La tentación maniquea de los historiadores

<p>La tentación maniquea de los historiadores</p>

 REYNALDO R. ESPINAL
Prometí en la anterior entrega referirme al peligro consistente en el «uso político» de la historia, lo que encontró campo fértil, en tiempos recientes, en las luchas ideológicas, que derivando en luchas intelectuales, estableció, por ejemplo, la segmentación entre historiadores «burgueses» e historiadores «marxistas».

Aludo a tal fenómeno con el calificativo de «tentación maniquea». Como se sabe, el maniqueísmo fue una herejía a la que hubo de enfrentarse el Cristianismo naciente- se llega a afirmar que San Agustín fue uno de sus más férvidos adeptos antes de convertirse – cuya doctrina consistía en dividir el mundo en «buenos» y «malos» de tal suerte que entre ambos bandos no podría darse jamás encuentro ni acercamiento alguno.

Pienso, de entre los historiadores marxistas, en la respetable figura del historiador cubano Manuel Moreno Fraginals, cuando enfebrecido con los fulgores de la Revolución Cubana triunfante escribe aquel memorable ensayo titulado «La Historia como Arma», que dedicaba al Che Guevara y con el que pretendía hacer manifiesto su compromiso de historiador con el socialismo.

Afirmaba Moreno Fraginals, entre otras cosas, en el precitado ensayo: «repitiendo determinados conceptos históricos a los niños en las escuelas y al pueblo todo a través de los diversos medios de comunicación, la burguesía ha tratado de crear un mundo de mitos que en su raíz es idéntico a la creencia en san Juan Bosco o en el Santísimo niño de Praga. Sólo que la historia escrita es más peligrosa que las antiguas formas religiosas a las que pretende sustituir o complementar, ya que los mitos históricos no responden a la mentalidad primitiva si no que se cotizan en el mercado de las ideas como productos modernos y científicos…»

Lo que obviaba decir el reputado historiador era que combatiendo un mito, estaba contribuyendo a darle vida a otro no menos pernicioso, reduccionista y falsificador de la realidad. El mito de la sociedad «igualitaria» colectivista.

¿Cómo habría de situarse, entonces, un historiador responsable que pretenda dar una interpretación no falsificada de este régimen sociopolítico? debería hablar de sus logros culturales y educativos, por ejemplo, pero también del «gulag» y las «purgas» de Stalin.

Vale lo mismo, lo que por demás irrita, cuando no pocos mitómanos historiadores capitalistas, pretenden vender la idea de que la sociedad norteamericana ha sido, desde sus orígenes, respetuosa de la libertad y los derechos de los pueblos. A ello habría que argumentar que si puede llamarse respeto expoliar a los indígenas, humillar a los negros o apoderarse a sangre y fuego de casi la mitad del territorio de México.

Y cabe decir que la mitomanía histórica está hoy más presente que nunca en el pensamiento neoconservador que traza la política exterior norteamericana. Estados Unidos, según su discurso, está predestinado a cumplir con la histórica misión de defender la libertad y a propagar la democracia, aunque para ello, cabe agregar, sea preciso matar niños en Irak o que los gastos de guerra priven a millones de emigrantes y ciudadanos norteamericanos del derecho a la salud.

En el caso de América Latina la mitomanía política y la consiguiente manipulación de la historia para justificarla nunca ha estado ausente .Ello no es nuevo y trataré de demostrarlo en una próxima entrega apelando a algunos ejemplos.
reynaldoespinal@hotmail.com

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