La talla pequeña

La talla pequeña

La normativa internacional lo impide, pero la talla 6  (en Europa la 34) sigue desfilando a sus anchas por pasarelas de todo el mundo.  Las caras demacradas y los cuerpos esqueléticos responden a un ideal de belleza llevado al extremo: el de la mujer masculina. Afortunadamente, cada vez mayor número de diseñadores se apuntan, de nuevo, a las curvas…

La ambigüedad sexual surgió como tendencia en los años 20, cuando las mujeres empezaron a adoptar un estilo y unos hábitos masculinos para reivindicar la igualdad entre ambos sexos. En los últimos años se ha pasado de copiar el estilo del hombre,  a querer copiar también su cuerpo. 

La tendencia unisex se inspira en el guardarropa del sexo opuesto, pero también pretende borrar cualquier atributo femenino. Poco pecho, caderas rectas y rostros afilados.

El adjetivo andrógino hace referencia a una persona cuyos rasgos externos no se corresponden definidamente con los propios de su propio sexo. Andrógino además es sinónimo de hermafrodita, que tiene los dos sexos. ¿Hombre o mujer?, se lleva la ambigüedad, o por lo menos muchos diseñadores desean que se lleve y se empeñan en imponerla en sus desfiles.

Es entonces cuando surge el peligro y las más jóvenes, con el espejo de las pasarelas y con el afán de imitación, pueden caer en enfermedades como la bulimia o la anorexia. La obsesión por querer borrar las curvas de la mujer se puede pagar muy cara…  

La modelo Bimba Bosé  es un buen ejemplo del modelo andrógino del siglo XXI. Sus rasgos, pelo, pero sobre todo su cuerpo (delgado, sin curvas y apenas pecho) despista acerca de su sexo. Como ella, en la pasarela desfilan muchas otras modelos de complexión atlética, en ocasiones esquelética. 

A pesar de las normas de las organizaciones de este tipo de eventos, la ropa se sigue exhibiendo en maniquís que usan tallas mínimas inferiores en Europa a la 38 (en América la 10): la 36 (8) o incluso la 34 (6). Algo desproporcionado si tenemos en cuenta que son chicas que miden en torno a 1,80 metros y pesan poco más de 50 kilos. 

Calvin Klein fue uno de los primeros en apostar por este prototipo de mujer. A finales de la década de los 90, entre “top models” voluptuosas con cuerpos de escándalo, como Cindy Crawford o Linda Evangelista, el diseñador americano contrató para su campaña de ropa interior a una jovencísima y entonces principiante Kate Moss. Su aspecto demacrado, casi enfermizo, dio paso a un nuevo concepto de belleza, cuestionado pero compartido por otros diseñadores.

Giorgio Armani, Paco Rabanne, Jean Paul Gaultier… ellos también han jugado con la ambigüedad hombre-mujer a la hora de presentar sus creaciones al público. En el caso de Paco Rabanne la tendencia unisex se relaciona con la futurista.  Las modelos andróginas, con cráneos hinchados, pómulos marcados, ojos hundidos y clavículas marcadas, parecen seres de otro planeta.

El peligro: anorexia y bulimia

Pero, ¿realmente esto es belleza? La respuesta varía según los círculos a los que preguntemos.  En la calle y en los foros de Internet la mayoría no está de acuerdo con admirar como bello algo que en ocasiones llega a resultar repulsivo. Consideran que se trata de figuras antinaturales, y precisamente esto es lo que atrae a los diseñadores que trabajan con ellas: las ven modernas, distintas y misteriosas, características suficientes como para llamar la atención de cara a la venta.  

Pero si el gusto por lo andrógino no se controla, la imagen que se transmite no es saludable. Entonces los diseñadores si que consiguen llamar la atención de cierto sector de público: aquel que por factores biológicos, psicológicos o sociales tiene riesgo de caer en las garras de la anorexia o la bulimia. 

Muchas veces las primeras que padecen estas enfermedades son las propias modelos, a las que para trabajar en el mundo de la moda se les exige un peso y unas tallas especiales en función de la idea del diseñador.

Las curvas,  competencia peligrosa

Sin embargo, hace pocos años se produce una tendencia opuesta en ciertas pasarlas que  se ha ido abriendo paso con fuerza: la de la vuelta de la mujer femenina, en la que la función de las prendas de ropa es resaltar los atributos propios de su sexo.

Cuerpos con un pecho, unas caderas y un trasero bien puestos.  Las modelos brasileñas, con Gisele Bundchen a la cabeza, son las abanderadas de esta nueva mujer que no oculta su identidad. 

Aunque algunos diseñadores se resisten a abandonar el prototipo de extrema delgadez, cada vez son más los que se rinden ante los encantos de chicas con curvas como Crystal Renn. Hasta Jean Paul Gaultier ha caído en sus redes.

Nacida en Estados Unidos, tiene 19 años y pesa 75 kilos.  Sus medidas (96-82-109) no son nada convencionales en una modelo.  Ha deslumbrado en la Semana de la Moda de Milán, donde ha cerrado desfiles para diseñadores de tallas grandes como Elena Miró. 

Con bellezas como Crystal Renn, una chica que incluso se puede llegar a considerar gordita, la era andrógina empieza a tener los días contados…

Orígenes del concepto de unisex 

La ambigüedad sexual no es una simple cuestión de imagen, aunque al final es en lo que acaba convertida. Sus raíces son sociales. Se trata de una expresión externa de la lucha por conseguir la igualdad entre hombres y mujeres. A modo de reivindicación, las mujeres adoptan una imagen y un comportamiento típico masculino.   

Los orígenes del concepto de unisex los encontramos al comienzo del siglo XX, en la época dorada de los años 20 y el charlestón, cuando las mujeres empezaron a fumar, a cortarse el pelo como un chico y a llevar diseños con siluetas geométricas que apenas marcaban la figura femenina. 

En la década de los años 30 algunas valientes, como la actriz Marlene Dietrich, se atrevieron a usar esmoquin y corbata, indumentarias y actitudes que eran un escándalo para la época.

La tendencia andrógina se ha puesto de moda recién comenzado el siglo XXI y con ella de nuevo la polémica.  Pero esta vez con motivos, porque se vincula con enfermedades como la anorexia o la bulimia. EFE – Reportajes

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