La materia nunca deja de existir, pasa de un estado a otro. Al desplazamiento de un punto a otro se le llama viaje o recorrido. Y esto requiere de tiempo, energía y movimiento.
Pero todo es limitado: el viaje, energía, desplazamiento, movimiento y tiempo. Las cosas crecen (tesoro, hombres, animales, árboles…) hasta llegar a un punto o estado. A partir de ahí empieza el descenso o regreso.
Viajar de un lugar a otro es como pájaro que vuela dentro de su propia jaula. Y a dondequiera que vayamos encontraremos lo mismo.
Algunos nos pasarán deprisa pero no por esto llegarán más allá de los límites ya establecidos. Yo sentado y tú viajando, siempre estaremos y perteneceremos al mismo universo.
Cada ser o materia es unidad del universo. Pero el cosmo todo lo contiene.
La creación nos sostiene y nosotros a ella. Todo cuanto un ser vivo come o bebe es energía para sustentar a otros: gusanos, hormigas, moscas, plantas…
El Creador es completo en todo. Ni le falta ni le sobra. No es alto ni bajo, ni estrecho ni ancho.
Hay más filosofía y misticismo que realidad palpable. Y más subjetividad que objetividad.
Fuera del Omnipotente el hombre no podría explicar nada y la vida carecería de propósito y sentido. Estamos contenidos en él, más él siempre fue y siempre será aparte de nosotros. De él todo depende y él no depende de nada.
Sin importar lo que sea que inventemos, ya ha sido o es. El ser nunca irá más allá de lo diseñado por el Creador.
Reconocer las cosas, interpretarlas y moverse dentro de ellas es la función de la mente. No todos los cerebros se comportan iguales. Unos son entrenados mientras que, otros, son vagos o están dañados.