llega
de monte adentro,
aves, cerdos y reses salvajes,
de río adentro, rica carne de manatí y anguilas,
de la bahía,
carne de centollos y pescado,
y del mar abierto del sur
perlas de carne
venida en canoas, desnuda, amarrada y callada
sin reclamo.
Caldo caliente que enciende el olvido
revuelve el jaleo y corta el recuerdo.
(La taberna de Tom Phips, p. 19).

Exaltación del valor de la vida humana incardinada a la naturaleza para ponderar y enaltecer el vínculo entrañable entre el hombre y la tierra, entre lo vital y lo biológico, entre la creación humana y la creación divina que es el mundo, pues en todo hay una armonía fecunda, una relación de coparticipación y desarrollo, de fecundación y crecimiento mediante una cópula entrañable que inspira el encanto de lo viviente en su fluir vitalista y radiante, como lo capta y lo expresa, con el lenguaje de la versificación, el autor de este hermoso y edificante poemario que valora “vivir la tierra”:

Al corral de Tom
de todos los mares, cruzando sus vientos
y guerras,
de todas las selvas, cortando sus ruedos y vedas
venimos de lejos.
Llegamos a vivir la tierra.
(La taberna de Tom Phips, p. 25).

Este poemario describe una historia emocional del pueblo dominicano a la luz de sucesos y leyendas, del pasado de piratas y monteros, de las vivencias de bucaneros y cazadores, de agricultores y recueros con su carga de afanes y delirios. Con apropiados adjetivos, epítetos descriptivos y metáforas reveladoras, el poeta pinta el panorama de una vida, como la que vivieron los que nos precedieron en el tiempo en esta isla de La Española con la magia de una lírica impregnada de imágenes y emociones engarzadas a la tierra y a la vela, al cortijo y la espuela, al florido suspiro del monte y al corsario vapor de la estrella:

Salimos
Tom

del monte nuboso, tibio y oscuro.
Desde el velo de las noches
cerradas y densas bajo los techos verdes
junto a los ojos rojos, miradas en fuga entre ramajes,
y las cuentas de las lunas sobre el verdín
de los relieves
favila de los empeños, aroma de los retoños,
anhelos
y desde los rumores de los torrentes,
relumbre del boscaje
lejos de los senderos
cerca de los luceros.
(La taberna de Tom Phips, p. 29).

Al contar su historia mediante el lenguaje de la creación poética, el poeta sabe que está haciendo literatura y, en consecuencia, acude al recurso de las imágenes, con sus metáforas y símbolos, para describir lo que ha conocido y ha visto, y con expresiones indirectas muestra lo que siente y concita su sensibilidad en voces cultas y refinadas de alta prosapia castiza y formas bellas y elocuentes y del buen decir de la creación verbal, como muestra esta elegante estrofa:

Venimos
desde el molde de la madera,
rumiando
trochas, simas y valles
desde el seno de la palmera,
mordiendo atajos, lluvias, temores,
a la magaña de la taberna,
las suertes de sus fanales,
las redes de sus fulgores.
(La taberna de Tom Phips, p. 33).

En esta recreación de la vida de la isla en los tiempos coloniales, el autor evoca, en su diálogo imaginario con Tom Phips, el acarreo de reses y cueros, cerdos y aves, conjuros y revuelos, sangre y duelos, racimos y leños, y la bestia cimarrona, y el ciento montaraz, y los ríos y lagunas, y la carne cecina en los tiempos de abundancia de reses y de víveres, y puercos verracos y ganado salvaje de cuando los “perros se amarraban con longaniza”:

Carne de marranas gordas
dorada por las cenizas del estío entre fogatas.
Es cecina,
carne seca al sol, sazonada,
o tasajo
cortado en tiras, en bandas, siempre ahumado.
Es tocino
colgado del techo de los ranchos
y del pecho de la aventura.
Carne de tortugas,
gansos salvajes y palomas,
y de mulos de río y pescado
ensartados desde las canoas.
(La taberna de Tom Phips, p. 39).

El autor de este estudio vivió su infancia en el campo en los años 40 del siglo XX, y los viejos de entonces hablaban de su niñez en sus estancias campestres, y de la abundancia de víveres y reses, y evocaban la vida idílica y bucólica, como la que se describe en este poemario de José Moya Pons, que canta y exalta la vida campestre (“Desde lejos venimos a tu taberna/Tom/a vivir la tierra”, p. 47), y, al representar a los hombres de mar, a marineros y viajantes, que llegaron a la taberna de Tom desde sus recios navíos, escribe:

Llegamos
fijando las quillas, tirando las anclas,
bajando las velas,
atando el ronzal, alzando las tiendas,
dejando las ancas.
A tu taberna
Tom
llegamos a vivir la tierra.
(La taberna de Tom Phips, p. 57).

