La verdad frente a las imprecisiones y mentiras del Sr. Hamlet Hermann con relación al 12 de enero de 1972

La verdad frente a las imprecisiones y mentiras del Sr. Hamlet Hermann con relación al 12 de enero de 1972

Me decido a contestar lo escrito por el Sr. Hamlet Hermann en el suplemento cultural AREITO del periódico Hoy, del sábado 12 de  enero, porque el Sr. Hamlet en su afán de ser el héroe de todas las batallas cae en imprecisiones, porque adopta las mentiras de la Policía Nacional como verdad, frente a los hechos.

Usted Sr. Hamlet asume la cronología contando fundamentalmente con la fuente del brigadier Neit Nivar Seijas, jefe de la Policía de entonces. Usted cree a la Policía y se olvida que esta cuando no puede doblegar a los que caen en sus manos trata de echar lodo sobre sus hombros. Usted se olvida de todo lo que dijeron de su persona cuando estuvo prisionero en 1973. Yo, y nadie que se respete debe tomar al pie de la letra informaciones que no estén documentadas debidamente.

La historia no se puede falsear, los hechos están ahí, el pueblo dominicano los vivió y muchos hombres y mujeres de los Comandos de la  Resistencia viven aún y son testigos de lo ocurrido, usted no.

En varias ocasiones he narrado lo que considero lo más cercano a lo ocurrido desde el 1 de diciembre de 1971, cuando Amaury Germán Aristy me da la misión de encontrarme con Elsa Peña, viuda de Homero Hernández, para que me entregara el fusil de éste, quien había sido asesinado por la Policía en 1970. A partir de ese día, según nos dijera el coronel del Servicio Secreto de la Policía Moncho Henríquez en la cárcel de La Victoria  a un grupo de presos políticos, entre los que se encontraban Chino Bujosa,  Fafa Taveras, Faruk Miguel Castillo, yo, y otros que ahora no recuerdo sus nombres.

 

Cito: “César, tú estás vivo por que yo no permití que uno de mis hombres te matara el día 1 de diciembre, cuando Elsa Peña te entregaba el fusil de Homero, porque tú no eras el objetivo. A partir de ahí, estaban detrás de ti 16 y 18 hombres”. Esta versión sería corroborada por el entonces jefe del Servicio Secreto Rolando Martínez, en dos encuentros que sostuviéramos por intervención de amigos mutuos 24 años después de estos acontecimientos. En esa oportunidad el exgeneral Rolando Martínez me decía “Féliz, ustedes podían ser muy valientes y saber algo de inteligencia, pero no sabían nada de contrainteligencia y mucho menos tenían la capacidad operativa para burlar a un servicio de inteligencia como el  nuestro, asesorado por la Agencia Central de Inteligencia, CIA”, además me señalaba que la ciudad capital era pequeña y  poco  poblada y que nosotros estábamos acorralados.

Sr. Hamlet Hermann, usted no estaba en el país para este tiempo, ustedes se encontraban en Cuba con Caamaño. No solo estaban desconectados con nosotros, sino que según ustedes, estábamos penetrados por la CIA, y fueron más lejos, acusaban a un hombre como Virgilio Perdomo como un agente de la CIA ¡CUÁNTA BAJEZA!

Es verdad que los servicios de inteligencia, nacionales e internacionales, sabían de nosotros y de la presencia de Caamaño en Cuba, pero no fue únicamente por  infiltración de nuestro grupo en la República Dominicana, sino por la deserción de Orlando Castro del aparato de Inteligencia Cubana en París, Francia, quien participó en el traslado de Caamaño a Cuba. Usted sabe eso Sr. Hamlet, pero usted no lo dice, porque a sus ínfulas de superhéroe, basado en imprecisiones y mentiras, no le interesa la verdad. La verdad suya es la mentira de la P. N. 

No es verdad lo que usted dice sobre mi apresamiento y el cerco del 11 de enero de 1972,  verdad comprobada por compañeros de la dirección de la Resistencia y el pueblo dominicano.

El día 11 de enero de 1972, siendo más o menos las cinco de la tarde, me trasladé a la casa de las Américas, en este tiempo las comunicaciones eran muy escasas y para saber de los muchachos tenía que dirigirme a la casa del Km 14 y por medio de Luis Ruiz saber de ellos porque los compañeros estaban en la cueva.

Esa tarde, siendo las seis o seis y media, procedí a regresar a la  ciudad de Santo Domingo. Cuando salía, encontré que había una gran piedra en el camino, a unos 50 o 75 metros de la casa. Encontré eso muy raro, pero me bajé, quité la piedra y seguí para la ciudad. En La Victoria el día de la visita que antes mencionara del coronel Moncho Henríquez este se ufanaba de que  esa piedra la había puesto él, para que yo me detuviera y así ver quién iba en el carro conmigo. O sea señor Hamlet que ya desde esa hora la casa estaba ubicada por la Policía, y quién sabe si antes.

