– 3 de 3-
Las luchas independentistas que dieron origen a las repúblicas latinoamericanas no implicaron la modificación de las estructuras socio-económicas de esas naciones. No fueron más allá de la sustitución de las autoridades peninsulares por amos criollos. Eran guerras civiles desencadenadas por grupos de intereses contrapuestos. Los principios de la Ilustración francesa, llamados a servirles de referente ideológico, no hicieron más que abrirles el camino a otras dos formas de dependencia cultural: una liberal citadina, representada por la burguesía comercial y otra de carácter ultraconservador, representada por hacendados y terratenientes. En esa época, la admiración por lo francés estuvo muy de moda en casi toda la América española. Una de las manifestaciones de esa preferencia fue la implementación del modelo de universidad napoleónico llamado a sustituir al de la universidad colonial considerado, este último, como un vestigio medieval. ¿Cuáles eran las características principales del modelo napoleónico de universidad? La sustitución de la Vieja Casa de Estudios por una suma de escuelas profesionales; su sometimiento a la tutela y guía de los estados y gobiernos; sus esfuerzos encaminados a la formación y capacitación de los profesionales requeridos por la administración pública; y la desarticulación de la enseñanza, entre otras. Ese modelo de Universidad no brotó de las entrañas mismas de la realidad latinoamericana ni correspondió a sus necesidades; tampoco, logró ampliar la base social de la matrícula estudiantil. El cursar estudios universitarios continúo siendo lo que había sido desde varios siglos atrás, un privilegio de pocos.
La Reforma Universitaria de Córdoba fue todo un hito en la historia de la Universidad latinoamericana. A decir de Carlos Tunnermann y de otros autores “contribuyó a crear una nueva conciencia universitaria y social; trató de volcar la Universidad hacia el pueblo y de dar un sentido distinto al quehacer universitario en esta parte del mundo”. Su grito resonó en todo el continente “fue la rebelión contra los últimos resabios coloniales enquistados en las instituciones de educación superior de este lado del mundo”. Sus vientos, aunque tardíamente, soplaron aquí.
En la página 211 de su libro “Historia de la UASD y de los Estadios Superiores”, publicado en Santo Domingo por la Editora Universitaria en el año 2007, el destacado historiador Franklin Franco expone lo siguiente: “El 1ro. De abril de 1928, durante el régimen de Horacio Vásquez, los estudiantes universitarios fundaron la organización estudiantil Asociación Nacional de Estudiantes Universitarios, ANEU, presidida por el bachiller Pedro R, Batista. Entre los objetivos principales de dicha agrupación se consignaron la realización de una reforma universitaria, a tono con el Movimiento de Córdoba de 1918, y la conquista de la autonomía universitaria”.
En una conferencia que dictara aquí en junio de 1929, el licenciado Marino Incháustegui, criticó los planes y programas de estudios que ofertaba la Universidad de Santo Domingo; demandó el sistema de elección de los decanos de facultades por el voto directo de los estudiantes y la del Rector por los Decanos de Facultades; el otorgamiento de las cátedras mediante concursos de oposición; también, el destacado intelectual reclamó la representación estudiantil en el gobierno universitario.
La respuesta a la pregunta siguiente parece obvia pero es necesario formularla: ¿Un modelo de Universidad como el de Córdoba, podía funcionar en un país como el nuestro donde imperaba una sangrienta dictadura como la de Trujillo? ¡No! En un plazo de apenas medio siglo, la República Dominicana ha llevado a cabo una transición desde un prolongado periodo de dictadura trujillista a una democracia, lo que ha permitido cambios de los tipos más diversos en el entorno socio-económico y político de nuestras universidades.