La Universidad en tiempos de Trujillo

<p>La Universidad en tiempos de Trujillo</p>

JESÚS DE LA ROSA
En la villa de Santo Domingo, poblada de peninsulares que jugaban a las cartas con clérigos de modales escandalosos, y de maridos que abandonaban a sus legítimas mujeres de España para amancebarse aquí con indios y mestizas, se fundó, el 28 de octubre de 1538, la primera universidad del Nuevo Mundo, la Real y Pontificia Universidad de Santo Domingo, hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

En sus inicios, la Universidad de Santo Domingo no era más que un borroso calco de la universidad de la España medieval. Durante siglos, nuestra Universidad no hizo sino responder a los intereses de los grupos dominantes o a los designios de los dictadores de turno.

¿Qué decir de la Universidad en tiempos de Trujillo?

En la página 194 del tomo I de sus «Diez Ensayos sobre Reforma y Planeamiento Universitarios», Tirso Mejía Ricart, refiriéndose a ese tema, dice: «La Universidad fue maniatada, convirtiéndose en instrumento de dominación ideológica de ese gobierno totalitario, a la vez que producía los técnicos dóciles que requería la expansión de un sistema organizado para el engrandecimiento político y económico del tirano».

Sin más y sin menos: la Universidad estuvo al servicio de Trujillo, al servicio de una dictadura cruel y despiadada.

La Reforma Universitaria de Córdoba de 1918 fue producto de múltiples circunstancias sociales, económicas y políticas. Fue la primera confrontación entre un modelo de universidad enquistado en esquemas obsoletos y una sociedad latinoamericana que comenzaba a experimentar cambios en su composición interna. Su importancia fue tal que la problemática universitaria de hoy, a casi un siglo de ese magno acontecimiento, no puede ser entendida en su verdadera naturaleza y complejidad sin un análisis de lo que significó y significa la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918.

¿Cuál era la situación de las universidades latinoamericanas, incluyendo la de la nuestra, a la época del estallido de Córdoba?

No pudimos encontrar mejor descripción que la incluida en el propio manifiesto de Córdoba: «Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y -lo que es peor aún- el lugar en donde las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que la dictara. Las universidades han llegado a ser así el fiel reflejo de estas sociedades decadentes, que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil». Demoledora denuncia, aplicable a la situación universitaria de aquí en la llamada «Era de Trujillo».

El grito de Córdoba llegó hasta aquí pero fue prontamente acallado por la represión trujillista.

Organizada en facultades separadas, con una estructura académica erigida sobre un régimen unipersonal de cátedra, la Universidad en tiempos de Trujillo, encasillada en un molde profesionalizante y arrastrando un pesado lastre colonial, estuvo lejos de responder a las necesidades de la sociedad dominicana. Sus cátedras estaban reservadas a los apellidos ilustres o a los funcionarios de la dictadura. Sus autoridades, fieles servidores de Trujillo, se olvidaron de la misión de la Universidad, a tiempo en que se hicieron cómplices de la entronización en la Academia de un autoritarismo de la peor especie.

De espaldas a la realidad, encerrada tras altivos muros de pedantería, la Universidad en tiempos de Trujillo carecía de proyección social.

Fue después del ajusticiamiento del sátrapa cuando la juventud universitaria volvió a enarbolar la bandera de la reforma de Córdoba, hasta lograr la autonomía universitaria, el 31 de diciembre de 1961. Pero, como bien lo expresa Tirso Mejía Ricart, en sus conocidos Ensayos sobre la Universidad: «Esa universidad ya autónoma, además de los vicios propios, consecuencias funestas de la dictadura pasada, tenía las deficiencias de las universidades latinoamericanas que no han sabido renovarse de acuerdo a las exigencias de estos tiempos; problemas éstos a los que hubieron de añadirse aquellos hijos de la nueva situación de autonomía, con el uso y abuso de los nuevos derechos, la improvisación y el reflejo dentro de la universidad de las agudas contradicciones y desajustes de la sociedad dominicana, de los que el movimiento revolucionario de Abril de 1965 fue su fiel expresión».

Hizo falta un Movimiento Renovador que reorganizara la universidad y la colocara en una trayectoria de progreso, dentro de un ambiente de libertades y de criticidad. A ello nos referiremos en una próxima entrega.

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