La venganza del cangrejo

La venganza del cangrejo

Cualquiera que no  haya conocido bien nuestros países pensaría que lo que cuenta en sus magníficas narraciones García Márquez, son  producto de su sola imaginación.

En una de estas habla de cierto lugar en el que había tantos cangrejos que se subían por los techos y las paredes y encima de los mosquiteros.

Quien décadas atrás visitó de noche Boca Chica y Juan Dolio, presenció el espectáculo de millones de cangrejos cubriendo totalmente la Autopista Las Américas, cruzando desde el mar hacia las áreas cavernosas de las rocas de coral que en esas vecindades les servía de cuevas para el desove.  La construcción de los barrios aledaños a dicha vía, destruyó ese totalmente dicho hábitat y los cangrejos se extinguieron.

Las aldeas y los barrios pobres de orillas y riberas se deprimieron aún más, pues los cangrejos eran parte importante de su cadena alimenticia, y conformaban con los habitantes de esas favelas, decía Josué de Castro, el ciclo del cangrejo: Los humanos comían cangrejos y los cangrejos se alimentaban de los excrementos de aquellos. Idénticamente, los funcionarios depredadores del erario se engullen incesantemente los recursos públicos necesarios para la reinversión, llevando hasta la inanición y la entropía total la estructura institucional y económica del país.

No sería imposible que de muchas maneras los dominicanos estemos siendo víctimas del espíritu de los cangrejos,  venidos a cobrar venganza contra nosotros. Porque muchas de nuestras ocurrencias, habría dicho Tres Patines, han sido sacadas de las cabezas… de los cangrejos: En espacios y vías  públicos nos conducimos como lo hacen estos crustáceos cuando están en una jaula, sin sentido de orden y territorialidad, encaramándose unos encima de otros, ocupando precaria y violentamente los espacios ajenos, tanto peor porque ya no quedan espacios vacíos, tierras de nadie, y los espacios públicos han sido “apropiados”, “privatizados”.

Otras veces actuamos como cuando estos son puestos en una lata de la cual intentan escapar y no lo logran, porque cuando unos lo intentan, los otros los jalan, en una lucha inútil conducente al hoyo negro de la decrepitud colectiva. Intrépidos hay que proclaman con insistencia que “E’ pa’lante que vamo”, cuando los números de la CEPAL y el PNUD aseguran que vamos “pá atrá, como el cangrejo”. Algunos desalmados ni siquiera respetan los tiempos de veda, atracándose de las jaibas en meses que no tienen “r”, mayo, junio, julio y agosto, en los cuales su ingesta produce terribles y fétidos desórdenes gástricos en donde la furia de los crustáceos puede ser letal. También pareciera parte de la maldición, de la justa venganza de estos  acorazados bimolares, el producirnos apatía, indiferencia, cinismo; y ponernos a muchos a soñar con la “inmortalidad del cangrejo”.

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