La teoría del molote

La teoría del molote

Hay ocasiones en que los políticos juegan a “la olla de grillos”. Es un juego más divertido que el de “la rueda más hermosa”, pero, desde luego, mucho más peligroso. Bajar por una montaña a toda velocidad, montado sobre unos esquíes, podría ser una gran diversión aunque a veces el esquiador termine descalabrado, inválido o usando muletas. Es frecuente que los grupos más aguerridos de un partido político se digan: “quien tenga más saliva que trague más hojaldres”. Les parece una buena táctica armar “la gran pelotera”. Crear una situación en la que únicamente puedan participar sujetos audaces e inescrupulosos. En estos casos, personajes de los bajos fondos son contratados en calidad de “espantapájaros”.

En todas las épocas hemos tenido partidarios de “la gran pelotera”. Es un recurso para impedir la entrada en escena de nuevos actores políticos. En tiempos de Buenaventura Báez, a comienzos de la primera República, se destacaron tipos como Solito, Baúl, Musié, Llinito y Mandé. Estos individuos crapulosos llegaron a ser cuadros habituales de la política de entonces. Freddy Prestol Castillo, en su novela “El Masacre se pasa a pie”, nos hace conocer a El Patú, a Bacá, a Cholo el colorao, a Manuela golpe-e-biela, a una colección de chulos, presidiarios, soldados de ocasión. El sargento Elonginio y el capitán Ventarrón representan caracteres bien conocidos de la fauna política dominicana.

En la Era de Trujillo tuvimos un “grupo de choque” llamado la cuarenta y dos.
Estos instrumentos de intimidación no desaparecieron en 1961. Después de esa fecha hemos tenido a los “paleros”, a la célebre Banda colorá. La idea básica es que la República Dominicana es “el país de la cuchufleta”, donde todo se arregla con “un relajo” o una patada de mulo.

La cuestión es fomentar el molote, amenazar a través de la imagen antigua de “el guardia con el tolete”. En las tertulias de lidercillos de los partidos políticos del siglo pasado se oía decir: se acabaron los “arrumacos políticos”, ahora hay que dar paso a la “gente del bronce”. Creían que cuando se provoca un molote los únicos posibles sobrevivientes son los guapetones “duros”. (El escrito que antecede fue publicado en el año 2003 en Pecho y espalda).

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