La victoria es la derrota

La victoria es la derrota

Eric Arthur Blair, mejor conocido como George Orwell, fue un escritor y periodista inglés nacido a principios del siglo XX que se caracterizó por su gran sensibilidad social y por ser enemigo de las injusticias y de los regímenes totalitarios.

Aunque falleció a la temprana edad de 46 años, dejó a la humanidad la novela “1984” que ha venido alimentando de manera secuencial a varias generaciones de lectores.

En esa producción intelectual se insertan consignas tan llamativas como las siguientes: La guerra es la paz; La libertad es la esclavitud; La ignorancia es la fuerza. Más adelante escribe Orwell: “…desde el techo de la Victoria se podían distinguir, a la vez, los cuatro edificios. En ellos estaban instalados los cuatro Ministerios entre los cuales se dividía todo el sistema gubernamental. El Ministerio de la Verdad, que se dedicaba a las noticias, a los espectáculos, la educación y las bellas artes.  El Ministerio de la Paz, para los asuntos de guerra. El Ministerio del Amor, encargado de mantener la ley y el orden. Y el Ministerio de la Abundancia, al que correspondían los asuntos económicos. Sus nombres, en neo-lengua: Miniver, Minipax, Minimor y Minindancia”.

A finales de abril 1965 luego del desembarco de las tropas norteamericanas en la capital dominicana conocí el penal de La Victoria, al cual fui trasladado y encerrado en una celda solitaria por espacio de un mes. Mi delito fue simpatizar con la idea del retorno de Juan Bosch a la presidencia de la República y la reposición de la Constitución de 1963. Recuerdo como estudiante de medicina que era contar al ingreso al presidio con 14 gramos de hemoglobina y cinco millones de glóbulos rojos. Siendo mi cuerpo pasto de un enjambre de expertos mosquitos flebotomistas, no era de extrañar el que saliera del penal con ocho gramos de hemoglobina. Lo importante es que salí vivo.

Distinta fue la suerte que corrió a finales del 2011 en ese mismo recinto carcelario, otro ser de piel y hueso a quien llamaremos Pablo Pueblo. De poco le valió que se apellidara Jesús, ya que nadie en el penal le quiso tratar como recomendara Cristo: Amaos los unos a los otros ; o como lo exige uno de los diez mandamientos de la ley cristiana: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

El sujeto al que aludimos fue encontrado en condición de cadáver postrado en un banco en el patio del presidio. A pesar de que sus credenciales indicaban que al momento de su muerte la edad era de 49 años, el aspecto físico era el de un anciano pasado los cien años. Lucía desnutrido en extremo y marcadamente deshidratado. Tenía como historia una tuberculosis resistente a los medicamentos usuales. La autopsia reveló una extensa infección con cavitaciones y múltiples granulomas en ambos pulmones.

Este recluso no debió morir abandonado en un rústico asiento carcelario. Quizás sin haber leído uno de los pasajes de “1984” este humilde hombre pasó a convertirse en uno de los personajes de la novela de Orwell agregando una nueva consigna: ¡La Victoria es la derrota!

Publicaciones Relacionadas

Más leídas