La tragedia de Jimaní, relato de una sobreviviente

La tragedia de Jimaní, relato de una sobreviviente

El río se atreve a bajar”, susurró Luz Iralda Cueva (Tuta) mientras cerraba las persianas delanteras de la humilde vivienda en donde residía su madre en La Cuarenta de Jimaní.

Aquí, donde casi no llueve, llovió, y mucho. El domingo 23 de mayo el candente sol que normalmente abraza a esta región del país no despertó. Aparentemente la naturaleza estaba tramando algo.

Tuta había viajado a Jimaní el pasado 15 de mayo con el interés de votar al día siguiente para las elecciones presidenciales, y a la vez pasar un tiempo junto a su enferma madre: una anciana de 70 años de edad, nombrada Nereyda Nova.

Los días allí transcurrieron normales, hasta que llegó la fatídica madrugada del lunes 24. Las turbulentas aguas de un gigante asesino, disfrazado de moribundo, penetraron a las viviendas de este empobrecido pueblo, dejando tras su paso, dolor y muerte.

Tuta dormía junto a su niña de tres años, en una habitación contigua a la de su mamá cuando sintió que su cama estaba flotando.

De pronto doña Nereyda gritó “Tuta, mi hija qué fue lo que pasó”. Esas fueron las últimas palabras que ella escuchó decir de su madre, mientras las aguas la arrastraban junto a un nieto de 12 años de edad, (Dionis Alexander Pérez) quien también dormía en la casa.

Las aguas se encargaron de llevar los cuerpos por rumbos diferentes. No así Tuta, que combatió la inclemencia de la naturaleza con su pequeña hija en brazos. Para ella fue una lucha constante por la vida. Como sí se tratara de una leona en celo, esta valiente mujer se apegó a la vida y resguardó la de su hija.

Doña Nereyda no sufrió la misma suerte. Las aguas endemoniadas del río Blanco se encargaron de “devorarla”. Ella, forma parte de la lista de alrededor de 400 muertos de que hablan las autoridades.

Para Tuta, todo comenzó alrededor de las 4:00 de la mañana. Sólo recuerda que tomó a su hija y que fueron arrastradas por las aguas a una distancia menor a un kilómetro, hasta que una balsa de basura le sirvió de tabla de salvación.

Un poco distante de los escombros que salvó la vida a estas dos personas se encontraba Dionis quien lloraba desgarradoramente. Tuta, Dionis y la niña Elizabeth permanecieron ahí hasta las 6.00 de la mañana, cuando miembros de la Defensa Civil y la Cruz Roja llegaron a su rescate.

La luz de un sol aún tímido permitió que los jimanenses abrieran los ojos a la realidad: cadáveres por doquier, restos de animales, viviendas devastadas, enseres… y por supuesto el llanto de cientos de hombres, mujeres y niños que buscaban aturdidos a sus parientes.

Previo a ser examinados en un dispensario médico cercano al lugar de la tragedia, Dionis y Elizabeth fueron trasladados a hospitales diferentes. Mientras Tuta, con golpes en la espalda, piernas y pecho, salió en busca de su madre.

“Mira, tu máma amaneció muerta cerca del colmado de Salvador”, le informó sorpresivamente una vecina que encontró a su paso.

[b]Una semana más tarde[/b]

Hoy se cumple una semana de la tragedia sucedida en Jimaní. Dionis está estable pero traumatizado, presenta lesiones en una pierna.

Elizabeth, luego de ser llevada a centros asistenciales de La Descubierta, Neiba, Barahona y finalmente de Santo Domingo se encuentra bajo cuidados intensivos en el Hospital Robert Reid Cabral.

Tuta, inconscientemente, se mantiene ausente. Su cámara fotográfica mental dispara constantemente escenas de lo que vivió.

Aún no sabe sí regresará a Jimaní. Dentro de su cabeza hay muchas cosas, incluso agua sucia del río Blanco, que involuntariamente aún sale de su nariz.

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