La verdadera Historia

La verdadera Historia

Hasta ahora ha prevalecido la narración de lo que no es, la historia del mono, del hombre primitivo, la de la especie. Se ha  puesto la mira en la epopeya del alma humana, en los procesos de complejificación de las culturas, lo que no puede ser llamado evolución, si es que se quiere significar un camino ascendiente hacia lo superior.

Lo que hasta ahora se ha narrado son las iniquidades e infamias, los acontecimientos registrados en la memoria colectiva, protagonizados por la psique del hombre, relativos a nuestros procesos culturales de adaptación y depredación al medio ambiente, nuestras producciones mentales, conocimientos, tecnologías, artes y diversiones, sentimientos y actitudes aprendidos.

En fin, lo que hemos creído que tipifica y enmarca al hombre como especie.

Pero no hemos narrado la historia de su Espíritu, el elemento definitorio que guía o está llamado a guiar la verdadera evolución humana, la verdadera historia.

No nos hemos enfocado en lo fundamental, en lo esencial, lo que hace al hombre verdaderamente superior a todas las creaturas.

En cambio, hemos privilegiado la narración de sus afanes por satisfacer sus necesidades más perentorias, su ingenio bélico, su orgullo y sus vanidades.

La que hay que contar es la historia del espíritu humano, y su verdadero autor y guía, el héroe verdadero de esta aventura, el Gran Yo Soy.

Ese dios sin nombre, porque no era cosa ni ídolo, ni nadie lo inauguró, ni lo bendijo con hisopo junto a una pila. El dios desconocido de los romanos, revelado por Moisés y los profetas, el  que lleva al Padre, y genera valores, virtud, amor, salvación y vida eterna.

Lo demás es  iniquidad, injusticia, infamia y frustración.

Más que nada, orgullo y necedad, vanidad de vanidades, como dijera Salomón después de haber detentado toda fama y poder y probado todos los deleites; tras haberse apartado del camino del Espíritu, de la Historia verdadera.

Hemos sido entretenido con hechos anecdóticos, casuística de mercachifles, narrados por creadores de mitos y prototipos populares que van desde Hércules hasta Batman y Robin, desde Atenea a Madonna, desde Apolo a Sammy Sosa.

Duplicaciones pseudo imaginativas, falsificaciones estériles de la realidad, para entretener y desviar la atención de su verdadero quehacer y destino; productos para ferias del “ingenio” de noveleros y “creadores de imágenes” (así, como se llamaron a sí mismos los de un grupo de sodomitas criollos).

La que hay que narrar es la de la dialéctica entre Dios y el hombre, los pactos y las rupturas, encuentros y desencuentros.

La que contiene la verdadera evolución hacia lo perfecto y excelso, la que tiene plena vocación de sentido, la verdadera historia, la única que merece ser narrada.

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