La única solución para Haití

La única solución para Haití

HUGO GUILIANI CURY
La realidad es que un año después de Aristide haber salido del poder poco se ha hecho para rehabilitar a Haití, el país más pobre del hemisferio. La falta de gobernabilidad de esa nación situada en la llamada tercera frontera de los Estados Unidos lo ha convertido en un centro regional para la exportación de sustancias ilegales, del terrorismo y del éxodo de una gran cantidad de personas hacia Estados Unidos, Jamaica, Bahamas y República Dominicana. Las fuerzas de paz de las Naciones Unidas no han podido restablecer el orden y la violencia continúa. Es pues necesario actuar, pero se debe hacer con sentido pragmático y basado en la realidad haitiana.

Esto es así porque la democracia es el resultado del desarrollo de un proceso capitalista y de la formación de las instituciones que regulan a ese sistema. En Haití no hay instituciones que hagan factible a un régimen democrático ni tampoco que sean capaces de llevar a cabo un proceso de desarrollo. Esta es la verdadera razón por la cual ha fracasado y seguirán fracasando los intentos que se hacen para organizar un proceso eleccionario y ejecutar proyectos que mejoren la situación haitiana.

La comunidad internacional en lugar de estar perdiendo el tiempo en alcanzar ese objetivo y gastando recursos que nada lograrán deberían buscar un enfoque que sea viable y ajustado al caso haitiano. La única alternativa posible es crear una especie de fideicomiso a nivel económico durante varios años para así ir creando las instituciones que hacen viable a un sistema democrático. Las intenciones de la comunidad internacional y de los países donantes ha sido buena, pero el enfoque ha sido incorrecto. Esa ha sido la razón del escaso progreso que se ha tenido para avanzar en la organización de elecciones, en los proyectos que mejoren la vida cotidiana de los haitianos y en el desarme de la población.

Eso se pudo comprobar en la reunión de los países donantes el 18 de marzo del presente año. Sin embargo, durante esa reunión se preparó un documento final que brota de optimismo y que reitera la necesidad de aunar esfuerzos e iniciar la puesta en marcha en forma inmediata de diversos proyectos cuyos desembolsos ascenderían a unos 775 Millones de Euros. El optimismo de la reunión de Cayena pronto caerá en el pesimismo y en la inacción frente a la realidad haitiana. El tiempo seguirá transcurriendo y poco se hará para convertir los buenos deseos en realidades. Es por eso que de continuarse en el trayecto actual, las mismas naciones donantes que hoy apoyan financieramente a Haití dirán en un cercano futuro que esa nación «no tiene solución», se lavarán las manos y saldrán de los compromisos hechos con Haití. Cuando los países donantes lleguen a esa decisión será una actuación incorrecta, porque la falla ha estado precisamente en los erróneos enfoques y políticas que la comunidad financiera internacional está aplicando al caso haitiano. No es posible en un país carente de instituciones hacer viable un régimen democrático ni poder ejecutar un programa económico.

Para poder avanzar en Haití es necesario primero establecer el orden y garantizar la seguridad ciudadana. Simultáneamente formar una especie de fideicomiso parcial a nivel económico, y ejecutar con los recursos de los países donantes y de las instituciones financieras internacionales un programa de desarrollo económico y social para ese país. El esquema de un fideicomiso deberá ser adoptado en dos niveles diferentes. Uno de ellos es en las aduanas, para organizar a esa importante oficina recaudadora, pero a la vez tener seguridad y control en los puertos. La otra sería crear una corporación de desarrollo que reciba los recursos externos y ejecute lo planes económicos. Ambas organizaciones deberían ser manejadas por la comunidad internacional por lo menos durante los próximos ocho años.

En este proceso las instituciones financieras internacionales también deberán eliminar las condicionalidades que le han requerido a Haití para poder hacerle los desembolsos de préstamos otorgados. Mientras que los Estados Unidos deberán hacer realidad la legislación conocida como «oportunidad y recuperación económica» y los países acreedores deberán condonar las acreencias que tienen sobre Haití. Este conjunto de acciones, unidas a un programa con el FMI para mantener la estabilidad macroeconómica permitirían establecer las bases del futuro desarrollo haitiano.

En la situación actual de Haití, reiteramos, se necesitan soluciones diferentes a las tradicionales y la crisis silente de esa nación no puede ser prolongada. La realidad es que Haití es un «estado fallido» y solo a través de un fideicomiso es que puede haber algún tipo de solución para este país, lo cual es conocido por los donantes y la comunidad financiera internacional. Sin embargo, todos tienen temor de aplicar un fideicomiso y han preferido adoptar esquemas que en Haití fracasarán. El tiempo transcurre, la violencia continúa y la situación económica sigue empeorando. Todavía se está a tiempo para establecer un fideicomiso, única solución viable para el país más pobre de las Américas.

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