La verdad, Font, siempre la verdad

La verdad, Font, siempre la verdad

POR EUCLIDES GUTIÉRREZ FÉLIX
Para colocar a Joaquín Balaguer en el justo lugar que históricamente le corresponde no hay que referirse en términos irrespetuosos a la figura del profesor Juan Bosch y mucho menos en un acto auspiciado por el Presidente de la República, discípulo y compañero de Juan Bosch y Presidente del Partido que él fundó, en un encuentro que por razones políticas tiene su explicación.

Siempre, desde hace muchos años, el autor de esta rectificación histórica y necesaria respuesta, ha sentido admiración, distinción y respeto por Ramón Font Bernard; por el estilo de su prosa, la admirable variedad de sus conocimientos y los juicios y opiniones que emite la mayoría de las veces y hace, de conocimiento público, en la numerosa cantidad de artículos que ha escrito en los medios de comunicación, particularmente este matutino de gran circulación e influencia en la vida de nuestro pueblo. Por esa y otras razones nos ha extrañado  profundamente  la forma con que Ramón Font Bernard dijo las anécdotas y relatos en el acto que en reconocimiento al doctor Joaquín Balaguer  auspició el Ciudadano Presidente de la República y Presidente del Partido de la Liberación Dominicana, Leonel Fernández Reyna, al cumplirse el centenario del nacimiento del antiguo presidente.

A diferencia de los dos expositores que para exaltar y hacerle reconocimiento al fallecido mandatario de la República  hicieron uso de la palabra antes de Font Bernard: Carlos Morales Troncoso y Marino Vinicio Castillo, la participación de este último terminó siendo penosa. Extraña todavía, no solamente al autor  sino a cientos de personas, particularmente compañeros, los relatos, opiniones y juicios relacionados con el profesor Juan Bosch que Font Bernard externó esa noche, abusando, sin lugar a dudas, de la cortesía y tolerancia del Ciudadano Presidente de la República que fue y sigue siendo, desde los finales de su adolescencia, un militante del PLD formado bajo la dirección y la tutela de Juan Bosch con el cual mantuvo íntimas relaciones de dependencia como militante y dirigente de nuestro partido. ¡Que triste y censurable espectáculo dió Ramón esa noche!.

Carlos Morales Troncoso y Vincho Castillo hablaron de Balaguer, tal vez, a nuestro criterio, haciendo un retrato de ese personaje de la historia contemporánea, con una dimensión más grande, mucho más grande  de la que realmente tenía y tendrá  en el presente y el futuro el enigmático y sabichoso “Cortesano de la Era de Trujillo” como se auto calificaba el autor de “La Palabra Encadenada”. No escuchamos en ningún momento en el Palacio Nacional a Carlos ni a Vincho hablar de Juan Bosch en el acto presidido por el Presidente del PLD que fundó y dirigió Juan Bosch y que hoy es Presidente de la República. Carlos y Vincho dieron una encomiable lección de prudencia y de olfato político, concientes los dos de que ese acto era la expresión de un reconocimiento, justo quizás, del Presidente, complaciente con los dirigentes del sector Balaguerista-Reformista que ha seguido dándonos  a los peledeístas y a Leonel Fernández  encomiable apoyo en los procesos electorales de la República.

Font Bernard hizo todo lo contrario; dedicó su intervención anecdótica, incoherente a veces, a relatar episodios en los cuales las dos figuras principales fueron Joaquín Balaguer y Juan Bosch y aunque en algunas ocasiones atenuó su critica cínica y burlona acerca de Don Juan, las intenciones que perseguía eran empequeñecer al fundador del PRD y el PLD a la estatura de un enano político. Comenzó bien cuando aclaró al Listín Diario que quien le había otorgado su pasaporte como ciudadano dominicano a Joaquín Balaguer, perseguido en aquel momento en el país y exiliado mas tarde en los Estados Unidos, bajo permanente vigilancia de las autoridades de migración, fue el profesor Juan Bosch y dijo también, y es la verdad, que Don Juan visitó a Balaguer en Nueva York y allí conversaron detenidamente.

