La tecnología de hoy ofrece sólo una difusa visión del futuro

La tecnología de hoy ofrece sólo una difusa visión del futuro

Tal vez es el resultado de años de desafiantes estudiantes en los tutoriales de Oxford, pero mis amigos, algunas veces, me describen como antisugestionable, demasiado inclinado a señalar la debilidades incluso en argumentos bien presentados a favor de temas tan simples como la maternidad y el pastel de manzana. Así que es una experiencia inusual para mí abandonar un debate que es persuadido por ambas partes.

Pero esa fue mi reacción la semana pasada ante un debate en el Centro de la Universidad de Columbia sobre Capitalismo y Sociedad. Los dos protagonistas de este son profesores de la Universidad Northwestern de Illinois.

En una esquina estaba Robert Gordon, famoso por su visión pesimista del futuro tecnológico. En la otra esquina estaba Joel Mokyr, un historiador económico moderno por excelencia de  la rama de la tecnología.

Gordon sostenía que en el siglo 1870-1970, el progreso tecnológico avanzó a un ritmo sin precedentes y probablemente irrepetible. Varias tecnologías transformacionales se ejecutaron simultáneamente: la electricidad, el transporte motorizado, la fontanería y el saneamiento.

Trate de imaginar un mundo en el que el único poder disponible fuera de las grandes fábricas es provisto por el esfuerzo físico de los seres humanos o de los animales. Un mundo en el que la luz artificial es costosa y de baja calidad. Un mundo en el que la mayoría de las personas pasan sus vidas enteras a pocos kilómetros de donde nacieron, y la mayoría de los productos deben ser consumidos dentro de unos pocos kilómetros de donde se fabrican.

Las mujeres tienen que dedicar casi todo su tiempo a las tareas domésticas rutinarias: buscar y transportar el agua, crear calor para el hogar y cocinar, confeccionar, reparar y lavar la ropa.

Así era como la mayoría de la gente vivía antes de la revolución científica e industrial. En muchas partes del mundo, todavía es así como se vive.

Nunca veremos una transformación así de nuevo, argumentó Gordon. Desde 1970, ha habido un progreso espectacular en un grupo de tecnologías: la informática y la electrónica. Pero en la mayoría de otras áreas de la ciencia que son aplicadas industrialmente -materiales, farmacología, combustible y energía, así como los medios de transporte y la innovación de juegos- han dado lugar a una mejora gradual.

El avión 747 en el que crucé el Atlántico todavía se reconoce como el mismo avión en el que hice mi primer viaje hace 40 años. Cuarenta años antes de eso, la aviación comercial apenas existía, aún 40 años antes, Lord Kelvin, el gran científico, había dicho que el vuelo tripulado o manejado era imposible.

Del otro lado del debate Mokyr destacó las limitaciones de nuestro conocimiento del futuro. Es la naturaleza de las nuevas tecnologías radicales, que anticiparse a ellas es un gran camino por recorrer a lo largo de la vía de inventarlas.

Citando a los historiadores Derek Price y Nathan Rosenberg, Mokyr señaló que el surgimiento de la ciencia industrial, en gran parte, fue el resultado de los nuevos instrumentos de descubrimiento: en particular del telescopio, que nos permitió ver a gran escala, y del microscopio, que nos permitió ver a pequeña escala. Nadie podía haber previsto la amplitud y profundidad de los conocimientos en que resultarían.

La adición de la capacidad de procesamiento de datos a nuestros instrumentos de descubrimiento, según Mokyr argumentó, presagió una revolución de importancia comparable en nuestra capacidad de ver y de ahí empezar a entender el universo.

 El escáner CAT y el misil de crucero son ejemplos sencillos de cómo una computadora conectada a dispositivos de detección puede encontrar y lograr cosas mucho más allá del alcance de cualquiera de cada uno por separado.

El conocimiento es más que aditivo. Lo que aprendemos cuando juntamos o unimos dos cuerpos de conocimiento, puede ser mucho más que la suma de cada uno por separado. Es por eso que las mejoras tecnológicas que hacen más fácil el acceso a ese conocimiento son tan importantes.

No sabemos lo que vamos a descubrir, sólo que hay mucho aún por descubrirse.

Las posiciones encontradas son a la vez convincentes. Sin embargo, ambas partes fueron capaces de ponerse de acuerdo en relación a una proposición.

Las innovaciones que causan tanto revuelo entre tecnófilos actuales, como Big Data y pequeños robots, son modestos en términos históricos.

El vehículo es transformacional, el auto sin conductor es incremental. Al sustituir un cable o una onda de radio, para un mensajero físico es revolucionario, en comparación, se podría mencionar que el correo electrónico y el cable de fibra óptica representan un paso más modesto.

Mokyr observó la elocuente decepción del empresario de la tecnología, Peter Thiel: “Queríamos carros voladores, y nos dieron 140 caracteres”. Un punto preliminar para entender el futuro es reconocer lo poco que sabemos, o que podemos esperar saber.

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