La vida de dos niñas que cambiaron de género

La vida de dos niñas que cambiaron de género

Lily y Jessica (no son sus nombres verdaderos), entran en la habitación llenas de energía, riendo y charlando con sus bolsas de juguetes.

Se ve que las dos amigas, de seis y ocho años, están encantadas de estar juntas mientras van descargando sus juguetes en el sueño: muñecas de Hello Kitty y Monster High.

Hasta aquí, todo normal. Excepto por el hecho de que estas dos niñas nacieron siendo niños.

La suya es la historia de dos de las niñas transgénero más jóvenes de Reino Unido, escrita con permiso de sus padres y el apoyo de sus centros educativos.

Tan pronto como empezaron a hablar, mostraron su interés por todo aquello asociado normalmente con las niñas: vestidos, joyas y muñecas.

Al verlas jugar nada sugiere que estas niñas nacieron siendo niños.

Lily viste una camiseta negra, una falda negra con flores rosas y medias negras.

Jessica lleva pantalones tejanos, botas y un top rosa.

«¿Cuándo decidí que era una niña? Bueno, toda mi vida en realidad», dice Lily como un hecho incontestable.

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Jessica llegó a no beber agua en la escuela para no tener que ir al baño.

Según sus padres, desde que eran pequeñas tuvieron conciencia de su género.

«Si tuviese que vivir como un niño, me enfadaría mucho», dice Lily.

«Ahora que vivo como una niña me siento mucho mejor».

Lily y Jessica sufren lo que se conoce como disforia de género.

Ir al baño

Estas niñas parecen firmes. Sus padres me dijeron que al principio pensaron que podría tratarse solo de una fase que pasarían al ir creciendo. Pero si es una fase, ya dura varios años.

Jessica dice que ser un niño era algo «muy frustrante». «No me sentía adaptada», explica.

Hubo un momento en el que no podía ir al baño de la escuela porque todos los niños pensaban que era una niña y no querían que usara el de ellos y no tampoco le estaba permitido usar el de las niñas.

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Los padres tuvieron dificultades para entender lo que sucedía.

Llegó hasta tal punto que no bebía agua en la escuela para poder aguantar hasta llegar a casa.

Sus padres estaban desconcertados y enfadados, especialmente porque también tenían hijos mayores que crecieron como niños «típicos».

Se trata de padres que nunca habían oído hablar de la «disforia de género» hasta que buscaron en Google «¿tengo que preocuparme si mi hijo quiere ponerse un vestido?».

La madre de Lily, Jen, explica que recuerda a Lily, con cuatro años y cuando todavía la trataban como a un niño, entrando en la habitación mientras ella se estaba poniendo vestido y un collar.

«¿Podré ponerme un vestido así cuando crezca?», le preguntó. Jen dice que pensaron que era algo «lindo» y que quizás su hijo «sería gay al crecer».

«Cuando tenía tres años, en una tienda de juguetes dijo que quería una Barbie. Por aquel entonces le dije que eso era algo para niñas y que fuésemos a buscar camiones y autos», recuerda.

Pero a Lily le gustaban las cosas de niñas. Con dos y tres años siempre quería muñecas y cosas de princesa, rosas y brillantes.

«Aturdidas»

El padre y la madre de Jessica, Ella, se separaron hace unos años. Ella tiene ahora una relación estable con otra mujer, Alexandra, a la que Jessica llama «madre adoptiva».

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Desde muy pequeñas se vieron a sí mismas como niñas.

Ella se ha preguntado si su relación ha contribuido a que su hijo quiera vivir como una niña. Pero Ella tiene dos hijos mayores educados de la misma manera que Lily.

Cuando Ella se dio cuenta de que su hija podía ser transgénero, dice que ella y Alexandra estaban «estupefactas, aturdidas» y no podían creerlo.

Ahora la llaman por su nombre de niña, le permiten que se ponga ropa de niña e incluso que vaya con un vestido a la escuela, porque esto la hace feliz.

Pero al padre de Jessica le ha costado aceptar que su hijo quiera vivir como una niña.

Los expertos dicen que los temas relacionados con la identidad de género pueden ser traumáticos para un niño y para toda su familia, sobre todo cuando llega la pubertad.

Las intervenciones médicas no se plantean hasta que el niño llega a la pubertad, cuando se pueden ofrecer bloqueadores hormonales.

Los bloqueadores retrasan los cambios físicos propios de esa etapa, dando tiempo a la persona a vivir como hombre o como mujer para después administrale, si así lo desea, hormonas para cambiar de sexo a la edad de 16 y la posibilidad de una operación a los 18 años.

Cuando le pregunté a Jessica si pensaba que podría cambiar de opinión en el futuro y querer volver a vivir como un niño, se mostró totalmente segura de que no. Ni a los 18, ni a los 40, ni a los 50 ni incluso a los 100, contestó.

Ahora va a la escuela con uniforme de niña y le encanta que tanto sus profesores como sus compañeros la hayan aceptado tal y como es.

Su madre dice que es «una niña de ocho años típica. Está tan contenta, sonríe y brilla. Es una delicia tenerla cerca».

Mientras, la madre de Lily simplemente quiere que su hija esté satisfecha, que disfrute de la vida, tenga amigos y que le vaya bien en la escuela.

Lo mismo que cualquier madre de una niña de seis años.

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