No sé cuales resentimientos, en el registro de su memoria, guarda Ramón Font Bernard de Juan Bosch hasta el extremo de poner en su boca, según dijo que le contó Balaguer, que Juan Bosch le había comunicado al caudillo de Navarrete que desde la presidencia iba a “combatir al imperialismo”. Aun por encima de lo que algunos calificaban de reacciones emotivas, el líder político de más nivel que ha tenido la República en toda su historia y de los conocimientos más profundos ha sido  Juan Bosch. Por espacio de veintidós años, honrosamente, desempeñamos las funciones de asistente personal del Profesor y compartimos con él en nuestro país, la mayoría de las veces, los momentos más dramáticos de su vida y aun en algunas de sus expresiones más radicales o más agresivas justificadas por el irrespeto del que trataban de hacerlo víctima, oímos a Juan Bosch hablar del imperialismo norteamericano como lo dice Font ¡La verdad, Font, solamente la verdad!.

La percepción, no la nuestra solamente, de los que estábamos viendo y escuchando aquel panel acerca de la vida de Joaquín Balaguer cuando Ramón hizo ese relato fue la de que Juan Bosch  era un loquito radical con la mente llena de ilusiones que se expresaban en una forma tal que no era merecedor de la victoria aplastante que en diciembre de 1962 le había concedido el pueblo dominicano con el 60% de los votos depositados en las urnas.  Hombre sereno, según Font, brillante, de talento excepcional y el más capaz de los lideres políticos dominicanos de todos los tiempos, Joaquín Balaguer le confesó que el gobierno de Bosch duraría apenas dos años porque la oligarquía criolla y la Iglesia Católica derrocarían su régimen en ese tiempo.

El militante y dirigente del PLD que más veces conversó con Joaquín Balaguer fue el autor de este trabajo y nos remitimos a sus ayudantes civiles y militares y a miembros de su familia que saben las veces, la mayoría invitados por nuestro antiguo profesor de la Universidad de Santo Domingo, lo visitamos en el Palacio Nacional y más luego en su casa sosteniendo conversaciones por largo tiempo, sobre todo cuando, al parecer, el brillo de la estrella de Font Bernard frente a su líder y protector se había apagado. Desde los finales de nuestra adolescencia, estudiantes del quinto año de derecho de la Universidad, discípulo del doctor Balaguer recibimos un trato afable y distinción que nos halagaba. Y Balaguer sabia, después del ajusticiamiento de Trujillo y nos lo reiteró en diversas ocasiones, como lo habíamos defendido, frente a algunos de los miembros del Consejo de Estado, cuando el Procurador General de  la República de aquel entonces, en 1962, confeccionó un expediente que reposa en los archivos de la Suprema Corte de Justicia acusándolo de asociación de malhechores, corrupto, prevaricador y cómplice, por comisión, del asesinato de las hermanas Mirabal y Rufino de la Cruz.

El jefe del Ministerio Público en aquel entonces que instrumentó ese expediente y la mayoría de los que lo estimularon y apoyaron, ocuparon cargos y desempeñaron funciones en la administración pública y el servicio exterior  en los doce años del doctor Balaguer, sirviendo con lealtad lacayuna a ese controversial político, incuestionablemente de gran talento y psicólogo empírico conocedor de las debilidades y los huecos morales del pueblo dominicano quien nunca, en su larga influencia popular, tuvo la intención de erradicarlas o corregirlas, por el contrario aprovecharlas. Juan Bosch, El Maestro, el más grande político de esta nación, en el ejercicio de su vida y en su práctica política fue todo lo contrario a lo que representó Balaguer y Ramón lo sabe, y no se atrevió a decirlo, que le hubiera dado a la actividad en la que él participó un alto nivel de honestidad y reconocimiento al fundador del partido  del cual es presidente Leonel Fernández, y de cuyo seno salió el gobierno que hoy dirige los destinos de la nación. ¡Que pequeño se vió Ramón injuriando y desmeritando a Juan Bosch!.

