El PLD vive una agonía cuyo desenlace no parece ser otro que una desintegración coyuntural que podrá tornarse irremediablemente estructural. Los elementos más salientes de esa agonía son: una hemorragia de muchos de sus principales activos que van confluyendo en el partido que salió de sus entrañas que, por el momento, lo amenaza no solo para desplazarlo como principal partido de oposición, sino con arrebatarle gran parte del poder que tiene en los gobiernos locales y en las cámaras legislativas. Además, que otros tantos de sus activos pasan en masa hacia el PRM y una significativa cantidad de sus dirigentes y exministros guardan prisión domiciliaria o en cárceles, acusados todos actos de corrupción.
Cualquier partido que pase por esa situación, con un presidente que prácticamente no puede hacer vida pública porque gran parte de su estrecho círculo familiar guarda prisión acusado de prevaricación y asociación de malhechores, que no pueda tener contacto con los medios de comunicación, al igual que la generalidad de sus principales dirigentes, de hecho, está inhabilitado para hacer política, y quien no está presente en los lugares donde se hace política no existe camina hacia la insignificancia e inexistencia absoluta. De igual modo, un partido cuyo candidato presidencial en las pasadas elecciones está preso.
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Una vez alcanzado el poder, los dirigentes peledeístas olvidaron las veleidades. La “liberación nacional”, “servir” al pueblo…y la “pureza”. Pero mantuvo el espíritu de secta en el manejo de la organización, el carácter mesiánico del líder de turno, establecimiento de un proyecto de “poder eterno” y no de sociedad, de saqueo descontrolado del erario y cero reglas para dirimir democráticamente las diferencias internas. Eso lo condujo al desastre. La última iniciativa del Ministerio Público, la “Operación Calamar”, acelera la ruina del PLD sin que este tenga fuerza para frenarla. Su recurso al uso de turbas para protestar contra la demandada y legítima acción de la Justicia tiene un efecto bumerán.
Pues el carácter violento y desordenado del desesperado recurso profundiza la conciencia en la población sobre la pertinencia de llevar a muchos de sus exfuncionarios a los tribunales. Con el calibre de esos problemas, la salida a flote de esa organización se torna inviable a mediano y largo plazos. Pero, el camino hacia la perdición de ese partido no sólo sirve como amarga experiencia a sus militantes y paramilitantes, sino que es una advertencia a cualquier colectividad política con propensión a la exclusión, a la desvinculación de sus bases y orígenes, al sectarismo infecundo antes y, sobre todo después de toma el poder. En ese sentido, el descalabro del PLD además de ejemplo, para muchos es un espejo.