“La Venus de las Pieles” ficción y realidad

“La Venus de las Pieles” ficción y realidad

Cuando el autor austríaco Leopold Von Sacher-Masoch escribió en 1870 su novela “La Venus de las pieles”, evocó a plena conciencia a la diosa romana de la sensualidad y la crueldad, para construir su relato. Tan impactante resultó en su momento la obra, que de su apellido derivó el término masoquismo, utilizado para definir ciertos comportamientos sexuales.

Inspirado en la novela de Masoch, el autor teatral norteamericano David Ives, escribió su obra homónima “La Venus de las pieles” y en ella recrea el teatro dentro del teatro, cuyo contenido temático es, en parte, la representación de una pieza teatral. El empleo de esta fórmula implica una reflexión y una manipulación de la ilusión, al mostrar en escena a los actores empeñados en representar la comedia, el autor envuelve al espectador “externo” en rol de espectador de la obra interna.

Este fascinante juego teatral se convierte en un juego de seducción, en constante ruptura entre realidad y ficción, y un reiterado cambio de roles de los protagonistas. El argumento nos cuenta cómo una joven aspirante a actriz logra la atención de un director, de la relación va surgiendo una historia, la historia de otros, cuyos personajes se envuelven en una mórbida ficción. La comedia a través de diálogos explícitos, cargados de un humor negro con tintes eróticos, pone al descubierto las pasiones y aberraciones de los quiméricos personajes.

La joven Laura Lebrón, ligada al teatro musical, asume el papel de Vanda, -la actriz- siendo este su primer gran reto teatral. Ciertamente la escena le es un lugar común, un espacio que no parece tener secretos para ella. Hay espontaneidad en sus movimientos y elocuencia en la gestualidad, pero sobre todo posee una energía interior que le permite una actuación veraz que se decanta en las transiciones, no limitándose a un simple cambio en el modo de hablar.

Laura ha creado un estereotipo de la joven de hoy desparpajada y espontánea, y con sus alternaciones fonéticas dominicaniza el papel de Vanda. Ciertamente ha nacido una actriz con un gran potencial, y es que “de casta le viene al galgo”, nieta de un gran intelectual, Mariano Lebrón Saviñón e hija de Mario Lebrón, quien con orgullo hoy la dirige.

Josué Guerrero, joven y talentoso actor, encarna al director Thomas, revistiendo a este personaje de cierto y apropiado alejamiento, que cambia ostensiblemente haciéndose más comunicativo cuando se convierte en personaje de ficción. Su actuación orgánica, convence, hay pasión en su accionar, sin llegar a estereotipias. Guerrero posee además, una atractiva presencia escénica.

La puesta en escena bajo la dirección de Mario Lebrón, mantiene un ritmo sostenido a pesar de lo extenso del texto, maneja con propiedad los pequeños climaxs, pero más que nada advertimos en él a un efectivo director de actores. Cada elemento de la escena es un símbolo referente, así como los detalles fetichistas, -un traje, una chaqueta- . El gran climax se produce entre los personajes de ficción, cuando el hombre firma un contrato de sumisión, y convence a la mujer para que le sea infiel, en un acto supremo de masoquismo. El final toma un giro inesperado en la realidad y en la ilusión.

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