La guerra comercial desatada a la que uno recurre considerándose “víctima de abuso” y la defensa del otro ante lo que califica como “chantaje”, no es sino un choque de colosos que hoy día dominan el escenario mundial. Uno patalea resuelto a no perder espacios de dominación y el otro se revuelca decidido a seguir ganando los espacios en que cree tener derecho a incidir. Era de suponer que en la medida que China reforzara su rol como economía y potencia estratégica de primer orden los Estados Unidos sentirían “amenazados” su poder e influencia globales.
Cuando al inicio de los noventa del siglo XX la URSS se evaporó, los Estados Unidos quedaron como la potencia vencedora y única en el mundo con capacidad y determinación de dominación. Teóricos geopolíticos argumentaron que se había creado una “aldea global” en la que reinaría indiscutiblemente Washington. Sin embargo, pronto quedó claro que se habían desatado nuevas fuerzas que iban forjando otros actores protagónicos. China, sin confesar ambiciones de dominio globales, sí se reconoce a sí misma con derechos de liderazgo e influencia planetaria. En cuestión de unas pocas décadas hemos pasado de un mundo bipolar a uno unipolar a otro, indetenible, multipolar. En breve Beijing y Washington comprobarán que les acompañan, les guste o no, nuevos actores que se sentirán con derecho a disputar su “Oscar”. Son los casos de India, Rusia, Brasil y otros protagonistas que, aunque actores de reparto, no dejarán de ser importantes.
El detonante de la confrontación en estos momentos ha sido, por un lado, la entrada a la mansión presidencial estadounidense de un presidente populista acompañado de un equipo que no ha logrado visualizar que en la actualidad global ya los Estados Unidos se enfrentan a contendientes, y hasta a aliados, contestatarios. Por otro, el programa chino anunciado desde 2015 bajo el rimbombante nombre de “Made in China 2025”, en el que avanza firmemente, y del que sus objetivos centrales son alcanzar el liderazgo en sectores estratégicos claves como la robótica y la tecnología digital, lo que EE.UUconsidera una amenaza a su influencia mundial.La estrategia adoptada por Washington no le deja puerta de salida digna ante la actitud asumida por China de enfrentarlo de igual a igual. El Gobierno chino ha descrito su respuesta como “necesaria para defender la dignidad del país” y ha hecho un llamado a renunciar a la “política de chantaje” y retornar a la “sensatez”. La “sensatez” no puede ser otra que la mesa de negociación en la que ninguna de las partes se sienta con capacidad a someter y avergonzar a la otra. Estados Unidos aspirará a recibir concesiones y flexibilidad comerciales y China reclamará la eliminación de la prohibición de aquellos rubros tecnológicos importantes para la industria militar y tecnológica que EE.UU. tiene prohibido vender a China y que Beijing situará como parte del “paquete” a negociar. Llama la atención que ese punto no se haya mencionado. Al final puede resultar que China vea reforzado su camino hacia 2025.