El pasado día 12, el presidente Fernández inauguró un recinto de la Universidad del Estado de Haití, donada por el gobierno dominicano como contribución a paliar los daños del terremoto que padeció hace 2 años el país vecino.
Creo fue un buen gesto, sobre todo que resultó US$20 millones menos de los que anunciaron costaría, al parecer reducidos de la Comisión, por la cercanía de las elecciones generales.
Estudios superiores y descentralización son un buen mensaje de solidaridad, aunque en el país se crean esos centros docentes sin aportar lo que cuesta su mantenimiento.
Sin embargo, como lo sabe bien el Presidente, los aspectos formales también cuentan, como el emplazamiento, el nombre y la presentación, que al parecer fueron olvidados en esta ocasión.
El emplazamiento, en La Limonade, fue el lugar donde se escenificó la más importante batalla de la época colonial, en la que las tropas domínico-españolas aplastaron a los intrusos franceses y los obligaron a retirarse, aun cuando pronto se abandonó el territorio recuperado, que permitió el retorno de éstos, que alcanzaron el primer reconocimiento de su posesión en la Paz de Nimega.
Eso podría haber pasado, si el lugar tenía otras ventajas.
Lo que no tiene madre ni padre es poner o aceptar que se le pusiera a ese recinto el nombre de Enrique Cristóbal, verdugo del pueblo dominicano, que cometió crímenes horrendos contra inocentes pobladores, muy superiores a los que cometió Trujillo, lo que es mucho decir, como el incendio y degüello general de Moca, Santiago y otras poblaciones del Cibao, y en su retirada se llevó a numerosos rehenes, muchos de los cuales murieron luego de incontables sufrimientos y humillaciones de los que muy pocos sobrevivieron.
Como si eso fuera poco, Cristóbal dividió a su país en dos, por no aceptar la elección de Petión como Presidente y creó en la parte norte un reino ridículo, con multitud de títulos nobiliarios mala imitación de la corte napoleónica y un régimen de servidumbre y trabajo forzado. Esto fue peor que ponerle aquí una estatua de Trujillo en la escuela Haití, suponiéndose que la hayan donado los haitianos. Bien podrían haberle puesto Toussaint LOuverture o el propio Jean Pierre y aunque fue un dictador, los oficiales de su ejército eran en general electos por los propios soldados.
En la presentación, el Presidente prefirió mostrar su capacidad de leer su discurso en francés, en lugar de usar el español como mandaba el protocolo, o si lo prefería, irlo traduciéndolo por partes.
Para completar se cometió la acción politiquera de poner en el salón de actos una foto y alusiones al profesor Juan Bosch, que provocó las reacciones ya conocidas.
Ahora anuncian que el nombre de la Universidad será Henri I, Roi d Haití, tal como figuraba ya en el frente del edificio; y Bosch en el auditorio, cuya única relación con Haití fue ordenar un bombardeo.
Todo eso fue una afrenta gratuita para los dominicanos y para Haití.