La taberna de Tom Phips tenía un embrujo. En los campos, las pulperías han sido centros de encuentro de los jóvenes en busca de diversión y tragos, y se cuentan sus pasiones y aventuras, y desahogan sus penas y delirios, y allí llegan, como llegaban los personajes de este texto legendario de Moya Pons, que arribaban a la taberna de Tom vadeando ríos y treguas, velando sendas y cortezas, rastreando hechizos y tragos. La taberna de Tom atizaba leyendas y entuertos, pasiones y aventuras, furias y delirios:

Al rancho de Tom
llegamos cantando, cubriendo
cables y leguas,
hinchando todas las velas,
bordeando todas las sierras,
soñando vivir la tierra.
(La taberna de Tom Phips, p. 65).

El emisor de estos emotivos versos, relator de un pasado compartido con tierras y mares, con rufianes y bueyeros, con afanes y penas, con rebaños libres de corrales, con vivencias de destellos selváticos y morriña de taberna, el viejo Tom, ducho en marear carne y penas, trifulcas y delirios, paga por la vida, el vino y el juego, que este poemario recoge y revive con la pasión de quien evoca, emocionado y consentido, para disfrute de sus lectores:

Prepara la sentina
Tom
azuza el fuego, estiba los barriles,
llena las garrafas, tira tus cartas,
tu oro entierra
que llegamos con fuerza a vivir la tierra.
(La taberna de Tom Phips, p. 75).

Un dato curioso en la formalización de este poemario, es la composición de una estrofa ensartada solo con sustantivos y un par de preposiciones (de, para) sin verbos y un adjetivo, una forma de creación que enfatiza el rol de las cosas en las vivencias humanas:

Argolla de Tom
nudo, remo, fondo, lazo, baraja,
ruta, puerto, cabo, banco, boya,
rumbo, barca, tierra, cuba, tinaja,
vela cuarteada,
ribera,
cauce, acabo, sello, remate,
aguas, abiertas y barra
aguas de Tompara su embate.
(La taberna de Tom Phips, p. 89).

Al ser una obra inspirada en el pasado de la tierra y en la historia de su gente, es natural, oportuno y pertinente, que el autor del poemario, un poeta culto y cultivador del lenguaje antiguo, use voces y giros del caudal patrimonial del castellano antiguo, como favila, sedeña, magaña, manes, cecina, zurrones, cerrera, almenas, botijas y jarcias, índice y cauce de un nivel de lengua que este grandioso poeta rescata y revive.

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Este hermoso poemario de José Moya Pons, La taberna de Tom Phips, inspirado en la vida de piratas y viajantes, marineros y cazadores de los pasados siglos en la sociedad aldeana de La Española en la época colonial, muestra un panorama de la naturaleza, la historia y la vida de esta isla caribeña en las Antillas.

Convertir la historia en poesía, y hacer de la naturaleza el cauce de las vividuras es lo que ha hecho, con originalidad y belleza, el poeta nativo de La Vega, José Moya Pons, con el uso del lenguaje culto y la formalización del arte de la creación verbal.

Refugio de navegantes, trotamundos y aventureros, la costa de Samaná en el nordeste de la isla de La Española donde floreció la taberna de Tom Phips, es el centro de evocaciones y vivencias de viajeros que desahogan sus pasiones y delirios, de caminantes que destilan sus anhelos y aventuras, de rufianes que trenzan, entre tragos y cuentos, sus historietas y leyendas, que José Moya Pons asume, recrea y convierte en un singular y memorable poemario sobre el pasado legendario de esta nación caribeña.

En su aspecto formal este poemario es una sinfonía de versos y estrofas y voces y figuraciones, concatenados a un sentido edificante y luminosos que da vida al pasado de esta nación de hombres verracos y valientes que protagonizaron intensas jornadas de aventuras y pasiones con sus anhelos irredentos atizados en la taberna de Tom Phips.

Historia emocional y legendaria, lírica y simbólica, de un estadio paradisíaco, idílico y bucólico, mítico y real, que el poeta dominicano oriundo de La Vega describe, perfila y recrea con la elegancia de la palabra culta y el fulgor del decir más bello:

La taberna,
madero con cabos, lonetas y alas
en mareaje libre al alborozo,
vadeando su estiba de carne,
flota
en humo y licor revueltos,
vuela sobre fuego
y navega
entre remolinos de alcohol y miel de reserva.
(La taberna de Tom Phips, p. 111).

Asumir los datos de la realidad natural, las peripecias de la realidad histórica, las memoranzas de realidad social y los cortijos de la realidad antropológica y convertirlos en sustancia de la realidad estética para hacer una obra poética con el lenguaje esmerado y culto del buen decir, ha sido el acierto creador de José Moya Pons en La taberna de Tom Phips. Poética de lo viviente, también lo es de la supervivencia del pasado en el presente con el encanto de la emoción estética y el primor de la fruición espiritual.

Bruno Rosario Candelier
Movimiento Interiorista del Ateneo Insular
Moca, República Dominicana, 13 de mayo de 2022.-a

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