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Vivimos una época de cambios acelerados. Años de increíble pompa y extravagancia, de riqueza extrema, de suma pobreza, y de vano fanatismo político. A pesar de ello, las universidades y demás instituciones de educación superior pueden y deben realizar importantes aportaciones al avance y progreso de la sociedad, siempre que se les dote de los recursos y la libertad de acción necesarios y que sean lo suficientemente previsoras para adaptarse a los grandes cambios que se están produciendo en todo el mundo; lo contrario sucedería si se ven limitadas por una serie de normas y de regulaciones de carácter uniforme y si sus dirigentes profesorales y estudiantiles se aferran ciegamente a prácticas e idiosincrasia convencionales.
Detengámonos a examinar el caso de la UASD. No es nuestra intención el llevar a cabo un análisis profundo y detallado de todo lo que hoy sucede en esa Alta Casa de Estudios; ni, mucho menos, ofrecer soluciones atrevidas para la solución de los problemas que la afectan. Simplemente, trataremos de ofrecerles a nuestros amables lectores unos breves comentarios sobre el quehacer uasdiano unido a la enumeración de los más recientes progresos que en los últimos años hemos alcanzado en materia de educación superior, suponiendo que nos dirigimos a una mayoría de lectores que desconocen la naturaleza de los mismos y que anhelan saber más sobre el asunto al cual nos estamos refiriendo.
Comenzamos por señalar que es mucho lo que hemos progresado en las últimas décadas en materia de creación de nuevas instituciones de educación superior; en la organización y en aprendizaje en las mismas; en la experiencia educacional de los estudiantes; en la posibilidad de cursar estudios superiores en instituciones extranjeras; en el mejoramiento de las condiciones del aprendizaje; y en materia de investigación y difusión de saberes.
El aumento considerable del número de estudiantes de la UASD que se prevé para el próximo semestre no es un contratiempo como piensan algunas de sus autoridades; al contrario, podría redundar en beneficio de la misma siempre y cuando se corrijan algunas de sus reconocidas deficiencias. Otros factores están contribuyendo para que esto pueda ser así: el empleo de nuevos métodos para mejorar la educación básica y media, especialmente en lo que respecta a las ciencias, a las matemáticas y a los idiomas; el uso de nuevas tecnológicas en la trasmisión de conocimientos unido a la consiguiente demanda de personas especializadas en la materia; y las intenciones manifiestas de parte de las autoridades gubernamentales de emplear más recursos económicos en el financiamiento del sistema de educación superior.
En ocasiones, la UASD ha sido objeto de merecidas críticas debido a su resistencia a los cambios. Como dijera un rector frustrado: “Es más fácil trasladar un cementerio que examinar y reorganizar un currículo”. En Europa todavía existen decenas de universidades enseñando lo mismo y en el mismo sitio donde las fundaron hace ya varios siglos.
Un error que frecuentemente cometen los dirigentes profesorales y los líderes estudiantiles de la UASD consiste en denunciar los males de la Primada sin hacer mención de sus virtudes. Esto afecta considerablemente el buen crédito de esa Alta Casa de Estudios. Son pocas las universidades de la América española que disponen de una infraestructura como la que hoy tiene la UASD.