Por encima de las diferencias políticas  conceptuales  que tuvimos con el doctor Balaguer, lo admiramos y respetamos, por su conducta personal, durante su participación y colaboración en el régimen de Trujillo; porque sabíamos que Balaguer no compartió nunca con su Jefe sus permanentes y continuas parrandas íntimas; ni recibió acciones o beneficios de las numerosas empresas e industrias que Trujillo creó y fundó como parte del desarrollo capitalista de la República Dominicana. Balaguer tampoco fue cómplice o instrumento de Trujillo en su política represiva, selectiva, de exterminio total de sus adversarios; muchos otros actuaron al igual que Balaguer, más de los que se les cuenta a los que no vivieron aquel episodio dramático e inolvidable de nuestra patria. Balaguer no fue el único, porque al igual que él aseguramos, para que lo sepan las generaciones presentes, actuaron: Don Pipí Troncoso, Mozo Peynado, Ramón Emilio Jiménez, Víctor Garrido, Julio Ortega Frier , Manuel Arturo Pena Batlle, Telesforito Calderón, Arturo Despradel, Arturo Logroño, Generoso Núñez, Rafael Filiberto Bonelly, Manuel Resumil Aragunde , Rafael Vidal, Enrique de Marchena, Porfirio Herrera, José Benjamín Uribe Macias, Virgilio Álvarez Pina, y muchos más que no viene al caso recordar, porque la lista sería interminable; quedando establecido que la mayoría de ellos murieron pobres con apenas una casa de propiedad y sin haber tenido a su alrededor una inmensa cantidad de familiares protegidos por la influencia del poder. En su conducta personal Balaguer fue superior, más noble e integro que la mayoría de los que concibieron, instrumentaron y apoyaron su expediente como miembro de una asociación de malhechores, corrupto y prevaricador y cómplice del asesinato de las hermanas Mirabal y Rufino de la Cruz. ¡No juguemos a la verdad, Ramón Font Bernard, que ni a ti, a quien admiro y respeto, ni al autor de este artículo nos luce!.

Para colocar a Joaquín Balaguer en el justo lugar que históricamente le corresponde no hay que referirse en términos irrespetuosos a la figura del profesor Juan Bosch y mucho menos en un acto auspiciado por el Presidente de la República, discípulo y compañero de Juan Bosch y Presidente del Partido que él fundó, en un encuentro que por razones políticas tiene su explicación. Font Bernard lo sabe, como también lo saben los familiares de Balaguer y sus correligionarios que le pidieron al gobierno que ese acto se realizara. Un gobierno perredeísta no hubiera permitido jamás que en el Palacio Nacional se le rindiera reconocimiento a Joaquín Balaguer. Solamente la nobleza, integridad y gratitud, que es una de las más hermosas cualidades del hombre, del Ciudadano Presidente de la República podía aceptar un acto de esa naturaleza.

En su lecho de muerte y en presencia de sus más íntimos colaboradores y servidores civiles y militares y los médicos que le atendían  en la Clínica Abreu, el autor de esta columna fue a despedirse de Joaquín Balaguer. No tengo que citar sus nombres, los que lean esta columna Por La Verdad Histórica tienen fresco en su memoria cómo nos recibió Joaquín Balaguer y la cosas que dijo agarrada nuestra mano, cariñosamente, en relación con la conducta que habíamos observado por él y frente a él. Y recuerdan también al despedirnos, ya en la puerta, nos llamó de nuevo a su lado y tomándonos la mano con la fuerza viril del último adiós, agradeció nuestra presencia y reiteró su gratitud por la valentía con que lo habíamos defendido.

