La verdadera crisis y el nuevo año 2009

La verdadera crisis y el nuevo año 2009

La humanidad entra en un nuevo ciclo. Inicia el año 2009. En todos los titulares de noticias nos hablan de crisis económica y en algunos se adicionan crisis políticas y sociales. ¿Nos hemos detenido a meditar de qué tipo de “crisis” nos están hablando nuestros líderes? De la misma manera que tenemos que enseñar al niño a respirar cuando nace,  para que  pueda conectarse e integrarse al nuevo mundo al que ha llegado, debemos aprender a conectarnos con esta nueva etapa de vida que nos toca vivir. Si no lo hacemos adecuadamente, continuaremos reproduciendo el mismo escenario, seremos una manada conducida por quienes controlan el poder mundial.  Muchos preguntarán: ¿quién nos guiará en este proceso? ¿Necesitamos para ello un guía político? ¿Un gurú económico? ¿Un guía espiritual? El único guía que puede ayudarnos a salir del caos, a ordenar nuestras vidas, es la voz de nuestra conciencia. Se dirá que nos falta madurez, educación y orden espiritual para que esa voz sea lo suficientemente clara, fuerte y disciplinada como para servirnos de guía. Pero como individuos no estamos vacios de espiritualidad, aunque como colectividad hemos demostrado ser una sociedad individualista que llega a poner en peligro de extinción nuestros más preciados valores.

Como manada hemos seguido caudillos, líderes políticos y gurús económicos sin importar que nos lleven al precipicio. Somos una sociedad Abierta con Fe Religiosa, pero nuestra relación con Dios no ha sido integral. Muchos de quienes somos creyentes creemos estar en contacto con Dios, pero no hemos aprendido a escuchar su voz en nuestra conciencia. Escuchamos y obedecemos todas las voces exteriores, pero la interna está muda. El nuevo año nos brinda una nueva oportunidad para reflexionar y ordenar nuestro mundo interior. Al igual que un ser que nace y se conecta a este mundo material a través de la respiración, aprendamos, pues, a conectarnos con nuestra realidad para poder manejar esta “crisis” política, económica, y sobre todo espiritual, a través del manejo de nuestra conciencia. Bajemos un poco el “ego”, el individualismo y el hambre por el materialismo a cualquier precio. Dios no está representado en el dinero y el poder, sino en nosotros mismos, en la naturaleza, en el universo, pero no aprendemos a conectarnos con él, y por ello nuestra capacidad de amar y discernir se empequeñece. La verdadera crisis no es la que nos venden. ¿Qué queremos? ¿Cómo detener este agotador proceso de depredación de nuestra madre naturaleza, de nuestro entorno, de nuestros propios hogares? ¿Cómo hacer real el apoyo a los más débiles? Reflexionemos, pues,  sobre nuestra verdadera crisis, la de nuestros valores, la de nuestro espíritu.

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