La  tautología del crecimiento del PIB

La  tautología del crecimiento del PIB

En los círculos empresariales, gubernamentales y de economistas, al igual que en los  de representantes de los organismos internacionales de financiamiento, se felicitan por los niveles de crecimiento del producto interno bruto (PIB), como si fuera una medida del progreso logrado en el país.

Sin embargo, la celebración de esos datos se apaga al descubrir que el producto interno bruto por sí solo no ofrece un panorama total de la situación económica y social del país o el lugar que ocupa en la región en cuanto a logros en la reducción de la pobreza y la desigualdad social.

En el matutino HOY el 5 de septiembre se publicó que el producto interno bruto había crecido en un 7 por ciento.

Este acontecimiento causó el elogio de la opinión pública sin advertir que aunque los ricos del país continúan aumentando sus riquezas, la brecha existente entre ricos y pobres y entre las áreas urbanas y rurales es un desafío para el crecimiento económico y la estabilidad del país.

A pesar de que en la actualidad las estadísticas reflejan elevadas tasas de crecimiento del producto interno bruto, no debemos de ignorar que el país se enfrenta a muchos desafíos, algunos de los cuales continúan notándose durante los últimos cincuenta años.

Tenemos que reconocer que se han cometido muchos errores en los procesos de industrialización, urbanización y de modernización y como pese a los esfuerzos de lograr elevadas tasas de crecimiento del PIB y de que los empresarios acumulan cada vez más riquezas, la Nación como un todo no se beneficia a causa de la implementación de políticas públicas que mantienen o incrementan los niveles de pobreza y desigualdad social existentes.

 De acuerdo con las Naciones Unidas una visión más integral y realista de analizar el problema de la desigualdad económica y social es a través de un enfoque de desarrollo humano, utilizando el mecanismo del índice de desarrollo humano, cuyo punto focal del desarrollo son las personas. Se trata, en este sentido, de que las personas desarrollen su potencial, aumenten sus posibilidades y disfruten de la libertad para vivir la vida que valoran.

Desde hace aproximadamente dos décadas, el Informe sobre Desarrollo Humano ha sido una importante referencia, no sólo porque pone de manifiesto que el ingreso per cápita no es un indicador para medir el progreso de la sociedad, sino también porque ofrece una serie de herramientas de un análisis centrado en las personas, y cómo éstas influyen en la manera en que deberíamos reflexionar sobre algunos grandes desafíos.

Preocupado por la situación creciente de pobreza y desigualdad social existente en la región de Latinoamérica y el Caribe y tomando en cuenta su impacto negativo en las personas, economía, política y en la sociedad, el PNUD acaba de publicar su Primer Informe de Desarrollo Humano sobre la desigualdad en América Latina y el Caribe. Dicho informe enfoca principalmente su mensaje en que la reducción de la desigualdad debe ser la prioridad política de la región, por medio de la adopción de políticas públicas que incidan en los mecanismos que hacen que persista la desigualdad y sus vinculaciones socioeconómicas entre generaciones.

Por otra parte, como lo demuestran los estudios recientes llevados a cabo por el PNUD, en Argentina, Brasil, Chile, México y Perú hubo una reducción de la desigualdad a principios de este siglo, debido básicamente tanto a una mayor incidencia del gasto social como a una dinámica ampliación de la cobertura educativa a nivel básico y medio, que ha propiciado un cambio en la composición de la fuerza laboral en un contexto de globalización.

No cabe duda que los programas públicos de transferencias monetarias condicionadas (Bolsa de familia en Brasil y Oportunidad en México) han tenido efecto en la asistencia escolar y en algunos indicadores de nutrición y salud, particularmente en los niños y niñas.

Sin embargo, como muy bien lo señalan las evaluaciones específicas incluidas en el informe mencionado, dichos programas no reducen la desigualdad ni la pobreza por no estar vinculados a una mayor calidad de inserción laboral ni mucho menos se destinan a resolver el grave problema de los niños y niñas que no estudian ni trabajan.

El informe del PNUD, en su página 26, refleja que los países de América Latina y el Caribe continúan apareciendo como los líderes de la desigualdad a nivel mundial y en ese sentido, de acuerdo al índice Gini del ingreso per cápita del hogar, nuestro país está incluido entre los quince países de la región donde persiste el mayor grado de desigualdad social.

Dentro de ese contexto, países como Costa Rica, Argentina o Uruguay muestran mayor equidad con índices inferiores a 0.49, mientras la República Dominicana posee un índice de 0.52. Del mismo modo, el coeficiente de Gini del ingreso de la región es un 65 por ciento más elevado que el de los países de mayores ingresos, un 36 por ciento más alto que el de los países asiáticos y un 18 por ciento más elevado que el promedio del África subsahariana.

De acuerdo con el PNUD, dicha situación se explica por los llamados “nuevos márgenes de desigualdad” porque si bien  actualmente, en la mayoría de los países, se ha ampliado la cobertura de los servicios públicos, la desigualdad social se observa en las brechas en la calidad de esos servicios.

Otro factor a considerar es la gran distancia que existe entre las aspiraciones posibles de los grupos más favorecidos y aquellas de los sectores de la sociedad menos favorecidos.

Por lo tanto, se hace imperativo no sólo continuar el combate a la pobreza, sino además fortalecer los instrumentos que permitan reducir la desigualdad y que fortalezcan a la clase media y a la población de bajos ingresos.

El mencionado informe subraya la necesidad de incidir sobre las condiciones objetivas de los hogares y las restricciones que enfrentan, sobre aspectos subjetivos que determinan la autonomía y las aspiraciones de movilidad social y, finalmente, sobre la calidad y eficacia de la representación política y la capacidad redistributiva del Estado.

Ha llegado el momento de reexaminar nuestras metas de desarrollo económico y social.

Se hace imperativo recalcular nuestras tasas de crecimiento y nuestras riquezas, tomando en consideración el costo social que se ha pagado y se continúa pagando por mantener políticas públicas que exacerban aún más la pobreza y desigualdad social en nuestro país. Se requiere un nuevo pensamiento económico que tome en cuenta la eficiencia en el uso de los recursos naturales y el ser humano. Concentrarnos en la falsa justificación del crecimiento del PIB, sólo nos llevará a mayores incertidumbres.

Por último, mantener el estado actual de pobreza y desigualdad social sería mantener a la población en el obscurantismo y la ausencia de oportunidades y movilidad social.

Como diría el novelista ruso Chejov, perpetuar la pobreza y la desigualdad social es mantener la mente del pueblo inculta, para que sus ojos y sus oídos sean malos testigos. 

La cifra

7.5% creció el producto interno bruto  del país durante el primer semestre del año, según el informe preliminar de la economía dominicana del Banco Central.

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Los líderes en desigualdad

El informe del Programa de Naciones Unidas  para el Desarrollo, en su página 26 refleja que los países de América Latina y el Caribe continúan apareciendo como los líderes de la desigualdad a nivel mundial y, en ese sentido, de acuerdo al índice Gini del ingreso per cápita del hogar, nuestro país está incluido entre los quince países de la región donde persiste el mayor grado de desigualdad social. Dentro de ese contexto, países como Costa Rica, Argentina o Uruguay muestran mayor equidad con índices inferiores a 0.49, mientras la República Dominicana posee un índice de 0.52. Del mismo modo, el coeficiente de Gini del ingreso de la región es un 65 por ciento más elevado que el de los países de mayores ingresos, un 36 por ciento  más alto que el de los países asiáticos y un 18 por ciento  más elevado que el promedio del África subsahariana.

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