La gente cree que comerse un buen sancocho, un moro acompañado de pescado con coco y tomarse la mejor de las bebidas, es la verdadera comida y la verdadera bebida. Lo cierto es que cuando se come en exceso puede que se produzcan problemas estomacales y a los que beben mucho les dé la famosa resaca.
Hay, sin embargo, una comida que no da problema estomacal y una bebida que nunca da resaca y es comer el cuerpo de Jesús y beber la sangre de Cristo.
Pero usted dirá entonces ¿nos convertiremos en caníbales? Cómo puede una persona comer el cuerpo del otro y beber hasta la sangre? Humanamente, eso no es posible ni puede ocurrir. Pero espiritualmente, sí.
Cuando Jesús se sentó durante la última cena con sus discípulos, nos cuenta Lucas en la Biblia, capítulo 22, versículos 19-20, que tomó el pan, dio gracias, es decir lo bendijo y lo partió, y dijo a sus discípulos: Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado. Haced esto en memoria de mí. (v.19).
El sacrificio de Jesús es uno de los milagros más grandes y más solemnes que menciona la Biblia. El Hijo de Dios anuncia su propia muerte. Y resucitaría al tercer día. Menciona que su cuerpo será crucificado, maltratado y humillado. Y sería una muerte sumamente dolorosa. Y después de comer, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. (versículo 20)
La palabra de Dios es la verdadera comida. Jesús derramaría su sangre por los creyentes, por cada uno que lo aceptara en su corazón, que crea en la Biblia y confiese que Jesús murió por los pecados del mundo. Algunos no creyeron o no gustaron de esas palabras. Y hubo quienes se estaban yendo porque eran palabras muy duras. Pero Jesús les dijo que si se querían ir ellos también, pero Pedro le dijo: adonde iremos si solo tú tienes palabras de vida eterna. (Juan 6:68) Jesús les dijo: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final, porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. (Juan 6:55-58)
La aceptación de Jesús en el corazón nos ofrece una nueva vida. En Hebreos 10 el apóstol Pablo nos dice que por ese sacrificio, por esa muerte, todo el que en él cree, es santificado, apartado del pecado. El que robaba no roba más. El que mentía deja de mentir. El que vivía en corrupción, abandona la corrupción y el vicio. Cuando aceptamos a Jesús en el corazón, entra el Espíritu Santo a morar en nuestra vida. Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré» dice la palabra de Dios.(Hebreos 10:16).