La unidad

La unidad

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Abril de 1965 fue uno de los cuatro más importantes pasos al frente dados por el pueblo dominicano para hacer buena la frase que enseña: el pueblo unido, jamás será vencido. Fue esa unidad la que produjo el hecho histórico más importante del siglo XX: el Movimiento Constitucionalista, gesta de un esplendor de un brillo comparable al del Movimiento de la Separación: Febrero de 1844; del Movimiento Restaurador: Febrero y Agosto de 1863, y del Movimiento de Resistencia a la ocupación norteamericana de 1916 a 1924.

Esos picos muestran la presencia masiva, decidida, valiente y patriótica de la masa del pueblo dominicano en la historia. En esos cuatro momentos, con claridad de miras y altura de propósitos, el pueblo salió a decidir su destino de ser libre o que se hunda la isla, como dijo Juan Pablo Duarte.

En esos momentos el hombre-masa escribió la historia, mientras unos aprovechados se disputaban el poder para beneficio propio.

Cuando el pueblo selló las calles con su presencia y su decisión, con su arrojo y con un propósito común, los de siempre recularon. Se escudaron en fuerzas extrañas. Se ocultaron en sus madrigueras. Huyeron como maleantes perseguidos por sus culpas.

La revolución destruyó el aparato de opresión cuidadosamente cultivado con fuerzas armadas y policías, que más que instrumentos para garantizar el respeto a la Constitución y a las leyes, eran herramientas para cuidar y mantener privilegios y posiciones que no surgían de la voluntad popular.

Mientras el pueblo quemaba pólvora a ritmo de heroísmo, sus enemigos seculares llamaban a los norteamericanos, como antes llamaron a todos aquellos que pudieran ponerlos al abrigo de los miedos creados por sus propias maldades.

En Abril de 1965 se pusieron en juego las reales fuerzas del país y las reales fuentes del poder.

Desbandadas las fuerzas armadas y la policía, el honor y la herencia de los febreristas, los restauradores y los guerrilleros de 1916 a 1924, residían en el Movimiento Constitucionalista y su bandera de respeto a la voluntad popular y consolidación del sistema democrático con la igualdad de todos ante la Ley, no perseguíamos nada más, pero nada menos. De un lado se colocaron el sector de la curia católica que tenía el poder, los ricos (comerciantes, industriales, ganaderos, terratenientes y los guardias y policía derrotados que gritaron por sus papás, los yankis, en una demostración de vende patria que nunca les será perdonada); del otro lado, el pueblo (obreros, estudiantes, profesionales jóvenes, negociantes burgueses, amas de casa y gente del común).

Enfrentadas las fuerzas, se produjo la victoria popular y la ignominia de respaldar la invasión norteamericana que trajo muerte, dolor, prisiones y abusos, como acostumbran las tropas de ocupación.

Quienes a lo largo de los últimos años se dedicaron a dividir al pueblo (todos sabemos sus nombres) se convirtieron en traidores a los ideales del Movimiento Constitucionalista y, por extensión, en traidores a la Patria, como los que llamaron a los yankis para que desembarcaran un día como hoy, hace 40 años.

Desde ese día y en lo adelante, el Movimiento Constitucionalista reverdeció los colores de la Bandera Nacional.

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