La tardanza de la esposa

La tardanza de la esposa

Pocas veces he visto a una mujer en un estado de cólera tan exacerbado como mi amiga cuando me hablaba sobre las infidelidades de su marido.

– Mario, tu enllave de infancia podría ganar un concurso mundial de hombres cuerneros, con amplísima ventaja sobre el que ocupe el segundo lugar. Anteanoche lo atrapé haciendo el amor con la sirvienta, una mujer carente totalmente de encanto, cincuentona, con cuerpo y ademanes de hombre. Es tan amachorrada, que me ha cruzado por la mente la idea de que es un travesti. Eso demuestra que hasta su venita de pájaro tiene ese maldito. Pero le voy a dar una lección que no olvidará mientras viva, y que lo llevará a serle absolutamente fiel a su próxima esposa.

De nada valieron los argumentos que esgrimí en defensa del incorregible mujeriego, mi compañero de parrandas de los años de juventud; la mujer juró que se vengaría.

Conociendo el carácter violento de la dama, quien no había procreado hijos con su pareja en cinco años de matrimonio, concerté una reunión con el hembrófilo, manifestando mi temor de que su cónyuge le pusiera demanda de divorcio.

– De ese susto no voy a morir, porque no es la primera vez que me descubre una jugada extramarital. Lo que hago en estos casos, es pasar un tiempo tranquilo, complaciendo sus antojos, especialmente los relacionados con vestimenta y asistencia a espectáculos artísticos, hasta que se le pase la rabieta.

Habló como quien está completamente convencido de lo que dice, pero no había transcurrido una semana cuando me llamó por teléfono una noche con voz alterada.

– Esa mujer mía es una desequilibrada, una loca. Esta mañana salió temprano, supuestamente para el supermercado, y cuando llegué a la casa a las seis de la tarde no la encontré. Asustado, pensando que algo malo había ocurrido, la llamé a su celular.

 Lo tomó, me dijo que estaba bien, y al pedirle que me dijera donde se encontraba, porque escuché claramente ruido de vehículos, me dijo que frente a un play.

-¿Frente a un play…andaba por el estadio Quisqueya?- pregunté, asombrado.

-No, la cabra alpina le preguntó a una señora el nombre del play, y ésta respondió que se trataba del Yankee Stadium.

Afortunadamente corté la comunicación, porque mi carcajada iba a sonar segundos después de su llanto con jipíos.

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