La traición de Amos Oz
PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS DE LAS LETRAS  2007

<STRONG>La traición de Amos Oz<BR></STRONG>PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS DE LAS LETRAS  2007

POR GRACIELA AZCÁRATE
Lo confieso. Tengo una persistente necesidad de averiguar lo que le pasa a la gente cuando cumple sesenta años. Si ya no hay ritos de paso, porque la globalización arrasó con las costumbres que acompañaban los ritmos de la tierra, cadencias profundas  que ponían a la gente en comunicación con sus ancestros, si ya todo es pasado y se vive en un presente de correo electrónico, internet, celular y comida rápida ¿qué les pasa a los hombres y mujeres de esta tierra cuando ya cumplieron su ciclo vital?

Si ya crecieron, pasaron por todas las etapas vitales, fundaron una  familia, consolidaron una  carrera, desarrollaron una vida,  tuvieron el primer hijo, lo sostuvieron, lo criaron, lo vieron crecer y volar fuera del nido, si  plantaron un árbol y escribieron un libro…

Me pregunto de nuevo y de manera obstinada…

¿Qué les pasa en ese momento que media entre todo eso que les ocupó sesenta años de vida y el espacio que como un arco va desde ese hito vital hasta que se mueren?

 Inmutable me metí en la vida de Marlon Brando, relaté los últimos días del Gato Pardo, aquel genial cocinero argentino, al que le dedique una historia de vida porque él solito era una lección de vida, trasparente y alegremente rimada con los ritmos de la naturaleza. Sin reparos entré en la vida del vasco Ramiro Pinilla y todavía ando averiguando que le pasó, que a los sesenta años se encerró en Getcho, sin ninguna compañía, abandonado por un amor contrariado, con los hijos enfrentados y se dedicó a escribir del pueblo vasco, sin pudor me puse a investigar qué le pasó a José Saramago, que era un impenitente solterón y comunista y que descubrió el amor a los sesentaicuatro años; de la mano de Tabucchi me pasé sus sesentaitrés años paseando entre Portugal y Pisa recitando a Pessoa, o por ejemplo me metí de sopetón en la vida llena de altibajos del gaviero. No estoy hablando de Macqrol el gaviero sino del colombiano Alvaro Mutis su creador. Hasta pasados los sesenta vivió de vender películas de la Metro Golding Mayer, hizo de todo, fue relacionista público  de una petrolera hasta que  la Shell lo metió preso, en la cárcel  de Lecumberri, en Méjico acusado de  malversar fondos de la mutinacional para financiar una revista de poesía. Nunca mezcló literatura con las formas de ganar dinero para pagar las facturas o dar de comer a los hijos. A los sesentaicinco años se retiró, se jubiló, vivió de una pensión y de una beca de Concultura y en el plazo de diez años escribió ocho novelas geniales, toda una obra que se había ido gestando a lo largo de sesenta años mientras vendía películas por todo el continente.

 Lo mismo me vengo preguntando con Amos Oz y sus más de sesenta años. Conocí su obra en 1997, cuando viajé a Israel invitada a un encuentro de editores culturales.

He leído sus cuentos, sus novelas, sus ensayos, he releído mil veces “La caja negra” como si descifrar esa caja negra del avión accidentado fuera la clave para entender nuestras vidas. Se lo que siente Ilana, quemada en el fuego de la intransigencia y el pasado. “Un descanso verdadero” fue el remanso de paz para entender el antagonismo de sesenta años entre palestinos y judíos.

Cuando le dieron el premio Príncipe de Asturias, todo lo del israelí de golpe se hizo presente.

Con la claridad descarnada de un poema de Nathan Alterman, poeta tan querido por él y su amiga Batya Gur. Hasta su autobiografía, que él dice no es tal es esa radiografía morosa, compasiva  que discurre por casi un siglo de vida europea en ese Eretz Israel de 1930.

Cuando  Amos Oz, fue galardonado con el  Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2007 el jurado se lo otorgó porque su obra[…] “ha contribuido a hacer de la lengua hebrea un brillante instrumento para el arte literario y para la revelación certera de las realidades más acuciantes y universales de nuestro tiempo, con especial atención tanto a la defensa de la paz entre los pueblos como a la denuncia de todas las expresiones del fanatismo”.

