La universidad de Puerto Plata

La universidad de Puerto Plata

JESÚS DE LA ROSA
El 24 de agosto próximo pasado fueron inauguradas las modernas instalaciones del Centro Universitario Regional del Atlántico (CURA). Esa extensión de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en Puerto Plata dispone de cuatro edificios de aulas de tres niveles cada uno; de laboratorios de ciencias básicas (química, física, biología); de bibliotecas; de centros de informática; de aulas virtudes; y de equipos tecnológicos de última generación.

También, de un amplio y moderno espacio para la práctica de actividades relacionadas con la administración hotelera que alberga cocinas, restaurantes, habitaciones de hotel, y oficinas de tour operadores.

El moderno plantel fue diseñado por arquitectos e ingenieros egresados de la UASD, tomando muy en cuenta las características urbanísticas de la ciudad atlántica. Su costo de construcción sobrepasó los 500 millones de pesos.

La Universidad Autónoma de Santo Domingo con sus 11 sedes regionales y su más de 170 mil estudiantes es la institución de estudios superiores mejor dotada del país.

A mediados de los años 60 del pasado siglo 20, Andrés Aybar Nicolás, Rafael Kasse Acta, Hugo Tolentino Dipp, Tirso Mejía Ricart y otros miembros del Movimiento Renovador concibieron la idea y formularon el proyecto de creación de centros regionales universitarios. Pero, no fue hasta febrero de 1970, cuando dicho proyecto pudo materializarse.

En efecto, el Centro Universitario Regional Suroeste (CURSO) fue fundado por el autor de esta crónica el 26 de febrero de 1970; en tanto que el profesor Jacobo Moquete fundaba al otro día, 27 de febrero de 1970, el Centro Universitario Regional Noreste (CURNE).

La misión de esas dos primeras extensiones de la UASD en el interior del país era la de contribuir a la democratización la enseñanza superior; y la de evitar la concentración de recursos humanos calificados en la ciudad capital.

En principios, los objetivos de esos dos primeros centros universitarios de la UASD fueron: darle a la función de la Universidad estatal una proyección e influencia nacional; ampliar las oportunidades de los más de acceder a los estudios superiores; y aumentar en las regiones suroeste y nordeste la oferta de mano de obras calificadas.

Los dos primeros centros universitarios fueron fundados en momentos en que la UASD no contaba con recursos económicos con que emprender un proyecto tan ambicioso. A esa escasez de recursos se le sumaba la represión desatada contra los dirigentes universitarios, por el gobierno de “los doce años”.

La fe en nosotros mismos pudo más que la maldad.

A la vuelta de unos meses, a pesar de las persecuciones políticas y de los insultos desproporcionados, los jóvenes residentes en el interior del país comenzaron a apreciar los beneficios que les aportaban esas extensiones universitarias. Por ello, las defendieron, y por ello evitaron que colapsaran.

Así fue como la UASD se convirtió en un sistema integrado de centros regionales y extensiones universitarias a la cabeza de la cual estaba, y está, la misma Universidad estatal.

El tiempo se ha encargado de demostrar que eran correctas las decisiones de los del Movimiento Renovador de crear en el interior del país, contra vientos y mareas, centros y extensiones universitarias.

Debido al apoyo de las comunidades y al de los gobiernos perredeístas y peledeístas de turno, los centros universitarios regionales han experimentado en los últimos años una dinámica de crecimiento que nos ha llenado de asombro. Esto nos plantea un nuevo reto: el de convertir los centros universitarios de San Francisco de Macorís, de Santiago de los Caballeros, de Puerto Plata, de Higüey y de Barahona en universidades estatales regionales. Si no emprendemos de inmediato esa tarea, en breve habremos de enfrentar una crisis de consecuencias imprevisibles.

Hace unos meses, propusimos que el Centro Universitario Regional de Santiago (CURSA) fuera convertido en una universidad regional que llevara el nombre de Universidad de Santiago de la Paz para honrar una universidad dominicana que desapareció en el siglo XVIII cuando los sacerdotes de la Orden de Jesús fueron expulsados de todas las colonias españolas, entre los que se encontraban los religiosos jesuitas que la regenteaban. Pero, nadie nos hizo caso. Y ahí está el Centro Universitario de Santiago con sus profesores viajeros y con su oferta de carreras profesionales recetada por los burócratas de la sede central.

Esperamos que con los puertoplateños no nos ocurra lo mismo.

El presidente Leonel Fernández pronunció el discurso central de la ceremonia de inauguración de las instalaciones del CURA. Allí el mandatario proclamó la intención de su gobierno de transformar la nación dominicana desde los puntos de vista cultural, económico, científico y tecnológico. En una parte de su alocución, el mandatario les pidió a los responsables del CURA, vale decir, a las autoridades de la UASD, que convirtieran esa extensión en una universidad de la tercera generación, para aprovechar ese espacio y estar en contacto con todo el mundo. Exactamente, fue eso lo que deseamos que se hiciera con el Centro Universitario de Santiago y, deseamos ahora, que se haga con el recién inaugurado Centro Universitario de Atlántico.

Es que la UASD debe hoy ocupar el centro de un sistema de universidades regionales estatales.

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