En recientes artículos y en el libro que publiqué hace un año, he abundado sobre el tema de la identidad, y su importancia en el desarrollo de individuos y naciones. Recientemente he llegado a conocer los aportes de José Batista, un extraordinario escritor, y consultor internacional de origen dominicano sobre gerencia y administración; quien, a su vez, me ha puesto en contacto con los recientes desarrollos de la Teoría de la Identidad como instrumento del cambio social, familiar e individual, y como herramienta potencialmente poderosa en el plano de la psicología y la psiquiatría. Batista ha estado trabajando en cooperación con el destacado neurólogo Humberto Nicolini. De acuerdo a Nicolini los momentos de crisis de adaptación y transformación que viven individuos y culturas en nuestros días, “demandan reacción emocional y de sentimientos sanos; siendo el verdadero factor de riesgo la capacidad de individuos y sociedades de poder procesar saludablemente la transición; que es lo que precisamente hace la Teoría de la Identidad en un ambiente global que se caracteriza por los altos niveles de ansiedad, debido a la ya perdida regulación normativa que venía ejerciendo la cultura”.
De acuerdo a estos autores, el individuo y las comunidades que tienen un fuerte acervo de identidad espiritual pueden procesar los cambios, conflictos y transiciones o transformaciones con niveles de riesgo y de ansiedad, ira o temor, mucho más bajos que los que carecen de ese elemento. Destacan además, que mientras las personas que no tienen identidad y desarrollo espiritual tienen mayor dependencia de factores externos y de las normas culturales (en crisis) que prescriban y orienten sus conductas, mientras que los que poseen identidad espiritual funcionan en base a valores, lo que les da mucho mayor capacidad de adaptación a los procesos de cambio personales y circunstanciales, así como a los cambios económicos, sociales y culturales que, por ejemplo, implica la globalización. Un axioma derivado de esto es que todo individuo y toda comunidad que está segura de saber quién es, resiste mucho mejor situaciones críticas. Hecho comprobado por una multitud de gestas y acciones heroicas de individuos y naciones.
Recientemente un distinguido psiquiatra me explicaba su convicción sobre este tema, al punto de afirmar que las personas con una correcta definición de su identidad tienen la mayor parte de sus situaciones emocionales resuelta. Mi libro Esaú describe una serie de encuentros personales con la Palabra de Dios, y de experiencias trascendentales. El propio Esaú es un personaje con problemas de identidad, hasta tal punto que, de acuerdo la narración, perdió la oportunidad asumir ser líder de su pueblo por no haber tenido identidad y proyecto de vida adecuados.
Nicolini también indica que la aplicación de la Teoría de la Identidad puede, además, coadyuvar en la prevención de tendencias depresivas, acelerar la recuperación y evitar las recaídas. Sus posibilidades son insuperables cuando se enmarca en un tratamiento psico-bio-neuro-endocrino-inmunológico, sacando el mayor provecho de la relación existente entre desarrollo interior, ambiente social, condición biológica, el tratamiento químico y socio terapéutico.