La vida en el tiempo

La vida en el tiempo

El primer deber de todo cuanto existe es seguir viviendo

Hay fechas en el calendario que marcan un hito en la historia. Uno reciente ha sido la aparición y la detección de una enfermedad infectocontagiosa de seria repercusión para la humanidad, como lo ha sido la covid-19, la cual obligó al director de la Organización Mundial a declarar el 11 de marzo de 2020 que nos encontrábamos frente a una pandemia.

Empezando en el Asia el virus SARS-CoV-2 siguió su trayectoria epidemiológica, expandiéndose rápidamente a través de toda Europa, llegando al continente americano hasta concluir arropando en su totalidad al globo terráqueo.

Las consecuencias inmediatas no pudieron ser peores. Nos agarró desprevenidos con unos sistemas de salud que en ese momento no eran considerados tema de prioridad estatal, por lo que solo contaban con limitados recursos financieros, y que por ende eran incapaces de enfrentar con efectividad y fortaleza la sorpresiva y grave emergencia sanitaria.

Fuimos reactivos más que proactivos, arrastrados por las circunstancias a movernos a la defensiva, tardó un periodo antes de que pudiéramos tomar la ofensiva. Ello ha resultado y sigue acarreando un alto costo en morbilidad y mortalidad para la humanidad.

Cobra validez en las circunstancias presentes la sabia expresión de: “A grandes males grandes soluciones”. Haciendo acopio de los enormes y maravillosos avances tecnológicos conseguidos en las últimas décadas se pudo dar el casi mágico salto biomolecular de elaborar y poner a prueba una serie de vacunas para responder oportunamente a la indeseable mortífera visitante.

El mercado financiero y la economía mundial en general han sufrido enormes pérdidas, lo que adiciona un fuerte ingrediente nocivo para la recuperación social. Preservar la vida es una consigna impostergable sine qua non en medio de la guerra por la subsistencia.

El primer deber de todo cuanto existe es seguir viviendo. Sin un hoy no habrá un mañana, por lo tanto, debemos asegurar el presente, para ello se requiere de gran astucia, inteligencia, mucha fe, coraje y valentía.

No tratándose de un problema local sino general, nuestro enfoque tiene que ser de cooperación, de suma y multiplicación con consigna en común, tratándose de un mal que a todos amenaza sin contemplación, tenemos que desarrollar un frente unitario común, todos aunados para diezmar la pandemia.

Ha llegado la vacuna, pero su implementación no tiene la velocidad del rayo, en lo que logramos inmunizar a una mayoría de la población empezando por los segmentos de mayor riesgo y susceptibilidad, debemos mantener las clásicas reglas establecidas: el uso de la mascarilla, el distanciamiento físico prudente, evitar las aglomeraciones en lugares cerrados y la constante higiene de las manos.

Tenemos que mantenernos firmes y celosos de la disciplina. Si bajamos la guardia, todo el terreno ganado lo perderemos y los enormes esfuerzos y recursos invertidos habrán sido en vano.

Recordemos que la desesperación es la madre de los fracasos y en el caso que ahora nos concierne se trata de sobrevivir. Solamente en el territorio estadounidense la covid-19 ha llevado a la tumba a más de medio millón de individuos. Mirémonos en los espejos de Brasil, México, la India, Inglaterra y Rusia para solo mencionar una muestra representativa.

De la defensiva en la batalla hemos conseguido colocarnos a la ofensiva. Estamos ganando la guerra contra el coronavirus, pronto será un tema pretérito, pero para contarlo deberemos estar vivos mañana. No olvidemos ese gran don del que cada uno de nosotros es hoy dueño absoluto: la vida.

El mercado financiero y la economía mundial en general han sufrido enormes pérdidas

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