Cada país del planeta tiene una cantidad determinada de tierra, no me refiero a su área, sino al solum como se suele denominar técnicamente, si bien el agua dulce es muy valiosa y limitada, hay formas, aunque muy costosas de producir agua. Del suelo, sin embargo no tenemos ninguna, por lo menos que conozca, de ahí se deriva el extremo cuidado para preservarlo. Muchas guerras se han librado para conquistar nuevas tierras, claro no solo se ha tratado del recurso solum, sino además de las riquezas minerales que esconden y de localizaciones estratégicas.
El solum debe mantenerse en donde y como las encontramos, la sabia naturaleza ha tomado millones de años para organizarnos. Los humanos nos hemos permitido ciertas libertades a medida que los pueblos se van desarrollando, llegando al punto que estamos afectando el planeta y por tanto, surge un balance muy delicado entre qué podemos hacer y qué no. La Ecología, en esencia, se ocupa de proponer lo permitido, su influencia subyace todo, mientras menos interferimos con los recursos naturales, mejor.
La tierra se clasifica desde distintos puntos de vista, generalmente, según el uso que se le dará, por ejemplo, construcción o agricultura. Ambas se diferencian considerablemente, una tierra (roca) buena para construcción puede ser mala para agricultura. Los movimientos de tierra, en la construcción, son normalmente controlados, aunque pueden ser grandes. Una agricultura bien concebida y ejecutada, no tiene por qué ser negativa, llama la atención cómo los Incas construyeron terrazas para cultivar laderas. Alguien se dio cuenta que estaban perdiendo tierra, si seguían así no habrían más cosechas.
La tierra que es desalojada de su sitio de origen es arrastrada por el agua o el viento, parte de ella llega a los cursos de agua y fluyen como sedimentos. Hay distintas clases de sedimentos, algunos siguen con la corriente hasta los mares u océanos, otros se depositan en el río o en los embalses de las presas y todos causan serios problemas.
La agricultura constituye una parte importante de la economía dominicana pero eso no da licencia para que se haga de cualquier manera, ni en cualquier parte. Los Incas siglos atrás estaban más conscientes del problema que significa cultivar laderas y montañas, como seres inteligentes tomaron las precauciones de lugar y construyeron terrazas. Nosotros en cambio seguimos cultivando en ellas y en tierras inadecuadas con métodos inapropiados. En consecuencia, tierra es desalojada por la lluvia, el riego y el viento, una parte alcanza aguadas, arroyos y ríos, convirtiéndose en sedimento, en detrimento de la capa vegetal, donde germinan las semillas. Lavada la capa vegetal disminuye gradualmente la fertilidad en nuestros campos hasta terminar estéril. El ejemplo lo tenemos al cruzar la frontera con Haití.
Una vez que la tierra ha sido desalojada, el problema se multiplica así resultan presas sedimentadas cuya capacidad de almacenamiento es reducida considerablemente y que no pueden recuperarse, una inversión perdida. Los ríos se llenan de sedimentos a través de los cuales fluye el agua con mayor resistencia, sin embargo, no hay que olvidar que esos sedimentos son los que alimentan nuestras playas, si los sedimentos desaparecen, también lo harán buena parte de las playas. A medida que seguimos con malas prácticas de cultivo la afluencia de sedimentos aumenta y no cesa si no se corrigen las causas originales. Llegados a esta situación, es preciso ser precavidos y muy cuidadosos con las medidas a tomar pues algunas como canalizaciones aumentan la velocidad del flujo de agua en el río, con lo cual se agrava el arrastre y disminuye el tiempo de tránsito del agua, con menor posibilidad de recarga de los acuíferos subyacentes.
Realmente no hay una buena solución sino corregir las prácticas de cultivo y esperar que la naturaleza vuelva a restablecer el equilibrio pero generalmente la economía de las zonas no resisten ese tiempo, sin la firme colaboración de las autoridades. Entonces, podría tomarse algún material para construir bermas que protejan contra el derrame más allá de las márgenes. Nunca todo y menos expatriar la tierra. Los ríos son “sistemas vivos” cuya geomorfología responde a los caudales de agua y sedimentos que transportan, por tanto, es mejor evitar medidas extremas o dudosas.