La Universidad, entre el semianalfabetismo estudiantil y la endogamia académica

La Universidad, entre el semianalfabetismo estudiantil y la endogamia académica

La Universidad que recibimos para su dirección,  los profesores y estudiantes que luchamos en la Guerra de Abril de 1965, era una institución enclenque y atrasada, con menos de 4 mil estudiantes, con deficiencias pero muy motivados para formarse, donde se estudiaban diez carreras con planes de estudios y programas obsoletos y en conflicto permanente con el gobierno golpista, con autoridades llenas de temor, que pretendían calmar la agitación con el cierre de sus aulas.

El Movimiento Renovador Universitario de la UASD tuvo la virtud de conectarse con el liderazgo estudiantil revolucionario de entonces y profesionales que llegaban del exilio o con postgrado en universidades extranjeras que deseaban integrarse a la vida universitaria y hacer algo por su país.

En pocos meses, la UASD sufrió una profunda transformación en su oferta curricular y organización académica, orientada por tres objetivos: la democratización, la  departamentalización y la diversificación de la enseñanza.

 De ahí que en pocos años pasó de menos de 4 mil estudiantes en 10 carreras y 8 escuelas-facultades, a tener 40 mil estudiantes, más de 40 carreras y 44 departamentos académicos. Cambió de anualidades a semestres con inscripción por asignatura. Todo eso en medio de luchas interminables por mejores asignaciones  presupuestarias, arrancadas a duras penas al gobierno balaguerista.

Los primeros 12 años fueron de renovación y logros casi constantes en las diversas disciplinas que sorprendían a los observadores ecuánimes. Desde 1970 comenzó también a desplazarse al interior con los centros regionales, comenzando con el CURE en San Pedro de Macorís, luego trasladado a Higüey;  Barahona y San Francisco de Macorís, como formas concretas de arraigar a los futuros profesionales en sus comunidades de origen y crear un  ambiente intelectual en las provincias del país.

Fueron tiempos de austeridad y administración pulcra, solo empañada por el uso fraudulento de exoneraciones por un asistente de vicerrector.

En esa etapa sobresalieron Andrés María Aybar en la parte institucional, Hugo Tolentino Dipp en la parte política y el suscrito en la parte académica, y muchos otros profesores como Andrés Avelino, Víctor Pizano, Marcio Mejía-Ricart, Ivelisse Prats-Ramírez, Hamlet Hermann, Antonio Zaglul, Jacobo Moquete, Jesús de la Rosa, Rafael Kasse Acta y Miguel Lajara Persia. También se destacaron los estudiantes Amín Abel, Virgilio Bello, Romeo Llinás y Carlos Dore. 

Sin embargo, a los 46 años del triunfo de ese movimiento, todo parece desdibujarse a la vista de todos: los estudiantes llegan casi analfabetos producto del infame sistema educativo vigente; los profesores, con sus excepciones, son el resultado de una “endogamia”, por la manipulación de los concursos por capillas profesorales con exdirigentes estudiantiles que se forman “al vapor”, en cursos que estos mismos organizan para autocalificarse; los planes de estudio son obsoletos, sin laboratorios, sin conexión con la moderna ciencia y tecnología que está transformando el mundo; mientras el gobierno solo está atento a construir edificios superfluos sin aulas y le niega el presupuesto que se requiere para que la institución funcione y pueda reformarse.

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