La tristeza mata

La tristeza mata

La tristeza es una de las emociones básicas del ser humano, esa sensación que conocemos, la hemos vivido todos los seres vivos. Se ha dicho que existe, para “endurecernos” cada vez más el alma y que contribuye a la formación de esa coraza que nos ayuda a enfrentar las adversidades que nos depara el diario vivir. Pero en ocasiones esa melancolía se nos adentra en nuestros cerebros y como una tenebrosa telaraña, se nos enreda en las neuronas hasta agobiarnos y llevarnos a la depresión. El cerebro es un órgano muy complejo que trabaja con electricidad y sustancias químicas. Son los neurotransmisores y la conducción nerviosa mediada por aniones y cationes los que actuando de forma armónica, nos protegen de esos estados de marcada tristeza.

Cuando por variadas razones, sean genéticas, ambientales, reactivas, etc., esa tristeza se desborda, podemos caer en un estado depresivo donde hay alteración demostrada de algunos neurotransmisores como la serotonina y la dopamina. Uno de los trabajos científicos más recientes sobre los riesgos de mayor mortalidad secundaria a esos estados de tristeza severa, fue liderado por la investigadora Paola Gilsanz de la escuela de Salud Pública de Harvard y publicados en la revista American Heart Association el pasado 13 de mayo. Ellos sugieren que la depresión en personas de más de 50 años y con duración de más de dos años padeciendo esta enfermedad psiquiátrica tiene un riesgo doble de padecer derrames cerebrales que sus parejos en edad, pero sin esta enfermedad de la tristeza. Por igual, demuestra el profesor inglés John Cleland, del Imperial College de Londres, que la depresión cuando se acompaña de insuficiencia cardíaca, tiene el paciente un riesgo de cinco veces más chance de morir (News Digest, 26 de mayo, 2015)

Son conocidos desde hace ya unos años los daños por la atrofia causada al cerebro mismo secundarios a la depresión, desde mucho antes del estudio realizado por primera vez en humanos y publicados en la revista Biological Psychiatry por el investigador Gold SM y colaboradores en el 2010, ya antes se habían demostrado esos daños atróficos en modelos animales. En este estudio observaron, que había una atrofia notoria del hipocampo en los pacientes que padecían depresión. El hipocampo es una parte del cerebro que posee importantes funciones relacionadas con la formación de las memorias y el manejo de las emociones. El hipocampo se encuentra bajo la corteza cerebral en el lóbulo temporal medio (detrás de la sien) y su nombre proviene de la forma que tiene, de un hipocampo o caballito de mar.

La depresión, además, puede inducir a aumentar significativamente el riesgo de demencia en un 83% de la población investigada, siendo su relación más importante en personas de menos de 65 años y si estaba la depresión asociada a la diabetes, el riesgo se hacía sinérgico de hasta un 107%. Este trabajo fue publicado en el JAMA-Psychiatry 2015, bajo la dirección del neurocientista Kanton W y colaboradores. Al estar deprimidos, las cosas adquieren otro registro: se ven grises, lejanas y poco interesantes. La melancolía y el sin sentido nos invade, la menor actividad nos resulta un fastidioso esfuerzo, y cualquier pensamiento, un desafío a la concentración. Lo más impactante es que es una enfermedad que avanza sin distinción de razas o países; se calcula que para el 2020 será la segunda dolencia a nivel mundial. Los que la manejamos, opinamos que se puede salir de esa triste y densa bruma que cubre el alma, porque hay tratamientos y muy buenas perspectivas de curación.

No se trata de una simple pena o de una etapa de pesarosa melancolía, sino de una enfermedad muy seria que requiere tratamiento de manos expertas, pues engendra tendencias suicidas. Como vemos cuando ese sentimiento de tristeza se presenta, trae gran apatía, desgano para todo, inapetencias (alimenticia y sexual), irritabilidad, etc. Es necesario confiar temprano en su médico amigo, que sea él que decida si usted necesita un buen psiquiatra. Arriba el ánimo, debemos avivar la alegría esa insondable tristeza no es tan simple, ¡nos puede matar!

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