Jóvenes sacan agua de un pozo en el campamento de refugiados Carrade, este sábado en Puerto Príncipe (Haití). EFE/Orlando Barría
Puerto Príncipe.- Unas 3.000 personas que tuvieron que huir de sus casas por la violencia conviven en un campamento de refugiados no lejos de la embajada de Estados Unidos en Puerto Príncipe. Pese a que allí se sienten más seguras, lo que más desean realmente es que la situación mejore y poder volver a sus barrios.
En esa antigua escuela, que hace de hogar para 744 familias, todo vale a la hora de intentar llevar una vida lo más normal posible y tener cierta intimidad, como pudo comprobar EFE: improvisadas tiendas de campaña al aire libre, lonas que hacen de casas, telas que separan pequeños habitáculos y maderas colocadas a modo de pared.
El presidente de este campamento, Lucien Doinet, explica a EFE que miembros de la temida banda armada de Vitel’Homme echaron a estas familias de sus barrios, no lejos de donde ahora están refugiadas.
Las pandillas, agrega, normalmente prenden fuego a las casas y cuando sus dueños salen huyendo, si no consiguen escapar los matan para luego entrar en las viviendas y robar todo lo que pueden para posteriormente venderlo.
Recuerda que una decena de personas refugiadas en este centro fueron asesinadas por las bandas cuando volvieron a su barrio para intentar salvar algunas pertenencias, lo que, desgraciadamente, pagaron con su vida.
Por otra parte, Doinet habla de las dificultades a la hora de alimentar a tantas personas, aunque cuentan con la ayuda en ocasiones de organismos como el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), así como con la asistencia de alcaldías de zonas cercanas.
Una cierta normalidad en el día a día
En mitad de todas estas dificultades, los niños corretean entre los viejos pupitres de la escuela, se arremolinan y saludan a EFE mientras que unas mujeres acarrean agua y otras lavan la ropa en pequeños cubos de plástico, al tiempo que a lo lejos se oye a alguien a cantar.
Esos mismos baldes servirán también para bañar a los más pequeños, a la vez las cuerdas repletas de ropa tendida y maletas o bolsas con las pertenencias que pudieron salvar antes de abandonar su hogar.
Doinet confía en que la misión multinacional de apoyo a la seguridad disminuya la violencia en Haití, por lo que ansía su despliegue: «Debería llegar ya», dice.
En su opinión, que lleguen esas fuerzas lideradas por Kenia, con el visto bueno de la ONU, «va a ser bueno para Haití, va a evitar que mueran muchos inocentes».
Por eso, considera que quienes «no están haciendo cosas malas deberían estar de acuerdo con la fuerza» multinacional porque con esta misión «Haití va a avanzar en el tema de la seguridad».
Pero para la llegada de esta misión aún habrá que esperar. Si bien a principios de mes el ministro de Asuntos Exteriores de Bahamas, Fred Mitchell, cuyo país enviará efectivos a Haití, anunció que el despliegue de la fuerza multinacional para restaurar la seguridad comenzaría el 26 de mayo, el presidente de Kenia, William Ruto, ahora lo fija para dentro de unas tres semanas.
Hasta entonces continuarán los preparativos para acoger a una misión que intentará ayudar a la Policía Nacional de Haití a poner freno a la violencia de las bandas armadas, que solo el año pasado causó unas 8.000 víctimas. EFE