Pero él ya había empezado a desmenuzar su vida, la de sus ancestros, la de Israel y la de los palestinos y en ese lento y demorado desmenuzamiento de su vida, esas sucesivas traiciones que jalonan una vida son la explicación de esos sesenta años que me desvelan.

Nació en  Jerusalén, el 4 de mayo de 1939. Nacido como Amos Klausner es hijo de  Yehuda Klausner y Fania Musman, dos intelectuales sionistas de derecha que huyeron en 1917, de Odessa a Vilna y de allí a Palestina en 1933.  En 1954, entró en el Kibutz Julda. Mientras estudiaba Literatura y Filosofía en la Universidad Hebrea de Jerusalén, entre 1960 y 1963, publicó sus primeros cuentos cortos. Participó en la Guerra de los Seis Días y en la Guerra de Yom Kipur y fundó en 1970, junto a otros, el movimiento pacifista «Paz Ahora».

Escribió más de veinte libros en hebreo y alrededor de 450 artículos y ensayos: Entre sus principales obras figuran: “Donde aullan los chacales y otros cuentos”, “Mi marido Mikhael”,  “Tocar el agua, tocar el viento”, “Una paz perfecta”, “Las mujeres de Yoel”, “La caja negra” (1987), “ Contra el fanatismo”, “Una pantera en el sótano”,  “Una historia de amor y oscuridad” (autobiográfica, 2003), “No digas noche,”  y “Un descanso verdadero”.

Sus ideas se expresan con claridad en “Contra el fanatismo” (Editorial Siruela, 2003), donde reúne tres ensayos.

“Es un pequeño libro que encierra una dosis inmensa de sabiduría, una mirada laica sobre la filosofía del fanatismo y sus vínculos con la globalización, así como un repaso de la praxis sin praxis de la mayoría de los políticos que dicen gobernar el mundo”.

En esos  escritos Oz reflexiona acerca del triunfo de la sordera del fanatismo, ganador indiscutible en el conflicto entre palestinos e israelíes.

El acuñó el término «el síndrome de Jerusalén» para describir la enfermedad del fanatismo: «Todo el mundo grita, nadie escucha».

Cuando al año siguiente presentó “Una historia de amor y oscuridad” dijo: «Confieso que de niño, en Jerusalén, yo también era un pequeño fanático con el cerebro lavado. Con ínfulas de superioridad moral, chovinista, sordo y ciego a todo discurso que fuera diferente al poderoso discurso sionista de esa época. Yo era un chico que lanzaba piedras, un chico de la intifada judía.»

El suicidio de su madre lo impulsó a escuchar, a escribir y a denunciar a los políticos de cualquier vertiente. Ha sido denostado por políticos y fanáticos israelíes de las dos orillas pero el insiste en la denuncia de la visión ciega de los totalitarios, para quienes traidor es «aquel que cambia a los ojos de los que no pueden cambiar».

Para él, la esencia del fanatismo «reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar», y asegura que el fanatismo forma parte de la naturaleza humana: «es un gen del mal». Si como él afirma, el fanatismo «nació» con el hombre y es anterior al cristianismo, al Islam y al judaísmo hay que concluir con él, en que que la literatura, el humor y la imaginación pueden mitigar algo el peso del fanatismo. 

Con esos tres ingredientes se puede impedir que la sinrazón, la amoralidad y la política sigan sepultando al ser humano.

Pertenece a la denominada Generación de Estado.

En el año 2004, regresó a Madrid para presentar “Una historia de amor y oscuridad” publicado por la editorial  Siruela.

Es un ajuste de cuentas con sus padres.

Reflexiona sobre la vida de sus padres y abuelos y afirma que ellos eran prácticamente los únicos europeos en aquellos momentos. Es la historia de un amor decepcionado. Sus cultos y eruditos padres, que habían estudiado en Praga, como sus abuelos venidos de Lituania, Ucrania y Rusia.

