La tempestad calmada

La tempestad calmada

POR LEONOR ASILIS
Hoy me siento motivada a reflexionar sobre este bello pasaje del evangelio de San Mateo donde se nos narra el episodio en la vida de Jesús cuando calmó la tempestad.

Leamos:

“Aquel día, al atardecer, les dice: Pasemos a la otra orilla. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; e iban otras barcas con él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: Maestro, ¿no te importa que perezcamos?

Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! El Viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe? Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?”

Meditemos en la primera frase de Jesús. Su invitación de pasar a la Otra orilla. Como si nos señalase que es preciso no estancarnos en la vida espiritual; por el contrario, debemos de movernos, pasar experiencias que vemos, no son siempre agradables. En efecto, navegar en un mar tranquilo es dulce, pacificante, relajante. Por el contrario, navegar en un mar impetuoso si no tenemos confianza en que sobrepasaremos el temporal es espeluznante, inquietante, y nos puede provocar la desesperación, mala compañía en un viaje. Lo importante es llegar. Por eso es importante contar con un buen  guía, en este caso un buen capitán.

Así nos pasa en nuestra vida. A veces pensamos que naufragaremos en la tempestad del mundo y en los problemas que se  nos presentan; y dudamos, vacilamos y hasta enfermamos del temor que pretende apoderarse de nosotros.

Este es el momento vital cuando debemos afinar nuestro oído en caso de Que esté perdido entre las múltiples voces extrañas que pretenden desviarnos de la ruta certera que nos conducirá al puerto, y escuchar la voz divina del Capitán de capitanes : ¡No temas, ten fe!

Y el mar volverá a la calma; Cristo no está lejos de nosotros; duerme junto al timón, para que cuando nuestra fe desfallezca, cuando estemos tristes y desamparados, Él tome el timón de nuestra vida. Basta que le llamemos,

que contemos con El, que le busquemos y le sigamos.

En este pasaje, como en otros episodios, se ve la voluntad de Jesús de inculcar en los Apóstoles y sus discípulos (incluidos nosotros) la fe en su propia presencia operante y protectora, incluso en los momentos más tempestuosos de la historia, en los que se puede infiltrar en  el espíritu la duda sobre la asistencia divina.

No importa cuales sean nuestras tempestades, si sabemos contar con el

Capitán del Barco que sabrá actuar en el momento oportuno, probando así nuestra fe.

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leonor.asilis@verizon.net.do

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