La unidad de los partidos minoritarios

La unidad de los partidos minoritarios

Las elecciones del 16 de mayo sacaron a relucir las grandes debilidades del sistema político dominicano, pero también muchas lecciones para los partidos que en realidad deben ser emergentes y no la cola de las grandes organizaciones que se disputan el escenario. Se notó que si los chiquitos no cuentan se debe, más que nada, a la falta de voz y de autoridad moral para definir un espacio en el escenario político.

Esos partidos, que en lugar de emergentes se han comportado como rémoras, tienen, sin embargo, la gran oportunidad de constituirse en una importante fuerza política.

Tendrían, eso sí, que prescindir del oportunismo que los ha convertido en busca-cargos sin condiciones y definir una plataforma programática en torno a la cual orientarán sus acciones, si en verdad quieren hacer algún aporte a favor del desarrollo de la nación.

No fue el caso del Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD), liderado por el licenciado Hatuey De Camps, y de alguna que otra organización que también decidió competir con sus propios recursos. La experiencia debe servir tanto de baremo como de catalejos para visualizar el horizonte político, siempre que los partidos minoritarios quieran representar una auténtica alternativa para la población.

Las elecciones de 2012 pueden ser esa gran oportunidad para que los partidos minoritarios se sacudan del yugo de las llamadas grandes organizaciones. Si han de aliarse tienen que hacerlo en torno a sus propias fuerzas y principios.

El PRSD puede ser ese gran árbol en torno al cual se cobijen todos los partidos alternativos. Una organización de principios, con un liderazgo sólido y respetado, que ha preferido construir su propio espacio antes que convertirse en una entelequia más del sistema político.

Las dos principales organizaciones no tienen más que dar ni qué ofrecer, porque a su paso por el poder han ratificado que sus compromisos no son con las grandes mayorías, sino con las ambiciones desmedidas de sus dirigentes. Ese no es el caso del PRSD, que está dispuesto a encabezar cualquier frente común para defender, como lo ha hecho, los mejores y más sanos intereses de la nación.

Los partidos que quieren ser alternativos tienen que ver más allá de intereses coyunturales y personales.

La sociedad dominicana necesita respuestas frente al deterioro de la seguridad ciudadana, del peligroso y escandaloso endeudamiento externo, del desempleo y de la carencia de seguridad social de millones de personas.

Sin estar aliados y cada uno por su lado, los partidos minoritarios ganaron alcaldías y regidurías, y no les fue mejor por las deplorables irregularidades que caracterizaron las votaciones.

 Los partidos alternativos tienen una oportunidad de oro de convertirse en una auténtica opción de cambio en República Dominicana, pero tendrían que redefinir su participación en el escenario político a través de un proyecto de refundición que satisfaga los anhelos de la población.

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