Para impartir cursos de verano, la Universidad Autónoma de Santo Domingo solicitó de urgencia la ayuda del Gobierno que suele darle mucho pero sin medir prioridades. Ha sido espléndido con obras para extensiones provinciales hasta el punto de que las presentes autoridades académicas dijeron ¡basta! La casa de estudios, que estaba impedida de seguir adelante con su programa estival por falta de 30 millones de pesos, es la misma que hace un par de semanas asombró a la nación con un edificio de estacionamientos de costos astronómicos.
Es la misma que creció hacia los pueblos con plantas físicas vistosas mientras escasean equipos para operar. Es la UASD que fue dotada de una fastuosa biblioteca y que no tiene recursos para su preservación y mientras en parte de su campus los estudiantes sufren precariedades en servicios sanitarios. La Universidad vive una gloria material mientras la insuficiencia salarial impide la actualización pedagógica de profesores sometidos a extensos horarios para subsistir. Es criticable que en medio de sus carencias la UASD practique una gratuidad que la agrava. Un sector importante de los inscritos en este centro docente procede de colegios privados que operan con tarifas altas. Se comprende que la UASD trate de ser accesible a los jóvenes más pobres pero no es justo que se abstenga de cobrar niveles de inscripciones en función de la capacidad de pago de los estudiantes.
Taiwán y su práctico boroneo
La República China de Taiwán ha acumulado un gran historial de aportes solidarios a los dominicanos; en varios órdenes: en becas estudiantiles y para profesionales, en transferencia de tecnologías agrícolas y pecuarias y en programas de fomento de la producción; e incluso donó un hospital completo a la comunidad en Azua. Además, de un tiempo a esta parte ha dinamizado la atención rápida a sentidas necesidades de recursos de diversas entidades públicas y privadas a las que favorece con donaciones de importantes equipos o dinero.
Taiwán comprende que una buena ayuda es aquella que apoya iniciativas o servicios públicos que entidades de fines sociales tienen ya en marcha y con expectativas claras que requieren un empujoncito. Con este apadrinamiento se tapan hoyos, aquí y allá, y la generosidad tiene garantizados los frutos a mediano o corto plazos. Se agradece.