Cuando llegué a la ciudad me encontré con el Sr. Rafael Antonio Batista, miembro de la organización, lo dejé en un punto de la ciudad y me fui donde una amiga que me tenía una información que necesitaba para un examen de la carrera de Economía que cursaba en la UASD, ahí llegó Hilda de Peña, la esposa de Toribio Peña Jáquez. Cerca  de  las ocho de la noche, salí de la casa con las damas, y de inmediato fui hecho prisionero por el Servicio Secreto, quienes se abalanzaron sobre mí y las dos damas. Uno de ellos me quiso tapar la boca, le mordí la mano y grité mi nombre. Posteriormente supe que por ahí se encontraban dos amigos míos, Arelis Ayala y Sotero Vásquez, quienes de inmediato fueron a denunciar el hecho, pasadas las 9:30 de la noche.

Me metieron en el carro y tomaron rumbo a la parte alta de la ciudad, doblaron hacia el este y cruzaron el puente Duarte en dirección a Las Américas. Cuando llegamos a la altura del destacamento policial del Km 9 ya en  esta habían camiones militares que llegaban hasta las inmediaciones de la casa, situación que ya había sido comprobada por el compañero Monchi Valerio, que pasó por ahí y procedió  a buscar a Sagrada Bujosa y a Fifo Mercedes, quienes se encontraban en una casa de seguridad de la Caleta.

Cuando estoy frente a la casa del Km 14 recibo un golpe en la parte superior de la espalda que me lleva al suelo. No sé cuántos segundos o quizás minutos duré inconsciente, y cuando vuelvo en mí me encuentro frente a Luis Ruiz, quien también está siendo golpeado en el piso de la casa. El y yo nos hacemos señas, mientras la Policía buscaba afanosamente por el patio de la casa y en las habitaciones, sin encontrar nada, ahí es cuando el coronel Caonabo Reinoso, jefe de Operaciones del Servicio Secreto, le dice al general Neit Nivar Seijas: “General, vámonos que aquí no hay nadie, esta mujer nos engañó”. En ese momento un policía le muestra al coronel Caonabo un saco que contenía cuatro pares de botas y algunas latas devueltas por los compañeros, al ver eso la Policía deja ocupada la casa y a Luis y a mí  nos conducen al Palacio de la Policía.

No es verdad Sr. Hamlet, que los muchachos salieron de la casa al notar la presencia de la Policía esa noche, como usted señala haciéndose eco de la información policial, ellos estaban en la cueva.

Dicen que el que no investiga, no tiene derecho a hablar y si lo hace puede cometer errores como es su caso. Es a las cinco de la mañana del día siguiente, o sea el día doce (12), que los  compañeros Ulises y La Chuta salen de la cueva a la casa y son sorprendidos, de inmediato  comienza el combate.

En la Policía, Luis y yo fuimos sometidos a grandes golpizas durante días. Me entero de la muerte de los muchachos dos o tres días después  de estar preso, cuando me llevan a eso de las dos de la madrugada al despacho del jefe de la Policía. Este me tira el periódico El Nacional y me dice  “tus compañeros están muertos”, y me dice que si no digo a la prensa que Juan Bosch y Peña Gómez son los jefes políticos de nosotros “tú serás el próximo muerto, tienes hasta mañana para pensarlo”.

En la rueda de prensa convocada por la Policía, cuando fui cuestionado por los periodistas si era verdad que Juan Bosch y Peña Gómez eran los jefes políticos de ese movimiento y Caamaño el jefe militar, les contesté que eso era una farsa, Peña Gómez y Juan Bosch nada sabían de eso. Al respecto, pueden solicitar la grabación en los archivos de la Policía.

Después de terminada la rueda de prensa fui sometido a la más brutal tanda de golpes; el general Nivar Seijas me dice “No te he matado porque no soy un asesino como Pérez y Pérez, pero voy a hacer que mueras como un traidor, hijo de p…”.  

Señor Hamlet, la verdad histórica no se puede torcer,  ahí están los hechos; nunca me arrodillé ante mis enemigos  pidiendo clemencia y mucho menos firmé nada de lo que Nivar Seijas me exigía que dijera. Esta es la verdad histórica y no la falacia que usted cuenta haciéndose eco de los que asesinaron a Ulises, Virgilio, Amaury y La Chuta y otros tantos jóvenes, hombres y mujeres, dominicanos luchadores por la libertad.

El precio que pagué por mi actitud, fueron cinco años preso en la cárcel de La Victoria. Vivo con mi conciencia tranquila y no tengo que recurrir a una falsa heroicidad para vivir de ello.

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