La territorialidad debe respetarse

La territorialidad debe respetarse

JOTTIN CURY HIJO
Debe llamarnos a reflexión la crisis diplomática que se ha desatado como consecuencia de la violación de la soberanía territorial ecuatoriana por tropas militares de Colombia. Las autoridades invasoras, en su afán de eliminar físicamente a Raúl Reyes, uno de los principales dirigentes de las FARC, incurrieron en una flagrante violación al permitir incursiones militares en el territorio del país vecino.

La enérgica posición asumida tanto por Rafael Correa como por Hugo Chávez constituye un verdadero ejemplo del celo con el cual debe defenderse siempre la integridad del Estado.

La iniciativa del gobierno de Álvaro Uribe no solamente provocó una breve interrupción de relaciones diplomáticas con algunos países de la región, sino que probablemente ha abortado las esperanzas de obtener la liberación de otros rehenes que todavía se encuentran en manos de la guerrilla. Pero no es mi propósito enjuiciar las causas que generaron el conflicto que felizmente fue superado en nuestro país gracias al Presidente Fernández, sino llamar la atención de nuestras autoridades para que asuman con igual celo la vigilancia de nuestra tantas veces vulnerada frontera.

Mientras los Estados Unidos se esfuerzan por construir un muro gigantesco para impedir la entrada de mexicanos a su territorio y todos los países europeos adoptan cada día medidas más rigurosas para evitar la entrada de indocumentados, a nosotros, en cambio, se nos fuerza a aceptar la masiva penetración de haitianos, chinos y toda clase de aventureros internacionales. Más claramente, resulta grave que entre nosotros se le otorgue carta de ciudadanía a todo el que se le antoje venir a nuestro país para dedicarse a actividades reñidas con la ley, cuando en todas partes del mundo la tendencia es velar por la soberanía territorial de cada país, restringiendo la entrada de ilegales.

Es un tema al que se le otorga tan escasa importancia que no hemos visto a ninguno de los actuales candidatos a la Presidencia referirse ni por asomo al problema de la penetración de ilegales a nuestro suelo patrio. Por el contrario, se hacen de la vista gorda en razón de que la inmensa mayoría de estos extranjeros adquieren con facilidad documentos que los acreditan como dominicanos y ejercen fácilmente el derecho al sufragio. Nos hemos convertido en una especie de paraíso migratorio en el Caribe, donde acuden por sus fueros toda suerte de personas que vienen a despojar de sus oportunidades de trabajo a los dominicanos.

Es lástima que nuestros líderes políticos no presenten a la población una agenda, como ocurre en los Estados Unidos, exponiendo las medidas que adoptarían para afrontar temas de interés colectivo. Y no hay uno de mayor importancia que el migratorio, puesto que se trata de un asunto de seguridad nacional. Por tanto, evadirlo constituye una irresponsabilidad y justo es reconocer que desde hace años hemos venido eludiéndolo por distintos motivos, entre los cuales figura la presión internacional de potencias foráneas y organizaciones no gubernamentales que ignoran las precariedades de nuestro país y su incapacidad de subvenir a las necesidades de una crecida población extranjera.

Si lo que ocurrió en Ecuador hubiese sucedido en suelo dominicano, esto es, si hubieran sido las autoridades del vecino país las que ejecutaren ciudadanos dominicanos de este lado de la frontera, probablemente la noticia no hubiese tenido ninguna repercusión fuera del ámbito local. Ahora bien, si los hechos se hubiesen producido a la inversa, o sea, si las autoridades dominicanas penetrasen a territorio haitiano a hacer lo propio, es casi seguro que se hubiese sacrificado a la República Dominicana en todos los foros internacionales. Se nos hubiese acusado de xenofobia como efectivamente ha venido ocurriendo en el transcurso de los últimos años. Es hora de fomentar el patriotismo en nuestra población, de frenar el excesivo tráfico de ilegales hacia nuestro lar nativo y de vigilar rigurosamente cada centímetro de la zona fronteriza para evitar las constantes violaciones de todo género que diariamente se producen en ella.

Ojalá que la crisis diplomática sudamericana pueda servirnos de espejo para sacudirnos de la indolencia y para que se adquiera una mayor conciencia de la obligación que le corresponde a la presente generación de dominicanos de preservar nuestra integridad territorial, la cual ha sido tantas veces vulnerada.

Publicaciones Relacionadas