La unión hace la fuerza

La unión hace la fuerza<BR>

Un rey que vislumbra la guerra contra un formidable adversario escucha los argumentos garantistas y triunfalistas de su consejo de guerra.  Los consejeros argüían, y se vanagloriaban que los soldados del rey eran más numerosos, mejor entrenados y poseían armas más sofisticadas.

 El rey, un gran estratega militar y guerrero que se había ganado el trono en batalla, veía  el peligro inminente desde otra perspectiva y le preguntó a sus consejeros:

 ¿Que número es más grande cinco  o uno? Algunos se quedaron perplejos con la pregunta,  porque parecía tan elemental que advertían un trasfondo en el acertijo del Rey, pero  todos coincidieron rápidamente  que cinco era el número mayor.

 El Rey levantó ambas manos y  les gesticuló, “Cinco (les mostró una mano abierta con los cinco dígitos extendidos). Uno (les mostró un puño apretado). La imagen visual era tan obvia y elemental como pareció haber sido la pregunta original. Un  puño cerrado propina un golpe más fuerte y contundente que una mano abierta.

 Luego les explicó que aunque eran mayor en número, su ventaja numérica  no resultaba en  cohesión, ya que cada grupo de soldados pertenecía a un principado y su lealtad no era monolítica ni directa  a la corona, sino que los juramentos de los príncipes a quienes  servían dichos soldados, fungían  como puentes a una obligación diluida y  lejana frente  al rey y sus aspiraciones.

 También les manifestó que su enemigo tenía un solo rey, un solo propósito y una sola meta, lo que los hacía más cohesionados, más fuertes y más peligrosos, pues no existía en ellos confusión, contradicción, intereses cruzados o cuestionamientos de lealtad o propósito.

 Nosotros como pueblo, como sociedad y como Estado, tenemos que encontrar en nosotros mismos esa lealtad y unidad de  propósitos. No a un partido político, no a un gobierno, no a un dirigente  o líder,  sino a la patria, al futuro de  nuestros hijos, a nuestra nación.

 Una vez amalgamado los propósitos en uno, dejando a un lado las ambiciones individuales y las exigencias de grupos interesados,  para  lograr un verdadero cambio, no hay gobierno, ejército o fuerza más poderosa que un pueblo convencido de lo que quiere y resuelto en conseguirlo a toda costa. Lo lograron los padres de la Patria con su proyecto de independencia, lo lograron los ajusticiadores del tirano, lo lograron los constitucionalistas frente a las fuerzas militares internacionales. Lo están haciendo los países árabes luego de años de opresión y rivalidad interna. 

No se trata de hacer huelgas revoltosas, no se trata de violencia y desorden que solo descalifican  el propósito y desmedran la meta añorada, brindándoles al mismo tiempo a las autoridades el pretexto de  la represión, el abuso y el desconocimiento de la leyes, para supuestamente preservar la “paz social”.

 La respuesta la dio Jesús, cuando por  el amor a nosotros y a su Dios se ofreció por completo y sin reserva. Ese desprendimiento, ese martirio en la cruz ha trascendido el tiempo, las culturas, los idiomas  y el espacio territorial.

 Gandhi lo logró contra el imperio inglés y Martin Luther King lo logró en norteamérica frente a la opresión racial, ambos propiciando un cambio radical con la protesta !no violenta!  pero basada en principios, desprendimiento, humildad,  pero sobre todo convicción y perseverancia.

 Mientras se busque un protagonismo, un reconocimiento, una remuneración económica o se busque un propósito interesado, individual, grupal o sectorial, será imposible la integración necesaria para propiciar el cambio, ya que lo único que tiene que hacer el status quo  es “dividir y conquistar”.

 Solo cuando el propósito  sea puro, desinteresado, incorruptible y desprendido, que la meta  se convierta en un ideal, en una causa noble e intransigente, que agrupe  a todos, los incluya e implique de manera personal,  pasional y hasta fanática (¡sin violencia!) habrá una verdadera unión del pueblo dominicano, y esta fuerza no podrá ser detenida, dividida ni amedrentada, engañada, anestesiada ni comprada. En ese momento seremos uno, seremos fuertes y lograremos los cambios que todos anhelamos.

Publicaciones Relacionadas