El 2021 encontrará a Europa con varias interrogantes. La relación definitiva que tendrá la Unión Europea con el Reino Unido, el futuro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la gestión de la crisis económica, la puesta en marcha de los fondos de reconstrucción y el inconveniente de las tensiones internas. En esta entrega analizamos los dos primeros.
¿QUÉ RELACIÓN TENDRÁ LA UNIÓN EUROPEA CON REINO UNIDO?
Con la salida del Reino del bloque comunitario el pasado 31 de enero, empezó el llamado periodo de transición que fue pactado en el Acuerdo de Retirada que mantendrá sin cambios la situación de los ciudadanos, las empresas, los estudiantes y los investigadores tanto en la Unión Europea como en el Reino Unido, hasta el 31 de diciembre del presente 2020.
A pesar de que en la declaración política ambas partes acordaron en octubre de 2019 utilizar este tiempo para negociar una nueva asociación para el futuro, faltando apenas unos días para finalizar el 2020 no se ha llegado a acuerdos. En cualquier caso, con o sin acuerdos, obstáculos al comercio y los intercambios transfronterizos surgirán.
En consecuencia, no hay justificación alguna a la poca agilidad con que Londres ha estado gestionando su salida de la Unión Europea, dejando claro una perspectiva de ruptura sin acuerdo. Por tanto, Bruselas está obligada a establecer los términos de la separación y avizorar las consecuencias de un rompimiento a las malas.
El primer ministro británico, Boris Johnson está decidido a terminar el 31 de diciembre sin ninguna prorroga más. Sin embargo, la Unión Europea no puede seguir tolerando semejante interferencia en los asuntos europeos y debe disponer de planes específicos y ejecutables para superar esta y cualquier crisis sin importar su dimensión.
¿CUÁL ES EL FUTURO DE LA ALIANZA ATLÁNTICA?
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) llamada también Alianza Atlántica surgió con la firma del Tratado de Washington de 1949 entre Estados Unidos, Canadá y 10 Estados europeos con el objetivo de contener militarmente una agresión militar de la entonces Unión Soviética a Europa. Como reacción con la Guerra Fría el bloque soviético creo en 1955 el Pacto de Varsovia.
En la década de 1990, el surgimiento de un nuevo contexto internacional con la desaparición del bloque soviético obligó a la redefinición del rol de la Alianza plasmado en su nuevo concepto estratégico, que con el nuevo papel de organización de seguridad internacional aparecía como el instrumento de la seguridad europea. Luego el cambio de siglo vino aparejado con operaciones militares de gran envergadura fuera de Europa, el resurgimiento de Rusia como potencia y el surgimiento de nuevas amenazas no convencionales como el terrorismo y los ciberdelitos.
La anexión de Crimea por parte de Rusia junto a esos elementos les devolvió a la OTAN su misión original de disuasión y la defensa de Europa. Hoy mantiene misiones en Afganistán, Kosovo, el Mediterráneo, el Cuerno de África y labor de vigilancia aérea en el Mar Báltico e Islandia, siendo conformada por 30 Estados miembros. En la cumbre de Londres de 2019 por primera vez se reconoció la influencia de China y los retos que implica para la organización.
Sin embargo, los mayores desafíos que enfrenta la Alianza en la actualidad son internos y de dimensión política más que estratégica y de acuerdo con el jurista y analista de política exterior Joel Díaz Rodríguez pueden ser agrupados en cinco renglones: el compromiso de Estados Unidos con la defensa de Europa y su exigencia de mayor inversión en defensa por las naciones europeas; unificación de criterios sobre los objetivos y el rol de la Alianza; flexibilidad en la política de expansión; el debate sobre la autonomía de una defensa europea y los efectos en las relaciones de la Unión Europea con la OTAN; y el rol de la Alianza ante el nuevo equilibrio del poder en el planeta.
Se plantea entonces la necesidad de un liderazgo que aborde tales desafíos. Como primer paso, hay que analizar cuales factores han estado condicionando la trascendencia de la Alianza Atlántica y que subyacen en el origen de estos desafíos que por su naturaleza son de tipo multidimensional. Hay que buscar posibles alternativas y escenarios para cada uno para llegar a una redefinición política de los objetivos y del rol de la Alianza. Todo esto llevará a un nuevo compromiso de los aliados sobre los objetivos comunes y la responsabilidad compartida de la seguridad atlántica.
En cuanto a la política de expansión, se hace necesario reevaluarla y basarla no en cálculos integracionistas sino más bien de carácter geopolíticos y estabilizar al mismo tiempo las relaciones Unión Europea-Alianza Atlántica, dejando definidos los intereses y tareas de cada una.
En cuanto al reequilibrio del poder global, la OTAN debe interiorizar el ascenso de China y sus implicaciones para la seguridad, para no ser relegada en la nueva competencia entre potencias. De manera que el futuro de la Alianza Atlántica va a depender del consenso necesario para abordar sus desafíos que logre el liderazgo político y las decisiones que se tomen en la próxima cumbre.