La verdad es bella

La verdad es bella

Nadie que esté en sus cabales debía temerle a la verdad histórica. Dice Pierre Vilar que “el objetivo de la historia no es revivir el pasado, sino comprenderlo”. Es inevitable que cada hecho debiera ser comprobado de alguna manera, ya sea mediante documentos, declaraciones de individuos y hasta auxiliarse de las ciencias cuando el caso lo amerite.

El análisis de la historia no es cuestión de fe, de creer y confiar en las opiniones de algunos porque se consideran importantes e infalibles, aunque no cuenten con evidencia alguna para confirmar lo que alegan. La comprobación histórica es piedra de toque que evita falsificaciones.

Para comprender la historia, nadie puede mantener la cabeza dentro de un casco metálico, como los de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Hay que tener la mente descubierta para que las ideas y los conceptos, aun cuando hayan sido originados en otras personas, puedan ser considerados y hasta aceptados por responder a criterios objetivos.

El pasado es pasado, no renovable por definición. ¡Ay de aquel que lo intente! Sin embargo, algunos mezclan y confunden las experiencias vividas con las enseñanzas que les fueron transmitidas durante su niñez y su juventud. Esa forma contaminada de interpretación corre el riesgo de no coincidir con la realidad, sino más bien convertirse en reflejo de la historiografía de los poderes dominantes, que nunca han sido democráticos ni objetivos.

La verdad es bella y debemos aproximarnos a ella sin temor alguno. La realidad histórica no es como el candente sol que derritió las alas de cera de Ícaro. Por el contrario, la verdad es un recinto acogedor, bien iluminado, donde se encara, con la mente abierta, todo lo que pudiera significar la realidad y el significado del hecho mismo. La meta debía ser descubrir por qué, para qué y cómo sucedieron los acontecimientos. Nunca debían maquillarse hasta deformarlos para que satisfagan intereses materiales o vanidades de nuevo cobijo.

Nada material debía provocar el intento de distorsión de los hechos históricos. Nada hay más peligroso y contaminante que las cosas y los falsos protagonismos cuando llegan hasta emborronar las ideas por las que alguna vez se arriesgaron vidas y familias. Es por esos ruidos en el sistema que unos pocos debían refrescar la memoria histórica y evitar convertirse en olvidadores profesionales.

Si alguien quisiera convertirse en juez del pasado, debía desempeñar primero el rol de guardián de la memoria. Preservarla intacta, pase lo que pase, sin que las cosas empañen las ideas que debieron aprender de los mártires. Hay que despojarse de consignas políticas basadas en esquemas autoritarios y protagonismos ridículos fabricados en tiempos recientes. Deben mantener la mano derecha junto al corazón para así invocar la verdad hasta mostrar la realidad social de entonces cuando se produjeron los hechos que nos involucran.

Debían ser capaces de comprender que la sociedad en que vivimos ha cambiado para peor, agudizando los peligros que corren quienes entienden que hay que preservar las ideas de los mártires en vez de deformarlas con criterios de oportunidad. Todo ha empeorado y no pueden asumir esa maldición como fruto de su responsabilidad o desinterés, ni debían sumarse a sus interpretaciones y designios.

Los que insisten en defender ideas y principios deben rechazar el soborno que busca envilecer la Historia. No es rico quien tiene muchas cosas acumuladas, mientras corazón y mente sufren sequías permanentes. Rico es quien poco o nada necesita. Sólo tener buena memoria, la cabeza descubierta y la mano junto al corazón jurando decir toda la verdad.

Lo correcto ahora es unirse para llevar ante los tribunales a los autores materiales e intelectuales de los crímenes de Estado del régimen de Joaquín Balaguer, quien todavía parece gobernar en República Dominicana. El momento histórico es favorable como nunca antes para surfear sobre la ola progresista que recorre el continente americano. No porque hayas caído tu luz es menos alta. Un caballo de fuego sostiene tu escultura guerrillera entre el viento y las nubes de la Sierra. No por callado eres silencio.

Y no porque te quemen, porque te disimulen bajo tierra, porque te escondan en cementerio, bosques, páramos, van a impedir que te encontremos Che Comandante, amigo. Nicolás Guillén.

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