La venta del palacio

La venta del palacio

PEDRO GIL ITURBIDES
Recibí un mensaje dirigido a mi buzón electrónico. La firmaba HBH. ¿HBH?, me pregunté. No puede ser otro que el intrépido Hauckot Berry Haw, me dije con firmeza. Tengo la seguridad de que les he hablado en alguna que otra ocasión de mi amigo Hauckot Berry Haw, un gringo aplatanado. Supe que era uno de los nuestros el día que lo ví cruzar la Duarte con París el día que lo ví cruzar la Duarte con París sin detenerse ante el semáforo en rojo y sorteando el paso de motoristas y choferes de concho. ¡Eeepaa!, dije entonces admirado, mientras salía volando tras él. Quince minutos después, llegando al peaje de Las Américas, le dí alcance.

¿Yu ser agente de tránsito?, preguntó mientras escondía entre sus papeles un billete de diez dólares.

¡Qué papeles ni papeles!, dije rotundo. Y entonces le expliqué que deseaba conocerlo porque no todo el mundo cruza indemne la Duarte con París y se ríe del mundanal ruido. Argumentó que no acostumbraba a estas transgresiones, pero que marchaba raudo porque acudía al remate de la capitalización de la planta eléctrica de San Pedro de Macorís. Había salido tarde de su hotel y por eso pisaba el pedal hasta el fondo.

Fue inútil aquella exhibición de “fangismo”. Cuando llegó, ya todo estaba rematado. Pero desde el fortuito encuentro hemos permanecido en contacto.

De vez en cuando alquilo alguna de sus dramáticas películas, como aquella en que es víctima de un león en el desierto de Nuevo México. Ahora me enviaba aquél mensaje porque quería comprar el Palacio Nacional. No respondí por la misma vía, sino que lo llamé a su mansión en Bell Air, California.

“Creo que te equivocaste en esta ocasión”, le dije tras saludarlo. “El Palacio es sagrado para nosotros. Los políticos podrán venderlo y llevárselo todo, hasta la isla, afirmé sin titubeos, pero ¡jamás se antojarán de vender el Palacio!”

¿Yu leer noticia sobre venta de Sans Soucy?

Eso es distinto. La venta de Sans Soucy es como vender un caramelo en palito. Pero el Palacio es distinto, porque el Palacio representa…

Excuse me, Pedro. ¿Yu recordar la venta de empresas ser del Estado, o capitalización de centrales de la sugar, o la factoría de los apagones? No hablar mí de lo que no se venda en tu país. Sulu dime cuánto pidin por Palacio, y llámame a esti teléfonou, o escríbeme a hauckotberryhaw@holliwood.com.

Y cerró el teléfono. ¡Tremendo lío tenía entre manos! Porque figúrense ustedes, ¿a quién llamaba yo para averiguar si además de Sans Soucy se había puesto en venta el Palacio? Llamé a mi amigo Esculapio Torres, que trabaja como barrendero en la Doctor Delgado, al doblar del centro de salud.

Sin duda él puede saber si esta noticia se corresponde con la realidad, pues encontrándose tan cerca del centro del poder, podía tener acceso a noticias de primer orden.

No he oído nada sobre el particular, comenzó a decirme con cautela. Tú sabes que cuando salen de ahí salen a mil, y no es fácil escuchar lo que dicen.

Utilicé frente a él los mismos argumentos de Hauckot Berry Haw ante mí, le hablé de todas las empresas del Estado que ya no lo son, de los centrales azucareros que no se sabe por dónde andan y de la antigua Corporación. Y para coronar aquella suma de ardientes especulaciones, susurré en el micrófono lo de San Soucy. “No se ha aprobado en el Congreso Nacional, pero entregarán el viejo muelle de Félix Benitez y del Jefe en noviembre”. Anoche me llamó eufórico. “Hablé con Leonel”, me dijo. “¿Con el Presidente?”, pregunté. “No ombe, con Leonel el primo mío que trabaja en la 30 de Marzo, cerca del Palacio, respondió. Tú sabes que él brega con malas raíces”. Lo interrumpí: “querrás decirme con bienes raíces”. “No hombe, con malas raíces. El arranca los árboles del Parque Joaquín Balaguer. ¿Tú no has escuchado nada sobre eso?” “No había escuchado nada sobre el particular, y, por demás, no era asunto de mi interés. De manera que fui directo al grano: Dime, ¿qué hay de la venta del Palacio?”

“¡Sí, es cierto!”, dijo alborozado. “Mi primo Leonel me dijo que están vendiendo el edificio de la vieja tienda El Palacio, de la calle El Conde. De modo que si quieres, podemos ganarnos unos cuartos por la comisión. Porque aquí, quien no habla de comisión no consigue nada. Dime, quién quiere comprarlo?”.

Con desgano escribí a Hauckot Berry Haw, con lacónico tono: “Amigo común habló con Leonel. Está en venta El Palacio de la calle El Conde”, y presioné el cursor sobre la ventanilla de enviar. No mandé una palabra más ni una palabra menos. Y confieso que todavía no he recibido respuesta.

¿Quieren que les cuente si Hauckot Berry Haw me llama?

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