La tragona feliz

La tragona feliz

Pocas personas he conocido tan amantes de la comida como aquella amiga, quien afirmaba que comer solamente tres veces por día era pasar hambre.

Y cada uno de los viajes estomacales que emprendía era abundante, sobre todo el que seguía a la cena, y precedía a la hora de irse a dormir. Uno de sus hermanos afirmaba que el almuerzo, la cena, y la sobrecena, les eran servidos en una ponchera, porque aún los platos grandes los llenaba y vaciaba dos y tres veces.

Como consecuencia de esta plusvalía gastronómica su cuerpo fue acumulando libras, y la gente del sector donde residía le aplicó el mote de la elefanta.

Porque además de gorda, era de elevada estatura, y su andar era tan lento, que el hermano bromista decía que era con ella con quien mandaría a buscar su muerte.

En las escasas ocasiones en que la vi comer, consideré que en un concurso mundial de glotonería, tendría grandes posibilidades de figurar entre los finalistas.

Masticaba y tragaba con rapidez, y de cuando en cuando lanzaba un gritito de satisfacción, especialmente antes de que el bocado iniciara el recorrido por su garganta. Parece que no daba importancia al hecho de que la ciencia médica hubiera descubierto que el exceso de peso era una enfermedad, que a su vez generaba otros problemas de salud, como la diabetes y la hipertensión arterial.

-¿Para qué cuidar tanto la salud, si por más precauciones que tomemos, nos vamos a morir un día?- le dijo a una amiga que le sugirió que visitara a un endocrinólogo para que le pusiera una dieta eliminadora de carnes y de kilos.

Debido a su corpachón desprovisto de curvas, donde los senos semejaban dos cocos de agua ocultos bajo la vestimenta, la “jartona” no logró que un hombre la mudara; el  hermano decía que fue porque ninguno quiso cargar con el peso y con los pesos de sus comidas.

La manplotona murió de un infarto fulminante mientras se adjudicaba cerca de medianoche un cuarto viaje estomacal, a la edad de 70 años.

Y cuando le dije en el velatorio al hermano, que no alcanzó mayor edad por su glotonería, respondió:

-Ella hubiera preferido vivir esos años, y no cien ingiriendo solamente las tres comidas tradicionales. Es mas, creo que se hubiera transado por sesenta abriles, siempre que fuera devorando lo que le diera la gana. Tuve que recordar que estaba en una funeraria para no disparar la carcajada.

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