La tormenta de Florida

La tormenta de Florida

JULIO BREA FRANCO
Charles Manatt fue embajador de Estados Unidos en el país desde 1999 a 2001. En el inicio de la recta final hacia las elecciones nacionales  del 2000  el señor embajador, en un discurso ante la Cámara Americana de Comercio,  apreciaba el ambiente electoral dominicano despejado y sin nube alguna.  Pese a los problemas en aquel momento las elecciones se realizaron sin grandes complicaciones. 

 Lo que Manatt no podía pronosticar fue que en su país, hacia finales de ese mismo año,  se abatiría una de las peores tormentas electorales en la historia reciente de Estados Unidos. Se suscitó precisamente en las elecciones presidenciales del 6 de noviembre. Si bien las encuestas preanunciaban un desemboque estrecho en la votación, el resultado lo fue aun más. La elección del Presidente de Estados Unidos no es directa, por lo que el voto popular no constituye la variable que determina la victoria.

 La tarea de elegir corresponde al Colegio Electoral, que es una asamblea de electores integrada por un número de delegados (538) distribuidos en cuotas variables  entre cada Estado de la Unión. Los delegados se eligen por mayoría a lista. Eso significa que el partido y el candidato que obtiene la mayor cantidad de votos en cada Estado se adjudica el conjunto de delegados. “El que primero llega ese gana”.  Por ser un Estado Federal –un Estado de Estados- la solución americana no establece la designación presidencial directa del cuerpo electoral votante.

 Ciertamente Al Gore obtuvo una mayor votación “popular” pero no la mayoría en el Colegio Electoral. En efecto, logró 51 millones 3 mil 683 de votos individuales en todo el país pero solo consiguió  266  delegados. A diferencia de Bush que con 50 millones 459 mil 211 votos alcanzó  271 delegados. Las diferencias fueron muy estrechas: 544 mil 683 votos y tan solo cinco delegados.

La Florida, desde antes de concluir la votación en las mesas o precintos electorales, adquirió un peso determinante en la definición del resultado final. En efecto, en el Estado existen dos husos horarios: la hora del Este y la hora Central. De los 67 condados que lo componen, 10  en el “panhandle”. Las votaciones terminan a las 7 de la noche pero en esos condados, como tienen una hora atrás,  concluyen cuando en la zona de tiempo es las 8:00.

Sin embargo, entre siete y ocho de la noche las grandes cadenas de noticias: CNN, CBS, FOX News declaraban la victoria de Gore antes de concluir las votaciones.  Fue una precipitación que luego tendrían que lamentar. Esta declaración extemporánea afectó la votación en esos condados conservadores disuadiendo votantes ya en filas para sufragar.

La confusión creada por los medios fue la causante que Gore inicialmente aceptara la victoria de Bush y luego, más tarde,  se retractara,  cuando conociese que el margen era de apenas 600 votos. Momentos después tomó la decisión de pedir el recuento, algo previsto en la ley electoral de Florida cuando  la diferencia entre ambos candidatos es inferior al 0,5%.  Al final del proceso el margen fue ínfimo: 2 millones 912 mil  790 para Bush y 2 millones 912 mil 253 votos. El margen fue de un 0.001 por ciento.

Giovanni Sartori, al igual que todos aquellos que siguieron atentamente las transmisiones noticiosas, lo escribió mas tarde: “El embrollo de las elecciones norteamericanas nace en primer lugar del apuro. Lo crearon en la noche del martes CNN y otras redes que asignaron Florida a Gore; así, hicieron que los expertos predijeran que la presidencia le correspondería a él. En realidad aparentaban saber lo que desconocían”

Este estrechísimo margen adicionado al pedimento de revisión focalizó la atención  detallada en los problemas que se habían suscitado en algunos condados con la  Votamatic-punch-card-system. Específicamente con los votos nulos que la normativa electoral descompone en dos subcategorías: undervotes (cuando la boleta está en blanco)  y overvotes (doble marcado)  cuando erróneamente el votante selecciona más de un candidato para un mismo cargo electivo.

Las elecciones del 2000 dejaron una cicatriz en la psique electoral americana. Mas allá de la pesadilla de los 36 días de batalla legal librada hace ya siete años,  ha quedado una paranoia.  Por eso, aun hoy,  la Florida sigue en vía de utilizar nuevas máquinas para el 2008. 

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