La abuela de Amos Oz, la abuela Shlomit, inauguró el primer salón literario hebreo que hubo en Odesa, eran verdaderos europeos y así se definían, fieles a esa idea trasnacional, de refinamiento moral y humanista de Europa. El padre hablaba en siete idiomas y podía leer en 17, su madre podía expresarse sin problemas en otros cinco.  Los únicos europeos de hace 75 años eran aquellos judíos políglotas, «apasionados eurófilos, amantes de Europa ilimitada e incondicionalmente durante decenas de años», que, paradójicamente, luego serían perseguidos, asesinados y arrojados con violencia fuera de ella.

“Una historia de amor y oscuridad”

Utiliza como trasfondo histórico la trágica creación del Estado de Israel, aborda al mismo tiempo la narración de una saga familiar, la suya propia, de emigrantes llegados desde la Europa del Este y por primera vez, aborda un tema tabú: el suicidio de su joven madre, cuando tenía doce años.

(…) ” Esta novela es el resultado de un proceso de paz conmigo mismo. Lo escribí con curiosidad, con compasión, con ternura, y sin ira en absoluto. Con ira respecto a la historia y la tragedia que trajo a mi familia desde Europa, y a otras muchas familias judías desde Bagdad o Casablanca, arrojándolas lejos de allí. He tratado de  aproximarme al dolor con compasión, con humor, con empatía. La única manera de defenderte contra el gen fanático es tener sentido del humor, porque el humor, el relativismo, es un antídoto: la habilidad para poder ver las dos caras de un problema, de una disputa. Y leer buena literatura. Porque en la buena literatura siempre descubres que no todo es blanco o negro”.

(…)“Se trata tan sólo de una madre, un padre y su hijo. Es tan sólo una historia, en la que, justo en medio de ella, se da un gran misterio que yo tampoco pude llegar a resolver, sólo a plantear: ¿cómo pudieron dos muy buenas personas, hombre y mujer que se quieren, amables, considerados, civilizados, cómo pudieron producir una tragedia como la que se dio en mi casa, en mi familia? No tengo la respuesta”.

Cuando en una entrevista le preguntaron porqué abordaba ese tema de manera intimista dijo:

“Necesito contar la historia porque tengo hijos que no conocieron a mis padres, y ahora tengo incluso nietos que quizá no sepan nunca por qué han nacido en Israel. (…) No es un ensayo disimulado, no es un libro polémico: es una historia que el mundo está a punto de olvidar. Los europeos la están olvidando. Los israelíes la están olvidando. Y los palestinos nunca la han oído. Tenía necesidad de contarla.  Para mí, contar historias es como la comida, el sueño o el sexo; necesito darlo y recibirlo.

“Mi madre es la heroína del libro, no yo.

Por eso me resisto a llamarlo autobiografía o memorias. Yo no soy más que un personaje secundario, los protagonistas son mis padres. Este libro lo escribí cuando ya no sentía odio. Durante muchos años odié a mi madre por haber abandonado a un marido y a un hijo tan maravillosos, como si se hubiera fugado con un amante. Odiaba a mi padre por ser un idiota que había dejado escapar a una esposa maravillosa. Y me odiaba a mí mismo porque tenía que ser un monstruo para que mi madre me hubiera dejado.

(…)“Mi madre era mejor escritora que yo, pero, en cierto sentido, escribió a través de mí. A eso me refería cuando decía que ahora invito a los muertos a mi casa. En el libro hay un núcleo radiactivo que es su muerte. Todo el relato se mueve en círculos alrededor de su muerte. A veces se aproxima y a veces se aleja, hasta las últimas páginas. Me costó mucho crear esta estructura. Son modulaciones entre una conversación con Ben Gurion, las fantasías e historias de mi madre, la vida en Israel hace 90 años, la cultura del kibutz y mi vida actual en Arad, además de la mujer que me enseñó lo que era el sexo”

Fuentes:
Yolanda Delgado Batista: marzo  1998
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid  .http: //www.ucm.es /info/especulo/numero10/a_oz.html
Mercedes Monmany: Entrevista con Amos Oz. Europa y los judíos: historia de un amor traicionado. Letras Libres nº 39, diciembre 2004
Sol Alameda :Reportaje a Amos Oz sobre los intelectuales y el Medio Oriente. “No pregunto quién tuvo la culpa, pregunto qué puedo hacer”
Arnoldo Kraus :De El País de Madrid. Especial para Página/12. miércoles 4 de julio de 2007. Opinión Æ Amoz Oz: la integridad

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