La tercera “P”. ¿Lo que nos faltaba?

La tercera “P”. ¿Lo que nos faltaba?

Los dominicanos tenemos fama de ser grandes conocedores, expertos dirían algunos, de Política y  Pelota. Estas dos P  brotan de manera silvestre. En el campo y en la ciudad. El campesino de lugares  ignorados sabe bien de esas cosas. Igual el pueblerino, no importa el oficio. Todos tenemos, hombres y mujeres, un raro olfato. Un talento especial para penetrar en los recovecos de la política y  la pelota y no dejarse engañar.   Aquí, el que se engaña es porque quiere. Desde que se es adolescente, pasada la primera infancia, todo el mundo  sabe, como el que más, de estos asuntos.

El fanático o manager de grada,  el comentarista o cronista deportivo, conoce más la  estrategia del juego que el manager de uniforme. Vaticina lo que va a suceder. Sabe a quién debe sacar y a quién debe poner, qué jugada ordenar y cuándo. Rara vez se equivoca.  Quizás porque no estando metido en el terreno o en el club house, tiene  una visión más reposada, menos presión. Lo cierto es que normalmente apuesta y gana.

En política lo mismo: conocemos “al cojo sentao y al tuerto  durmiendo” y el que se engaña es por conveniencia; no por pendejo, que no lo somos. No es esa la P que faltaba. Los que dicen que no son políticos o no se meten en eso, son los supervivientes.  Saben lo que dicen y porqué lo dicen. El militante y el dirigente político saben exactamente lo que le conviene al país y lo que les conviene a ellos y a su  partido, oficialista u opositor. El  discurso patriotero, las  promesas de campaña  confirman las propuestas  que  el ejercicio del poder desmiente.

Los tiempos poco han cambiado. Pero el conocimiento de los recovecos se ha hecho más agudo, pervirtiéndolo. En la pelota,  reinaba la inocencia: “la madre del play no vale”, diría don Pilindo y era parte del romanticismo de la época. La pelota criolla era un encanto. Los peloteros pertenecían a su equipo y a su fanaticada, no se rifaban. Se disfrutaba del juego, de las canciones  emblemáticas, del séptimo episodio, puestos de pie y se estaba atento a las grandes atrapadas, al batazo ganador, no a las “cheer leaders” bautizadas con nombre foráneo para no darle a ellas y a sus movimientos el calificativo que merecen. Era impensable la politiquería, el ruido estremecedor o la grosería de inducir la pornografía como atractivo o colocar en el uniforme del jugador el nombre de un producto que   tan solo serviría para degradar al equipo y al deporte.

En  política  su esencia,  se ha  perdido.  Antes, el ciudadano contaba. Se casaba con su partido y cada partido tenía una franja que los separaba de los demás. Hoy, muerta las ideologías, convertida la política  en  burdo negocio, no cuenta. Todo se ha prostituido y aceptado: las alianzas, el transfuguismo, el clientelismo. Ningún compromiso con el ciudadano. La corrupción y la impunidad, la manipulación, el engaño  han suplantado la ética y la moral política que honraran nuestros forjadores: “Dulce y decoroso es morir por la Patria”. Hoy,  de ella se vive. Proscrita la decencia, prostituido el quehacer político… ¿Cuán bajo hemos caído? 

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