Joaquín Balaguer regresó al escenario político en el año 1965 porque el gobierno de Estados Unidos encabezado por Lyndon Johnson, representante de una de las expresiones más absurdas, ignorante e incapaz, en toda su historia, del liderato presidencial de ese país no tenía solución a la crisis dominicana. La incapacidad de la oligarquía criolla había quedado de manifiesto entre septiembre de 1963 y abril de 1965. Joaquín Balaguer no era la solución, era la salida, nada más y por esa razón, y no otra, Johnson dispuso que lo depositaran en el Palacio Nacional porque Johnson y sus colaboradores ignoraban que Joaquín Balaguer era el heredero político de las fuerzas sociales que se habían generado y organizado durante el largo mandato de Trujillo; pero Balaguer si estaba convencido, como buen conocedor de ese proceso, de que aquí en su país solamente él podía juntar y organizar esas fuerzas sociales. Balaguer no fue un títere, ni un servil de los Estados Unidos. Balaguer actuó como un político hábil que las circunstancias históricas, creadas por hechos ajenos totalmente a su persona, empujaron a la nación por caminos imprevistos. El resto de lo sucedido a partir del 30 de mayo del 1966 son temas para ser analizados en otra ocasión. Al finalizar esta respuesta, aclaración y crítica, emotiva en detalles y justa siempre, a Ramón Font Bernard, debemos  repetir lo que  en otras ocasiones hemos dicho:    

Juan Bosch no tiene iguales en la República Dominicana y solamente están en orden de igualdad y algunos por encima de él, muy pocos, los próceres fundadores de la República de febrero de 1844 y aquellos que la restauraron a sangre y fuego luchando contra La Anexión a España y profundizando y extendiendo esa lucha, hasta convertirla en nuestra Gran Epopeya histórica a partir del 16 de agosto de 1863. Juan Bosch, Maestro de América, además de ser la primera figura intelectual de nuestra patria autor de veinte obras o más traducidas a diferentes idiomas y lenguas, que son obras de consulta en diferentes  universidades del mundo, fue en su fructífera vida un valiente e infatigable luchador por la soberanía, dignidad y bienestar de nuestro pueblo y por la soberanía y la autodeterminación de otros pueblos del mundo que lo aclamaron, reconocieron y condecoraron rindiéndole homenajes que ningún otro dominicano recibió o ha recibido hasta el día de hoy.

Juan Vicente Gómez, aquel personaje tan influyente en la vida de su patria , Venezuela, decía siempre, con razón o sin ella que “de los muertos no se debe hablar ni en bien ni en mal, aunque cuando se hable de ellos debe ser siempre en bien” y el autor de este artículo esta convencido de que Juan Vicente decía esa verdad, a su criterio, porque los muertos que fueron malos no pueden defenderse y no tienen quienes lo defiendan. Juan Vicente sabía que él no era bueno y que nunca tendría quien lo defendiera. Juan Bosch fue noble, honesto, bueno, valiente, con gran valor cívico, insobornable, coherente, que tiene muchos  vivos, sin temor, que lo defienden. Bosch, El Viejo, como decíamos por cariño y respeto, los que junto a su lado luchamos, enfrentó  sin vacilaciones  tres fuerzas poderosas  que gravitaron y gravitan en la vida del pueblo dominicano: la política exterior agresiva e intolerante del gobierno de los Estados Unidos, tan agresiva e intolerante cuarenta años atrás como lo es hoy durante el mandato de George Bush, llamada en aquella época “Diplomacia de Asalto”. A la incapaz, ignorante y engreída oligarquía criolla que había vivido de rodillas frente a Trujillo, y a la Iglesia Católica, que en el escenario nacional era determinante, como le dijo Joaquín Balaguer a Font Bernard  según sus propias palabras. Juan Bosch se fue de la vida aunque su ejemplo, sus lecciones, su conducta y su presencia serán permanentes en la historia presente y futura del pueblo dominicano. Murió y vivirá siendo el Presidente Moral, Eterno, de la República.

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