La última generación de la Era

La última generación de la Era

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Ayer se celebró otro aniversario, el número 47, de la acción justiciera de un grupo de hombres que decidieron, a costa de sus vidas, cercenar la cabeza de la dictadura que por 31 años había controlado la vida de los dominicanos.

Todavía, bajo la euforia de los resultados de las elecciones del pasado día 16, es poco lo que podemos recordar con el propósito de evitar repeticiones similares en un mundo globalizado, donde tales regímenes dictatoriales se suponen que no tienen cabida, pero al menos ya permite ir  entendiendo de cómo la última generación de la dictadura de Trujillo quedó entrampada con sus temores del presente que vivió en los años 50 y el futuro incierto que se le presentó en los balbuceos del proceso democrático que desde entonces ha vivido el país.

Culpa de muchos intelectuales, es que el fenómeno de la dictadura de Trujillo no se ha asimilado con responsabilidad y madurez y se prefirió utilizar los estereotipos de escritor de izquierda para presentar una época de la historia dominicana con muchas sombras, pero también tuvo sus luces, contribuyendo a erradicar para siempre aquellos caciques de montonera como un Desiderio Arias, un Horacio Vásquez o un Demetrio Rodríguez que solo aceptaban la paz cuando les concedían prebendas o ellos gobernaban.

Casi 50 años de aquel hecho justiciero, es que poco a poco hay intelectuales que se han atrevido a plasmar verdades y consideraciones más objetivas y verdaderas que permiten ir conformando una visión más acabada de la época. Esto ha ocurrido con los recientes libros de Juan Daniel Balcácer y Euclides Gutiérrez Félix. En ambas obras hay un propósito de ser ecuánimes y certeros en sus juicios, permitiendo valorar el origen y final de una dictadura que afectó a todos los dominicanos y en particular la última generación nacida en el vórtice de la II Guerra Mundial, desarrollada su juventud en los años finales de la dictadura con firmes propósitos de emancipación cuando, con más ideales y sin planes concretos ni recursos, cayeron en las manos de la maquinaria de represión trujillista en una vendetta que alcanzó a una buena parte de hogares sin distinción social.

Desde ese entonces, esa última generación, que ya pinta canas y tiene más probabilidades de larga vida para superar lo que antes se creía era una barrera selecta de la edad, ha considerado que sus sueños de aquella ocasión quedaron truncos, al ver que sus esfuerzos no se convirtieron en un mejor país para todos.

Al contrario, ha caído en manos de una clase humana, que entregada a la política, la han convertido en un negocio de intereses y de latrocinio, en que el Estado ha sido un generoso dispensador de riquezas. Esto se observa en todas partes del país, con la opulencia en residencias que permite el dinero mal habido, gracias al disfrute de la política. Todo lo anterior a costa del sacrificio de una generación ingenua, soñadora y con un corazón lleno de esperanzas para una sociedad más justa, meta que no se logró.

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