La tarea de ser feliz

La tarea de ser feliz

Por MARTHA PÉREZ
El mundo de hoy trae consigo innumerables e importantes avances de la ciencia y la tecnología, que ninguna persona razonable pasa por alto. Existe una especie de acomodo maravilloso para vivir y disfrutar. Sin embargo hay gente que anda por doquier despertando una compasión infinita cuando, pareciendo ser feliz, va y viene siempre apurada, molesta por la presión de sus problemas, afectada por difíciles situaciones, por incómodas enfermedades y siempre tras la búsqueda de una respuesta, de lo que espera le sea “la felicidad”. Y no se da cuenta de que además de la presión y las “dificultades” tiene derecho al amor, a la diversión y el entretenimiento y a la paz, para que el mundo sea habitable para la humanidad.

Por esa razón, el ser humano anda lleno de problemas siempre en búsqueda de esa felicidad pero generalmente casi vencido antes de encontrar lo que busca. Es una de las razones por las que muchas personas no aprenden a ser feliz aún en medio de dificultades. La felicidad se localiza en la autoestima.

Unos tienen cuanto desean pero se muestran profundamente desafortunados, vacíos, como que la vida les es nada. Otros pueden tener bienestar porque buscan lo que profundamente desean pero no perseveran y a la primera vez que usan verticalmente la vara para remenear la rama del árbol, la sueltan si no le cae frutos. No toman la esencia de que “hay que varear mucho un olivo para ver caer una sola aceituna”.

El ser humano existe para ser lo que es, un portador y dador de vida, con un significado material y espiritual, y con la tarea de ser feliz, a partir de su propia realidad. Una felicidad practica, no sujeta a un orden lógico, que se consigue en su propia interrelación. Pero la interrelación ser humano-ser humano está costando mucho tiempo y está causando problemas, a nivel global, porque hay naciones y/o personas que todavía no pueden entenderse. Aunque hay esperanza; la misma realidad la está marcando.

Existe un mayor obstáculo, que es uno de los mayores problemas, es la brecha entre ricos y pobres, que como tal, traza como una línea entre la felicidad y no ser feliz, como si la felicidad fuera meramente la riqueza, la fortuna. Y no un estado o modo de vida alcanzado a través de la comprensión de la propia dinámica de la vida y la aceptación de sus diversos y complejos momentos o estadios.

Cuando no existe la comprensión de esa dinámica y la aceptación de sus complejos momentos, se produce un nivel de deshumanización, de inconformidad, se pierden los valores, provocando una desnaturalización en la forma de pensar y hacer, en el sentir, hablar y manifestarse entre sí, afectándose las relaciones interpersonales y sociales.

Consecuentemente, el valor de la vida cambia; ya no hay preocupación por lo ético-moral; el escenario se vuelve propicio para generar algún tipo de violencia de cuya denominación se encarga la causa central que la origine, generalmente intrafamiliar y de pareja. La mayoría de la gente olvida que tiene, por naturaleza, la tarea de ser feliz; algunos esperan y aspiran a la felicidad traduciéndola en la adquisición de objetos materiales de todo tipo, casi siempre en comparación con los que otros poseen o con lo que entra de moda al mercado. Le asignan a aquellos un grado de felicidad al que ellos quisieran llegar.

De ahí los lamentos, inconformidad, resabios y hasta maldiciones de su “mala suerte”. Y cuando llega el momento en que la suerte le cambia, finalmente reconocen que perdieron un buen tiempo tras un estado de felicidad que no buscaban, porque lo alcanzaron en base a la interpretación del estado feliz ajeno sin identificar, conscientemente, el que ya tenían para el estado ideal. Por eso, la realidad particular, el amor por sí mismo y por lo que hace, juega un papel determinante ante la tarea de todo ser humano, de ser feliz.

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